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LA TERCERA APARICIÓN DE JESÚS DESPUÉS DE LA RESURRECCIÓN

oración

En estos 10 minutos con Jesús estamos procurando hacer oración como nos están enseñando desde 10 minutos con Jesús. Esas lecciones para aprender a hacer oración, tan útiles, tan necesarias, que nos hacen tanto bien.

En el cual un grupo grande de hermanos en la fe está poniendo mucho esfuerzo, mucho trabajo para ayudarnos a todos a aprender a hacer oración. Todos tenemos que aprender y reaprender a hacer oración porque lo olvidamos, porque nos cuesta, porque siempre nos va a costar.

Hacer la oración siempre es una tarea difícil porque no está tan cerca el interlocutor. Hablamos con alguien que no nos contesta y tenemos que aprender a hacerlo porque tiene su arte, tiene su ciencia. Hablar con alguien que no te va a contestar sin embargo quiere que establezcamos ese nexo, esa comunión, esa oración, ese puente que está en pensar en él, en poner nuestra confianza en él, en contarle nuestras preocupaciones, ilusiones.

Sincerarnos en su presencia, mostrarle nuestras  heridas, nos hace tanto bien. Hablar, contarle, decirle lo que nos pasa, lo que nos da miedo, lo que nos parece. Y el Señor escucha y responde por caminos diversos. A veces responde con hechos, a veces responde con un libro, con algo que nos dice alguien.

LE INTERESA QUE  LE HABLEMOS

Dios tiene sus caminos y sus tiempos pero le interesa que nosotros hagamos el esfuerzo de hablar con él, el esfuerzo de decirle lo que nos pasa, de agradecerle todas las cosas que nos ha dado cada día. Qué pena cuando el corazón es desagradecido porque se niega, se cierra a seguir recibiendo gracias.

Una persona que no agradece no puede seguir recibiendo gracias, por eso necesitamos dar gracias por ejemplo. Qué necesidad tan grande en la oración darle gracias a Jesús, pedirle perdón: “Señor he metido la pata aquí, traté mal a esta persona, pensé mal de esta persona, fui impaciente con ese amigo, fui duro con este compañero.

Ayúdame Jesús a curar esta herida, porque esta herida ya va a tener un castigo en mí mismo. Me va a hacer más indiferente, me va a ser más inmisericorde”.

Una persona en pecado está como incapacitada para amar. En la medida que no nos arrepentimos del pecado, estamos incapacitados para amar.

Todo eso es materia de oración. Pedir perdón, dar gracias, pedir lo que necesitamos y también adorarlo. Decirle a Dios que es nuestro Dios, que nos alegra que sea nuestro Dios.

“Jesús me encanta que sea mi Dios. Qué alegría tan grande haberte conocido, qué alegría tan grande es tenerte en mi vida, qué alegría tan grande es que estés en mi barca. Te adoro Dios mío, Señor mío y Dios mío”.

LOS CUATRO EJES DE LA ORACIÓN

Todo eso se lo decimos a Jesús. Y así, pasito a pasito, vamos aprendiendo a hacer oración con esos cuatro ejes: pedir perdón, agradecer, pedir lo que necesitamos, adorar.

Hoy en el Evangelio del día estamos considerando una realidad que es la de los discípulos cuando se encuentran con Jesús después de resucitado.

“En aquel tiempo, Jesús apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el mellizo, Natanael, el de Caná, los Zebedeos y los otros dos discípulos suyos. 

Simón Pedro les dice: «me voy a pescar». Y ellos contestaron: «vamos también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron. Aquella noche no pescaron nada. Cuando ya estaba amaneciendo Jesús se presentó en la orilla, pero los discípulos no sabían que era Jesús. 

Jesús les dijo: «Muchachos ¿Tienen pescados?» Le dijeron: «no». Él les dijo: «Echen la red a la derecha de la barca y van a encontrar». La echaron y no podían sacarla por la cantidad de peces. 

Aquel discípulo, a quien Jesús amaba, le dijo a Pedro: «Es el Señor».

Al oír que era el Señor, Pedro que estaba desnudo, se ató la túnica, se echó al agua. Los demás se acercaron a la barca porque necesitaban de tierra más que unos 200 codos, remolcando la red con los peces. a

Al saltar a tierra vieron unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dijo: traigan los peces que acaban de agarrar. Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes, ciento cincuenta y tres. Aunque eran tantos no se rompió la red”

(Jn 21, 1-14).

SUPERA NUESTRA EXPECTATIVAS

Es muy bonito estas apariciones de Jesús a los apóstoles. Jesús nos desborda siempre superando con creces nuestras expectativas de recibir sus dones.  Si estamos abiertos, como hablábamos recién, en la oración: agradecer,  pedir perdón.

Todos los días tenemos que agradecer, pedir perdón, todos los días tenemos que pedir que gracias necesitamos ese día, pensando en las cosas que tenemos por delante cada día y todos los días tenemos que adorar, decirle a Dios que es el centro de nuestra vida.

Por eso cuando vivimos de esa manera, Dios siempre va a superar con creces nuestras expectativas de recibir sus gracias. La pregunta que nos tendríamos que hacer es si estamos preparados para tanta abundancia. Ciento cincuenta y tres peces grandes.

Jesús no hace un milagro de diez pescados, con eso les sobraba para hacer una cena; ciento cincuenta y tres peces grandes. Vaya a saber lo que era un pez grande, quizás comían todos con un pez grande. Por eso esto que nos dice: que Dios nos va a dar mucho más de lo que pedimos.

Tal vez nos encontramos como Pedro y sus compañeros de pesca con la barca vacía, desalentados después de trabajar durante mucho tiempo, sin resultado. Es lo que se llama la noche del esfuerzo inútil, que todos hemos experimentado alguna vez, la noche del esfuerzo inútil.

Yo personalmente lo siento a veces mucho a la hora de acercar a mis amigos a Dios. Cuántas veces hago esfuerzos por mostrarles el camino, por mostrarles la vida de Jesús, quién es Jesús, cuánto significa Jesús para mí y tantas veces es en vano, es  como pescar y que no salga nada. Me hace acordar perfectamente a la  pesca de estos discípulos.

JAMÁS PERDER LA ESPERANZA 

La cantidad de veces que he intentado tirar las redes en el corazón de mis amigos, de mis alumnos, de la gente que se cruza conmigo en el camino de la vida y tantas veces he sacado la red vacía, completamente vacía.

Sin embargo, Jesús nos recuerda: ojo que yo sigo siendo Dios, no te olvides. No vayas a pensar que la noche del esfuerzo inútil es una noche, llega la luz a la noche cerrada de nuestras ineficaces rutinas.

Después de la vigilia viene la Pascua. Jesús resucitado se adentra en la noche de la Pascua, de la pesca baldía y nos sorprende a todos al pedir a los discípulos que repiten las mismas acciones con la diferencia de que ahora es Dios el que está detrás.

Por eso, apoyémonos en Jesús en la eucaristía porque el Señor va a hacer muy eficaz esas noches baldías, esas aparentes rutinas inútiles. No perdamos la esperanza de que Dios va a ser inmensamente fecundo en nuestra vida. A pesar de que muchas veces vamos a recoger la red vacía.

En parte se debe a que a veces no hacemos bien la oración; esto que veíamos al principio, si no cuidamos esa sus cuatro ejes de la oración lógicamente estamos cerrados nosotros a la gracia. Y otras veces porque no es el tiempo de Dios, pero tarde o temprano  la red se va a llenar. Eso es de lo que no podemos dudar nunca.

Quizá algo que aprendimos hoy del Evangelio. Le pedimos a Jesús tener esta confianza enorme en que siempre él va a llenar nuestra red de pesca.

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