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¿TE VAS A ENOJAR PORQUE YO SOY BUENO?

TE VAS A ENOJAR PORQUE YO SOY BUENO
UN EVANGELIO PROFUNDO

Al ver el Evangelio del día de hoy que me toca predicar para estos 10 minutos con vos Jesús, me dije: Me parece que a mí ya me tocó este Evangelio… Pienso que me tocó no hace mucho. Y pensé: A ver qué otra vuelta darle para no comentar lo mismo… 

Me daba cuenta una vez más, que el Evangelio es tan profundo y tiene tantos matices, que podemos siempre profundizar. Aprender las cosas que vos Jesús nos querés transmitir. Y qué importante es que ahora, haciendo nuestra oración, leyendo el Evangelio, vayamos como empapandonos de una visión nueva de la realidad. Porque eso es lo que Jesús nos trae: el Reino de los Cielos. 

La buena noticia es mirar las mismas cosas pero desde una perspectiva, te diría, más verdadera: la perspectiva de los hijos de Dios. La que tiene en cuenta ese aspecto tan importante que es la vida sobrenatural: que Dios existe y que Dios actúa. 

MOSTRAR AL HOMBRE LO QUE ES EL HOMBRE

Para eso vino. Viniste vos Señor a la tierra a mostrar al hombre lo que es el hombre. 

Y como dice en el “Gaudium Spes», aquel documento del Concilio Vaticano II, también viniste para mostrarnos quién es Dios.

Dios, que para nosotros es un desafío, nos dice Jesús que: “[…] nadie ha visto al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11, 27).

Justamente en el Evangelio de hoy pensaba que podemos ver una pincelada de cómo es el Padre. Jesús nos lo va retratando en estas parábolas, y en su mismo trato con el Padre.      

Es el Evangelio de aquel propietario que va llamando a los obreros para que trabajen en su viña:

“Desde muy temprano salió a buscar trabajadores, arregló con ellos el pago de un denario, y al final del día, los fue llamando. Empezó por los que habían llegado de último, y al atardecer, algunos habían trabajado muy poco tiempo con respecto a los que habían comenzado al alba. 

Les fue dando un denario. Y cuando llegó a los primeros que habían aguantado el peso del día y el calor, estos creían que recibirán  más. Sin embargo, recibirán también un denario. Entonces protestaron.

El propietario le dijo a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia; es que ¿no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno? (Mt 20, 13-15).

YO SOY BUENO…

Y quería quedarme con estas palabras que nos dice Jesús: “¿Vas a tener envidia? ¿Vas a reaccionar mal porque yo soy bueno?” 

¿No tiene derecho Dios a hacer con sus asuntos como Él quiera? Quizás pensaba que este reproche nos lo podría a veces dirigir a nosotros el Señor, cuando no confiamos en su bondad, no ya con los demás, sino incluso con nosotros mismos. Cuando no aceptamos que Dios puede ser bueno.

¿Por qué digo esto? Porque mientras  muchas veces Jesús nos muestra un Padre que nos quiere premiar, qué está contento con nosotros. Puede ser que uno en su relación con Él esté pensando más en: No soy digno, en las cosas que hago mal, en lo que Dios me reprochara de mi conducta, de mi vida.       

UNA ENTREVISTA

Me acuerdo una vez, que un amigo se había recibido de abogado, estaba buscando trabajo. Mandó su currículum a distintos estudios, y lo llamaron de uno muy bueno y famoso (y también famoso por qué explotaba a sus trabajadores). Pero era muy prestigioso y había pasado ya una entrevista o más. Resulta, que en medio de ese proceso, le surgió la posibilidad de irse a estudiar a Roma, Teología. De hecho mi amigo ahora es sacerdote. 

Y aunque sabía que se iba a ir ese mismo año de Argentina, decidió igual ir a la entrevista, pues le parecía interesante la experiencia. Aunque sabía que no se iba a quedar en el trabajo, fue. 

Y era muy gracioso cuando contaba cómo le fue en esa entrevista, porque le empezaban diciendo: “Acá nosotros vivimos para el cliente,  tenemos una dedicación total”. 

Entonces mencionó que para él no iba a ser posible, porque él tenía otras cosas, no podía. Quien lo entrevistaba le dijo: “Bueno, no se preocupe, también se puede arreglar”. 

Luego le decía: “Aquí los abogados manejan perfectamente el inglés porque tenemos clientes del exterior”. Y les dijo que en realidad en inglés no era tan bueno porque nunca lo estudió en serio.

El entrevistador le dice: “Bueno, no se preocupe porque vamos a hacer cursos”. Y así sucesivamente siguió la entrevista. Y muy graciosa, porque en lugar de que el supuesto interesado en el trabajo se vendiera, y contar lo mejor de él, el otro se tiraba abajo y lo animaba.Finalmente no tomó el trabajo. 

DIOS: MI PADRE

Pero pensaba que a veces nosotros con Dios vamos un poco así: Que yo hago esto mal y no sirvo. Que no cumplo y no puedo… y lo vemos a Dios como alguien que nos está juzgando. No vemos a nuestro Padre Dios. A ese Padre que vos Jesús queres revelar justamente como a un Padre.

 Y te pregunto ahora: yo en Dios, ¿Tengo a un amigo o un enemigo? ¿Dios está de mi lado, quiere lo mejor para mí, o está en mi contra? ¿Es Él que le da un sentido profundo a mi vida, o es quien me la complica? ¿Dios me da paz o me da inquietud?

Porque si nos pasa todo lo segundo que acabo de mencionar: El que me complica, me da inquietud, en el fondo me molesta, mi enemigo, y quizá, no creemos en el Dios que Jesús nos está queriendo revelar. 

Pues tenemos una imagen de alguien que está ahí vigilándote, que me controla a ver si me equivoco. Y pienso que es muy injusto eso con Dios. Y que no es el Padre que Jesús nos quiere mostrar.

Deberíamos con el Evangelio, con nuestra fe, con nuestro trato con Él, ir descubriendo más al Dios verdadero: ¡ese que es Padre!

UN PADRE BUENO

Hay mucha gente que vive tensa en su trato con Dios, incluso por ahí envidiando, por así decirlo explícitamente, a otros que viven como relajados, que no tienen fe. Y Dios está totalmente al margen de su vida: mira qué envidia este vive relajado, hace lo que quiere.

Si nos pasa eso, es que tenemos que conocer a Dios Padre, al Padre que Jesús nos quiere revelar. Fijate vos cómo es un Padre bueno.

Ahora tengo un amigo que tuvo su primera hija, bastante grande la tuvo. Y mientras que mucha gente sufre en la cuarentena, él está bastante feliz, porque en lugar de estar horas afuera de casa trabajando, él trabaja desde su casa, y así puede pasar un montón de tiempo con su hija.

Manda fotos de la hija y se le cae la baba,  ¡está encantado! ¿Y qué puede esperar de su hija? ¿Qué llore, se despierte en la noche y haya que cambiarla? ¿Llevarla al médico también? Se reirá e irá aprendiendo a caminar…

Pero no es que necesita que haga algo la hija, no va a pagar las cuentas, ni va a limpiar la casa, no pasa nada así. Y nosotros nos sentimos así como un bebé con su padre respecto a Dios.

¿CÓMO VEMOS A DIOS?

Vos fíjate cuántas veces los papás se mueren de gusto por sus hijos, tal vez por una actuación en el colegio, si les trajo un regalito del día de la madre o del padre, por qué fue a un partido de fútbol y hace un gol… Es ese sentimiento de gozo, de plenitud que tienen los padres al ver a sus hijos, pero ¿de dónde sale? ¿No será un reflejo mínimo de lo que tiene Dios por cada uno de nosotros?

Pensemos y si tenemos esa visión un poco errada de que Dios es un Padre que exige más de lo que ama: ¡Ahí tenemos que reflexionar!

 Hay un artículo en la página del Opus Dei, una sección que se llama: “Nuevos Mediterráneos”. Aquella primera oración del hijo de Dios (que te recomiendo), y habla de este tema.

Ahora ya se me pasó el tiempo, así que voy a tener que cortar. Pero pueden leer ahí, si te sirve, y pensar en aplicar todo eso que ves de un papá bueno, que se goza en su hijo. 

A ver si  pensas que eso lo tiene Dios con vos, y yo también, y más vale que nos pasemos de audaces con Dios, que de tímidos. Más vale hijos, que no esclavos. Así nos quiere: que no tengamos ningún problema que Dios sea Padre. Que sea un Padre bueno, que no tengamos problema con eso.     

Vamos a  terminar encomendandonos a la Virgen, que es la Hija de Dios Padre.

 

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