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Solemnidad de la Santísima Trinidad

Santísima Trinidad

UNO PARA TODOS Y TODOS PARA UNO

El primer signo que aprendemos de la Santísima Trinidad es cuando nos enseñan a persignarnos. Tocando la frente, el pecho y los hombros hacemos la señal de la cruz invocando al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Este sencillo gesto nos hace reconocer el gran misterio de nuestra fe: adorar en Dios la unidad de naturaleza de las tres personas que participan de la Santísima Trinidad.

El Misterio

“Unidad de naturaleza”, esta frase que puede sonar “rimbombante” es el meollo del misterio. Dios se presenta como tres personas distintas -Padre, Hijo y Espíritu Santo- pero que comparten la misma naturaleza. Igual que en una familia, sus integrantes son diferentes, pero comparten el apellido, en Dios sus integrantes son personas distintas, pero comparten las mismas propiedades, porque comparten la naturaleza divina.

Ya decía Jesús mismo, que el que lo veía a Él, veía al Padre (En aquel tiempo, Jesús dijo a Tomás: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto» Jn 14,6-14).

Todas las cualidades que conocemos de Jesús son compartidas por el Padre y el Espíritu Santo. Bondad, belleza, misericordia, compasión, justicia, poder sobrenatural… Así que si te preguntas: ¿cómo es la Santísima Trinidad? Imagina a las tres personas con los mismos rasgos del Señor. Todas son muy poderosas, por lo que no dudes en pedir a cada una ayuda o encomendar tus asuntos a la Santísima Trinidad. <

Una dinámica familiar

Cada familia tiene sus costumbres y estilos. Hay familias deportistas, musicales, paseadoras, entretenidas y otras más aburridas. Como dice el dicho “hay de todo en la viña del Señor”. El misterio de la vida de Dios-Trinidad también se desarrolla como una familia. “Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo”, CIC 236, porque igual que sucede con los hombres, la persona se muestra en el obrar. Todos tenemos la experiencia que entre más conocemos a alguien, mejor comprendemos su obrar.

Con la Santísima Trinidad pasa igual. Dios Padre en su “designio amoroso” crea, Dios Hijo “redime” y Dios Espíritu Santo “santifica”. Es maravilloso ver la unidad de la Santísima Trinidad. Toda ella trabaja con un sentido de misión, así lo enseña la Iglesia, por eso puedes acudir a ella como en una familia. Tú y yo sabemos que hay permisos, ayudas o dinero que es mejor pedirle a tal o cual miembro de nuestra familia.

Analógicamente con la Santísima Trinidad puedes hacer lo mismo, por ejemplo: Si Dios Padre, que hizo al varón, lo vio solo y le dio una compañera de su misma especie, pregúntale en tu oración personal cómo tratar al cónyuge de la mejor manera posible ¡Qué te ilumine! En la misma línea, si Dios en su Creación creó al hombre a su imagen y semejanza y le entregó el don de la co-creación al poder dar la vida a través de la unión del hombre y la mujer, reza para que se respete esta idea, para encontrar las palabras adecuadas para poder enseñarlo a tu familia o vivirlo como lo pensó Dios Padre. Reflexiona sobre lo maravilloso que es tener un Padre que te creó y que te cuida.

¿En qué me doy cuenta de que Dios Padre está cuidando de mí?

Uno para todos, Dios Hijo

 ¿Qué significa que Dios Hijo sea el que “redime”? Redención es rescatar, librar a las personas de un dolor. Cristo viene a librarnos de las consecuencias del pecado original con su muerte.

¿Qué consecuencias tuvo este pecado para la humanidad? Te dejo algunas para que las medites:

  1. Dejamos de ser hijos de Dios
  2. Las puertas del Cielo se cerraron
  3. La muerte

Gracias a su gran amor, que se concretó en entrega, hoy estamos librados de estos males. A través del Bautismo nos convertimos Hijos de Dios, con los sacramentos que instauró podemos alcanzar la santidad, pues nos dan la gracia santificante y por último abrió las puertas del Cielo para que la muerte únicamente sea del cuerpo, ya que el alma no muere jamás.  Si deseas profundizar en la Santísima Trinidad, acude a la Eucaristía, porque ahí en la hostia que recibes está Jesús unido a su Padre y al Espíritu Santo.

Todos para uno, Dios Espíritu Santo

 «Toda la historia de la Salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo» (CAT 234) Y es que las tres personas de la Santísima Trinidad desean compartir ese Amor con el que se relacionan entre ellas. Únicamente el deseo de compartir esta felicidad, fue el motor de la creación, redención y ahora la santificación.

La santificación es “hacer a alguien santo por medio de la gracia”, según la RAE. Y tiene razón. La tercera persona de la Santísima Trinidad nos santifica por medio de la gracia, porque con solamente decir “Ven Espíritu Santo”, Él mueve nuestra voluntad con sus inspiraciones.

¿No sabes de dónde te viene la idea de ir a misa? ¿No sabes por qué deseas hacerle un favor a “esa” persona? ¿No te explicas cómo llegó a tus manos “ese” libro? Es el Espíritu Santo que busca llevarte a Dios en lo ordinario. Dile, ¡sí!, otra vez ¡sí!, y nuevamente ¡sí! 

Todos para uno y uno para todos

Para terminar, quería animarte a tenerle devoción a la Santísima Trinidad porque las tres Personas Divinas que la forman desean que te descubras a ti mismo a la luz de la mirada divina -un descubrimiento maravilloso-. Como dice un sabio autor espiritual “tenemos la libertad de ser pecadores y de ser santos.

En cuanto a la primera, evidentemente no significa que seamos libres de pecar libremente y sin consecuencias (…) sino más bien a que nuestra condición de pecadores no nos aniquila, que de alguna manera tenemos “derecho” a ser miserables, derecho a ser lo que somos. Dios conoce nuestras debilidades y flaquezas, pero no nos condena ni se escandaliza por ellas (…) Con la mirada que posa sobre nosotros, Dios nos invita a la santidad y nos estimula a la conversión y al progreso espiritual, pero sin la angustia por alcanzarla”, Jaques Philippe, la Libertad Interior.

La Santísima Trinidad nos ha creado, nos ha redimido y hoy nos santifica. Mantener esto en nuestra memoria nos puede ayudar a percibir que la mirada de Dios nos autoriza a ser plenamente nosotros mismos, con todas nuestras limitaciones, sin obligarnos a ser otra cosa distinta a la que somos, sino a que convirtamos en “divino” todo aquello con lo que nos ha creado y que nos ha dado. 

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