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La Puerta Al Cielo

Vida Celestial

Recuerdo que estábamos en una reunión de amigos y surgió el tema de qué pensábamos que pasaba al morir. Yo dije: “Creo que la vida terrenal es una preparación para la vida celestial. Al morir, si estoy libre de pecados, iré al cielo. Y si tengo algo que limpiar, iré al purgatorio”.

Dos conocidas enseguida exclamaron: “¿Cómo puede haber personas en este siglo que crean en eso?”. Y yo les reafirmé que en eso creía. Hasta ahí llegó la conversación.

Desde siempre he creído esto. Así fui criada. Pero mi práctica espiritual se reducía a ir a misa los domingos y rezar, antes de dormir, un padre nuestro y un avemaría. Y si surgía algún problema, le pedía a Dios que, por favor, lo resolviera.

Pero hace cuatro años sufrí un accidente en que me fracturé dos vertebras y la mano derecha. En ese momento, al sentirme impotente, mientras enfrentaba tres cirugías, una larga terapia y un freno repentino en mi vida, Dios fue mi refugio y consuelo. Así comenzó mi acercamiento más profundo hacia Él. Mi hermana Marta, que es supernumeraria del Opus Dei, me habló por esos días de los retiros mensuales que organiza Rocazul los primeros jueves de cada mes. Comencé a asistir y a confesarme con más frecuencia.

Como me acerqué al Señor

Pero en marzo del año pasado, me diagnosticaron cáncer de ovario y sentí la muerte como un hecho. Por tanto, tener mi alma limpia y en paz se volvió una prioridad.

Los días que esperaba el resultado de la biopsia, mi hermana Marta me enviaba las meditaciones de los diez minutos con Jesús. Fueron un bálsamo de paz. Era lo que necesitaba para iniciar mi día. Ese tiempo me ayudó a conversar con Dios. Viví intensamente el mes de la virgen. Comencé a rezar por primera vez el rosario y, más recientemente, a participar de los círculos semanales de guía espiritual.

Mi prioridad sigue siendo prepararme para la vida celestial, pero ahora con una mayor dirección y disciplina. Con el cáncer nunca se sabe. Gracias a Dios, después de pasar seis ciclos de quimioterapia, estoy en remisión. Y cada examen de seguimiento trimestral es un recordatorio de que algo puede regresar. Confío en que no será así, pero mientras tanto aprovecho cada momento para acercarme más a Dios.

Las meditaciones de 10min Con Jesús

En una de las meditaciones de los diez minutos con Jesús, el padre nos hacía reflexionar al respecto de que Jesús nos ha pedido que seamos perfectos. Es algo humanamente imposible, pero sí es posible para Dios, y por eso tenemos a los santos, que no son unos superhéroes de Marvel, inalcanzables. Los santos han sido personas de carne y hueso que vivieron en su tiempo, en el mundo, y que se dejaron llevar por Dios. Y esa santidad no consiste únicamente en rezar, en ser buenos, o en ser buenos para ellos mismos, sino que esa santidad los lleva a buscar que las personas se acerquen a Dios, que más personas conozcan a Cristo, porque nosotros lo conocemos, o estamos en camino de conocerlo.

Así como Dios les dijo a los apóstoles que fueran por todo el mundo a predicar el evangelio, que se bautizaran y se convirtieran, ese mandato misionario también lo tenemos nosotros. Los que amamos a Cristo y lo buscamos, los que oramos y nos confesamos, los que seguimos los mandamientos y procuramos estar en gracia de Dios, con nuestro trabajo bien hecho, con las horas de clases virtuales, con el estudio, con esa llamada, ese mensaje de WhatsApp a amigos o familiares que están tal vez tristes, solos o pasando un mal momento; estamos anunciando a Cristo, el evangelio.

Y cuando nos esforzamos por vivir de modo santo, estamos reflejando a Cristo. Y en verdad, a través de ti y de mí, Dios obrará milagros, ya no únicamente los visibles, aquellos que espantan demonios. También a través de nosotros muchas personas pueden volver a Dios.

Por ejemplo, cuando un amigo o amiga nos pregunta: ¿cómo haces tú para estar tan contento, tan tranquilo en este momento de cuarentena? Puede ser que le contestes: es que yo todos los días hago un rato de oración. Y si te preguntan: ¿y cómo es hacer oración? Les enseñamos que pueden dialogar con Dios, escuchar los diez minutos con Jesús, rezar el rosario, confesarse. Y puede ser que te hayan respondido: yo no me confieso desde la confirmación. Y de pronto esa persona se confiesa y vuelve a vivir. Con esas pequeñas cosas se pueden propiciar esos milagros en la tierra. Así que cuando Dios da ese mandato de ir por todo el mundo, allí estamos todos nosotros.

Siempre me gustó escribir, pero con el cáncer mis dones salieron a la luz en forma explosiva, a tal punto que mi sueño de publicar un libro se hizo realidad. Pero nunca pensé que mi primer libro sería sobre el cáncer y menos sobre mi cáncer. Le tenía mucho miedo a esa enfermedad.

En palabras de mi editor Luis Yslas Prado: Te ofrezco mis puertas es la bitácora de una paciente con cáncer que asume el proceso de su enfermedad como una sucesión de portales que la conducen a ese saber que solo se adquiere en las experiencias límites”.

Y hoy les reafirmo: en cada una de las puertas que abrí estuve acompañada por Dios. Sin Él no hubiera podido. Y después de más de un año del diagnóstico y de estar escribiendo en mi blog en www.teredominguez.com (desde el mes de noviembre), he comprendido que mi don es hacer que más personas se acerquen a Dios. Que más personas lo conozcan y que, como yo, crean que al morir nos espera el cielo. Y que para llegar a Él tenemos la vida, el hoy que nos ofrece muchas oportunidades para lograr la santidad en la tierra. La puerta al cielo está aquí en la tierra.

 

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