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P. César

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ANÍMATE A SER APÓSTOL

La festividad de san Matías nos anima a ser también testigos de la Resurrección de Cristo.

Hoy celebramos en la Iglesia la festividad de san Matías apóstol, que es quien -según narran los Hechos de los Apóstoles- fue elegido apóstol después de la muerte de Jesús para sustituir a Judas Iscariote.

Como sabes, Judas se quitó la vida después de haber traicionado a Jesús y, además, haberse desesperado a tal punto de acabar con su vida, de suicidarse.

Es el apóstol que viene a completar ese espacio dejado por Judas y es el único que no fue elegido por Jesús, sino que lo hicieron los apóstoles.

Algunas fuentes históricas que he estado revisando, refieren que san Matías viajó a Etiopía en primer término y luego “allí recibió la corona del martirio”.

Aunque no está del todo claro porque las fuentes históricas varían de versión y son, a veces, contradictorias. En fin, no estamos demasiado seguros, pero parece que así fue, se fue a Etiopía y murió mártir por el Evangelio.

TESTIGO DE LA RESURRECCIÓN

Pero si te parece, vayamos a lo que nos refieren las lecturas de hoy precisamente. Me voy a fijar en la primera, tomada del primer capítulo de los Hechos; es decir, muy al comienzo de este libro. Aquí se recogen unas palabras de san Pedro que dice:

“Estando en medio de los hermanos, unas ciento veinte personas…”

(Hch 1, 15).

Empieza un discurso en el que valora que la traición de Judas y la posterior Muerte y entrega por amor de Jesús, fue para que se cumpliera todo lo dicho en la Escritura, pero que el cargo que dejó libre Judas conviene que lo ocupe otro.

“Es necesario que uno de los que nos acompañaron todo el tiempo en el que convivió con nosotros el Señor Jesús, desde el bautismo de Juan hasta el día en que nos fue quitado y llevado al Cielo, se asocie a nosotros como testigo de su Resurrección””

(Hch 1, 21-22).

Atención, porque aquí por lo menos hay dos datos fundamentales. Primero, “hace falta que ese espacio sea ocupado”. Uno dice, de repente no nos queda muy claro el por qué, pero pienso que el por qué está hacia el final.

Los apóstoles ¿qué son? Fundamentalmente, testigos de la Resurrección de Cristo. ¡Ojo! Este es el dato. ¿Qué es un apóstol? Un testigo de la Resurrección.

No solo un testigo de que lo vieron hablar, lo escucharon o lo vieron haciendo milagros, conocieron a su familia, viajaron con Él, conversaron personalmente con Jesús.

Es que eso no basta, no es lo esencial. El apóstol es, fundamentalmente, un testigo de la Resurrección de Cristo. Es decir, alguien que atestigua, que da fe, de que ese hecho ocurrió: Cristo resucitó.

Es interesante, porque déjame recordártelo, seguro que lo sabes y si no, bienvenido a esta tu fe cristiana, tuya y mía, que es maravillosa: Tú también eres un apóstol, ¡puedes serlo! Cristianos hay muchos, pero no todos son apóstoles.

UN APÓSTOL

testigo

¿Quién es apóstol realmente? El que da testimonio de la Resurrección de Cristo.

Y tú me dirás: “Padre, pero yo no he visto el Sepulcro vacío, las sábanas envueltas como las vio san Juan, san Pedro y las santas mujeres; yo no lo vi en el Cenáculo cuando se apareció en medio de ellos estando cerradas las puertas”.

Sí, eso ya lo sé. Pero ojo, también eres un apóstol, porque tú también puedes dar fe de la Resurrección de Jesús, ¿sabes por qué? Porque tú y yo sí nos lo hemos encontrado. Yo sí lo puedo decir y creo que tú también.

Si piensas que no, quizás no has tenido ese encuentro personalísimo con Cristo y ojalá lo puedas tener y lo puedas tener pronto, porque no es difícil, el Señor está listo para acercarse y revelarnos su amor con toda profundidad y su presencia personal y real.

No me refiero a cosas extrañas, me refiero a una unión, a un encuentro personal con Cristo. Esto es la esencia, lo fundamental en tu vida cristiana y en la mía.

Es que te lo encuentras muchas veces: en la Eucaristía, en las Sagradas Escrituras, en el necesitado, en el que te pide un consejo y en el que te lo da. Te lo encuentras en el que sufre, hasta la naturaleza te habla de Cristo.

Te lo encuentras realmente cuando hablas con Él, por ejemplo, en estos minutos de oración que estás haciendo. Todo está en ese poquito de voluntad: “Señor, te estoy buscando, déjame verte”.

Que busques a Cristo, que encuentres a Cristo, que ames a Cristo

(San Josemaría).

Esta es la receta de san Josemaría que no falla realmente.

CREO PORQUE LO CONOZCO

Tantos hemos ido y vamos por ese camino y no hemos sido defraudados. Búscalo, Él se deja ver y entonces serás también un apóstol quien da testimonio. Podrás decir: “Yo he visto, yo lo conozco”.

Quien te pregunte: “oye, ¿tú por qué crees en Dios?” Tu respuesta ha de ser tan natural como verdadera: “Yo creo en Dios porque lo conozco, porque hablo con Él, porque lo recibo en la Eucaristía, porque lo veo en el prójimo; porque lo descubro en el amor limpio que tengo por mis padres, por mi novia, por mis amigos…”

¡Apóstoles fíjate! Esto es el plan del Señor para nosotros. Quiero que deis testimonio de Mí”, diría Jesús. Pues escuchemos esa voz que nos lo pide.

¡Apóstol! Esto pidieron para san Matías o antes de elegirlo, mejor dicho: quien dé testimonio de la Resurrección de Jesús.

Luego, la otra condición es que lo haya acompañado; es decir, que ha presenciado toda la vida de Jesús.

Es muy interesante, porque eso ocurre con los apóstoles, habían visto y acompañado a Jesús desde el bautismo de Juan hasta la Ascensión.

Entonces, ¿qué ocurre?

“Propusieron a dos: José, llamado Barsabá, de sobrenombre justo; y Matías”

(Hch 1, 23).

A mí me hace gracia siempre que leo este pasaje, porque está como muy elevada la imagen de este tal José, cuyo sobrenombre era justo. Es como si tu sobrenombre sea “el buena gente”, “el bueno”, “el santo…”, eso dice mucho.

testigo

Habitualmente, los sobrenombres se refieren, por ahí, a algún defecto, a algún aspecto exagerado de la personalidad o alguna cuestión más anecdótica. Pero fíjate, el sobrenombre de José era: “santo”. Y luego san Matías, de quien no se dice nada.

Así de entrada pareciera que José era el más idóneo, el santo, el bueno, cuyo sobrenombre era: “el justo”. Y no, era Matías el indicado.

“Rezando dijeron: “Señor, Tú que penetras el corazón de todos, muéstranos a cuál de los dos has elegido para que ocupe el puesto de este ministerio y apostolado.”

Repartieron suertes y le tocó a Matías y lo asociaron a los doce apóstoles”

(Hch 1, 24-26).

¡Impresionante! San Matías.

Esto que te sirva también para no caer en falsas humildades de decir a veces: “pero ¿yo qué le voy a hablar de Dios a la gente? Es que se van a reír de mí; es que yo he tenido en el pasado una vida de lo más azarosa, no me van a creer”.

O “yo, ¿plantearme un plan de vida exigente, profundo, de misa diaria, con oración frecuente -diaria también en la mañana y en la tarde-, confesarme con frecuencia -desde luego que lo necesito dirás, pero… tomarse tan en serio la fe?”

¡Por supuesto! Ser testigo de Jesús, de su Resurrección, ¡por supuesto! Y si crees que hay mejores que tú, pues deja eso al Señor, pero tú a lo tuyo, tú ocúpate de responderle al Señor: “Sí quiero”.

No vayas a pensar o a calcular con tus solas fuerzas. ¿Cuántas veces nos equivocamos?

De chicos somos muy porfiados, con tu padre que te dice una cosa y tú vas por el contrario; pero, sin embargo, siempre la sabiduría y la experiencia de un padre o de una madre, sabe más y, al final, calcula mejor y casi siempre tiene la razón porque sabe más.

Pues si eso pasa con nuestros padres, imagínate con Dios. No te eches a calcular tus fuerzas, déjaselo al Señor, tú y yo a lo nuestro: a ser testigos de la Resurrección de Cristo.

Le pedimos a san Matías y a nuestra Madre santísima que nos ayuden a llevar a la obra estos buenos propósitos.

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Citas Utilizadas

Hch 1, 15-17. 20-26

Sal 112

Jn 15, 9-17

Reflexiones

Jesús, ayúdame a ser un buen apóstol tuyo.

Predicado por:

P. César

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