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TESORO EN LA TIERRA

n este domingo, no me gustaría centrarme en el Evangelio del día, que ya se comentará en las homilías de las Misas de las que cada uno asista, sino en un texto que siempre es bueno recordar:

“Venid, benditos, y tomad posesión del reino porque tuve hambre y me diste de comer tuve sed y me diste de beber.”

(Mt 25,34-35)

Me gustaría trabajar este Evangelio el día de hoy, en base a alguna cosa que está pasando en Latinoamérica especialmente.

EUTANASIA

Porque en Europa ya pasó como la onda, que es todo este tema de la: Eutanasia. De desechar a los que sufren. Y eso es una clara muestra del declive de nuestra sociedad.
Porque muchos sabios a lo largo de los siglos, han pensado o aceptado la idea, de que el grado de cultura que alcanza una civilización, está determinada esencialmente, por el amor que sus integrantes les dispensan a los ancianos, a los niños, a los débiles y a los enfermos.
A la luz de este concepto, me gustaría que vayamos hablando con el Señor, en función de algunas historias, que pienso que tienen bastante relación con este aspecto.
Una primera, es de un sacerdote amigo, que murió hace relativamente poco, que como consecuencia de un grave accidente se quedó cuadrapléjico. O sea, solo podía mover la cabeza, y respirar con cierta dificultad.
De todas formas, asumió esa trágica situación, y hacía lo que estaba a su alcance, o sea, confesaba, concelebraba la Misa con otro sacerdote que lo ayudaban.


Daba clases, aprendió a utilizar una computadora soplando, moviendo los labios y su vida fue bastante productiva.
Recuerdo que tenía un sitio web que se llamaba: www.fluvium.org y ahí uno se inscribía, fue uno de los primeros newsletters que funcionaban bien.
Su vida en esos últimos 15 años, porque se accidentó cuando su edad rondaba los 30, transcurrió básicamente una silla de ruedas.
Recuerdo que una vez le entrevistaron los estudiantes de la facultad de periodismo de la universidad donde vivía, y le preguntaron: ¿Qué le recomendaría usted a quienes se encuentran en su situación?
Y este sacerdote respondía: “Nada”. A los que están en mi situación no les diría “nada”.

DAR SIN ESPERAR NADA A CAMBIO

Pero si les diría algo a quienes tienen que asistir a personas en circunstancias semejantes a las mías.
O sea, a personas que hay que darles de comer en la boca, que hay que trasladarlas, hay que limpiarlas, higienizarlas, acostarlas, levantarlas, darles todo…
Les diría a los que les ayudan: Que se acuerden de que los enfermos para ellos somos “un tesoro”.

Porque somos la oportunidad que tienen de servir y de vivir el amor de caridad, o sea, de dar sin esperar nada a cambio.
Y continuaba este sacerdote diciendo: “es decir, yo para mí, no valgo “nada”, pero sí para los demás, ya que soy el tesoro de quienes desean amar a quienes no tienen con qué retribuirles.
Y un día moriré y quienes me cuidan tendrán que retomar la búsqueda de un nuevo tesoro para sus vidas, para que sean realmente una historia de amor.
Esta entrevista, revisándola recientemente, me hizo pensar mucho.
Señor, hoy que estamos hablando contigo; que no desperdiciemos las oportunidades de servir a los que no pueden hacer nada porque están impedidos, por los que no tienen posibilidad de retribuir las cosas que les hacemos a su favor.

“Venid, benditos, y tomad posesión del reino porque tuve hambre y me diste de comer tuve sed y me diste de beber.”

(Mt 25,34-35)

Señor, te tenemos que aprender a ver en esas personas que sufren y ayudarte a Ti es ayudarles a ellos, tener ese amor por Ti, es amor a ellos.
Otra historia que recuerdo hace poco, es de una chica discapacitada, tenía un retraso mental fuerte, ya era mayor, y al morir sus padres, se fue a la casa de una de sus primas que la recibió con gran afecto.
Un día esa chica murió, y a su prima se le fue ese tesoro con el que vivió esos años, una historia de amor repleta de fidelidad y de cuidados que le prodigó hasta el final.

UN TESORO

Pienso que su prima, cuando le toque el tiempo de morir, se presentará delante del Señor, y escuchará esas palabras con las que empezamos este rato de oración, y escuchará del Maestro:

“Venid, bendita, y toma posesión del reino porque tuve hambre y me diste de comer tuve sed y me diste de beber.”

(Mt 25,34-35)

¡Y es que así es! Y una tercera historia de una niña que nació con síndrome de Down y otras dificultades.

Me permito señalar que Down, tiene su raíz etimológica latina en la palabra donum, es decir, es don o regalo.
El nombre de esta niña era María Paz y sus padres un matrimonio con la firme convicción de que en este mundo no hay vida sin valor.
La niña murió al poco de nacer, pero no sin que sus padres cumplieran con ese deber fundamental de bautizarla y confirmarla.
Pues bien, con una visión humana, quizás podríamos decir que en este mundo esa niña no hizo nada. Y por sus limitaciones físicas, de haber sobrevivido, tampoco habría hecho mucho.
Pero ella, como decía el sacerdote cuadrapléjico, es de esos tesoros que pueden hacer de nuestras vidas, una historia de amor.
De hecho, su breve presencia en la tierra, removió los corazones de sus padres y los amigos, animándoles a luchar contra egoísmos, activismos, ensimismamientos…
Ella no podía dar clases, ni participar de la Misa, ni agradecer con palabras el amor de sus padres.
Pero, diminuta y enferma como era, elevó los corazones de quienes de algún modo la conocieron, pues recordó el modo incomparable, de que amar es dar sin recibir nada a cambio.
Así nos encontramos con nuestra civilización, que es una civilización que está enfocada en la practicidad de las cosas que funcionan, en las cosas que tienen como utilidad, ¡y claro!, el amor no tiene utilidad.

LOS QUE CUIDAN A LOS ENFERMOS

¡El amor es algo que se da completamente! Y tenemos que buscar en nuestras vidas, porque seguramente tendremos alguien que tal vez no está tan necesitado, o alguien con el que podríamos tener más detalles de gratuidad.
Esa persona que no puede retribuirnos de ninguna manera, es que ahí está Jesús, ahí está Él.
Recuerdo que una vez ayudándole en Misa a don Javier Echeverría, en un oratorio pequeñito donde celebraba usualmente.

Él tenía la costumbre de sugerir las intenciones de la Misa, y recuerdo una vez que antes de empezar la Misa me dijo: “hoy vamos a pedir por aquellos que cuidan de los enfermos, para que no se cansen, para que tengan paz”.
Me pareció bien bonito, no tenía en la cabeza ese momento algo de este estilo, pero es importante acordarnos también de los que cuidan a los enfermos.
De los enfermos que no pueden retribuir y que han encontrado alguien que les ve como un tesoro, para que no dejen de verles como un tesoro, para que den con esa gratuidad que el Señor espera.
Porque cuando damos así, entonces hay una paz increíble en el corazón. Y cuando entra el cansancio, recordemos esas palabras del Maestro:

“Venid, benditos, y tomad posesión del reino porque tuve hambre y me diste de comer tuve sed y me diste de beber.”

(Mt 25,34-35)

Señor, yo quiero estar ahí, quiero también darte de beber y darte de comer y cuidarte en las personas que no tienen quien lo haga.
Y rezar por aquellos que han encontrado ese tesoro aquí en la tierra, que se convertirá en algo mucho más grande también en el Cielo.
Te lo pedimos a través de nuestra madre la Virgen, ella que es: “consuelo de los afligidos”, “auxilio de los cristianos”.
A ella acudimos para pedirle que nos ayude a llevar bien esas cargas y a ver a las personas que necesitan, como un tesoro.

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