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SANTIAGO APOSTOL

EL HIJO DEL TRUENO

En esta ocasión hablaremos del primero. Su carácter fuerte e impetuoso lo llevó a tener como sobrenombre «Hijo del trueno», igual que su hermano Juan. Imagino a Santiago apóstol como un hombre que quería todo y de inmediato, sin importarle lo que se llevase por delante.

Se podría intuir que su manera de ser lo llevaría a enfrentar situaciones difíciles, pero en la barca de Jesús habían muchas personalidades; él sería esa persona que empujaba a los otros cuando se detenían. En ocasiones su impulso serviría de mucho.

MILAGROS

De lo que sabemos, durante su vida fue testigo de innumerables milagros, como la curación de la suegra de Pedro y la resurrección de la hija de Jairo. Debió de ser maravilloso presenciar los milagros de Jesús, muchas veces me gusta imaginar los rostros de las personas que fueron sus testigos, en un inicio silenciosos, quizás incrédulos, temerosos, luego; muy confiados, seguros de que lo que estaban viendo era del Mesías que esperaban.

Para los que acudían en busca de ayuda, algo sublime: la alegría infinita de recibir la gracia que sus corazones anhelaban, sin necesidad de preguntar o entender nada.

Ahora me imagino el rostro de Santiago cada vez que presenciaba un milagro, tal vez mirando fijamente con cara de total sorpresa, aprendiendo de los prodigios de Jesús y a punto de lanzarse para querer ser él el protagonista, no por creerse importante o superior, sino por amor a su Maestro, por querer agradarle. Deseo normal cuando estamos ante alguien verdaderamente grandioso y ante todas esas escenas consoladoras.

AMISTAD

Santiago y el resto de los apóstoles se reunían frecuentemente en torno a Jesús. Unas veces en lo alto de un monte, alrededor de una mesa, en largas caminatas. En todas las ocasiones acompañadas de una gran intimidad, se iban convirtiendo en grandes amigos.

Puedo relacionarlas con mis reuniones y en ellas diversas personas con carácter diferente, gustos, exigencias, necesidades distintas. En el caso de los apóstoles, juntos por un mismo propósito: aprender para luego ser capaces de evangelizar. Es bonito pensar que en nuestras vidas terrenas podemos llegar a hacer lo mismo.

INICIOS

Santiago fue escogido por Jesús junto a su hermano Juan y a otros pescadores. Ahí nuevamente fueron testigos del poder de Jesús; ante sus ojos sus redes vacías se repletaron de peces, les pidió que se convirtieran en pescadores de hombres, y de la misma manera iban juntando seguidores. Los apóstoles lo dejaron todo, solo tenían sus corazones prendidos en llamas y el deseo de cambiar el mundo. De la misma manera, Jesús nos busca a nosotros en lo cotidiano, nos pide que le sigamos y que seamos felices dando felicidad.

LA AGONÍA Y LA TRANSFIGURACIÓN

Santiago, junto con Pedro y Juan, formaban parte de los apóstoles que presenciaron los momentos más importantes de la vida de Jesús. De hecho, los tres pudieron presenciar la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní y su transfiguración ante Elías y Moisés. Dos actos totalmente contrapuestos. En el huerto pudieron ver la humillación del Hijo de Dios y la obediencia hasta la muerte; y en el resplandor de la transfiguración, la gloria entera. Dos lecciones muy grandes que fortalecerían su fe.

FIDELIDAD HASTA LA MUERTE

Siguiendo a Jesús como Santiago sabemos que vamos bien; incluso en las dificultades, él lo acompañó en el momento más duro de su vida humana y pese a todo no perdió la fe. Fue fiel hasta su propia muerte. En ese tiempo era normal para los cristianos dar testimonio con la propia vida: Santiago fue muerto por Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande. Según una de las tradiciones se dice que su cuerpo descansa en Santiago de Compostela, en España. En 1075 inicia la construcción de la Basílica dedicada al apóstol y desde la Edad Media se convirtió en un sitio de gran veneración y de innumerables visitas de peregrinos, antes de toda Europa y ahora de todas las partes del mundo. Podemos aprender mucho de todos los apóstoles. De Santiago, la prontitud con que acudió al llamado, la fidelidad de su testimonio hasta la muerte y que domando el carácter se puede transformar para bien.

Nosotros también podemos llegar a ser mártires sin morir, amando y aguantando a quien nos odia.

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