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HAND OFF

DIOS ILUMINA
TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO

A la entrada de la capilla del colegio en donde trabajo hay un crucifijo bastante grande encima de la pila del agua bendita, y tiene encima unas palabras que son las que salen hoy en el Evangelio.

Por eso me viene a la memoria esa imagen del crucifijo, y las palabras son: ‘Así Dios amó al mundo’. Es lo que está escrito.

La traducción que tengo ahora a mano del Evangelio de la Misa de hoy dice:

«Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito»

(Jn 3, 16).

Esa es la muestra del amor de Dios por nosotros, que puede llegar a ser una prueba irrefutable del amor de Dios: Cristo que se ha dado.

¿QUÉ DARÍAS POR LOS QUE AMAS?

Es como si unos papás gastan una fortuna, todo lo que tuvieran, para solucionar un problema de salud de su hijo o de su hija, y se quedan sin nada… ¡Pero consiguen la salud de ese hijo!

Si alguna vez al chiquito se le ocurriera pensar: -Mis papás no me quieren. En seguida le vendría a la cabeza: -¡Pero si gastaron todo lo que tenían para que yo pudiera estar bien!

“Y en realidad Vos, Señor Dios, Padre nuestro, hiciste más. Vos, Jesús, con quién queremos hablar ahora, viniste voluntariamente a dar tu vida. No sólo lo que tenías, diste todo. ¡Hiciste más! Y sin embargo, parece que te miramos todavía con cierta sospecha”. 

VINO A SALVARNOS

“Hoy nos decís en el Evangelio:

«No vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo».

Y sin embargo, me da miedo o me incomoda tu presencia, tu cercanía en ciertos ámbitos de mi vida en qué, me podrías llamar a mejorar, a cambiar… 

Me podría iluminar, y es que hoy nos habla el Señor de Luz:

«El que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios». 

“Y Vos sos Jesús esa luz”.

«El que obra el mal, en cambio, detesta la luz, no quiere sentirse acusado, no quiere confrontarse con Cristo». 

“Veni, Jesús a salvar no es juzgar”. Y aunque esto lo sé muy bien en la teoría, acabamos de celebrarlo en la Pascua por todo lo alto: ¡que viniste a salvarnos!

UN HAND OFF

“Sin embargo, Señor, que lo sepa también en la práctica, que te deje acercarte a mí sin reparos, sin defenderme, sin ponerte barreras, sin rechazarte”.

Nos podría pasar, quizás en algún aspecto o situaciones de nuestra vida que te hacemos Jesús como un ‘handoff’ ’, como se hace en rugby para rechazar al que te viene a taclear, el que quiere detenerte con un ‘hand off’, es decir, con la mano fuerte y uno lo expulsa.

Y en la vida de piedad, podemos pensar: ¿yo rezo como Jesús quiere que rece? ¿Cuánto tiempo le dedico…? ¿El empeño que pongo en la caridad…? ¿La caridad en casa…? ¿Me propongo, Señor, lo que me propones Vos…? ¿O mejor, ni me pregunto a la luz de Tus enseñanzas cómo soy para los demás…?

O, ¿cómo organizo mi tiempo? ¿Qué hago con mi plata? ¿Qué prioridades tengo? ¿Te dejo, Señor, iluminar toda mi vida? ¿Te veo como alguien que viene a salvarme, a darme la solución…? ¿O sos una amenaza a mi felicidad? O, ¿te veo como un problema que si te doy demasiada cancha me vas a complicar? (…)

UN MAL TRATO

Recuerdo ahora un episodio de una novela en la que el general de un ejército manda a quemar una ciudad que tenía sitiada. Una decisión cruel que había doblegado al enemigo. Y como no se rendían, toma esa decisión.

Y después de que pasó todo, se enteró de que su propia mujer, que había viajado con ellos, había ido a escondidas a interceder ante los líderes enemigos para evitar esa tragedia, quería convencerlos de que se rindieran. Y éstos, la habían tomado prisionera.

Y resulta que murió en el fuego con muchos habitantes de la ciudad asediada. Cosa que cuando el general se entera, le genera un gran trauma; ya que queriendo dañar a su enemigo terminó con la vida de la persona que más lo amaba y a quien él amaba. La trató por confusión y sin saberlo, cómo al peor de sus enemigos…

«Es quizá exagerado, pero, a Vos, Jesús, te tratamos como al enemigo y desconfiamos de Vos. Te vemos como una amenaza, como alguien que viene a quitarme algo que quiero, y qué injusto sería. Si justamente a Vos, Señor, que me venís a salvar y no a juzgar, te mirara así, con sospecha. 

A Vos que venís a decirme no todo lo que hago mal, sino a ayudarme a que pueda hacer el bien». 

EL AMOR VENCE

En este rato de oración, de conversación con Jesús, en este tiempo de esperanza que estamos viviendo, que es la Pascua: “ayúdame a ver algún punto en que pueda dar un paso de confianza. Dejar que te acerques a mí, dejar que me ilumines”.

“Porque quizá ahora te estoy poniendo un ‘hand off’’, te estoy diciendo: ¡acá no te metas!. Aunque no lo diga explícitamente, pero con los hechos… Porque como si vinieras a atacarme, a derribarme y hacerme un tacle”. 

“Y en eso ayúdame, Señor, a confiar. Ayúdanos a todos a que tengamos mucha confianza en que venís a ser nuestra salvación. Y que te dejemos acercarte e iluminarnos, en el fondo, por amor”. 

Dice san Juan que:

“El amor vence el temor” (1 Jn 4, 18).

Así como veíamos en la madrugada del Domingo de Resurrección, aquellas mujeres que iban a embalsamar tu cuerpo, Jesús, porque te querían tanto a pesar de las dificultades, a pesar del miedo que también tendrían de saber que estaban ahí supuestamente los soldados… El amor vence el temor.

SEGUIR SUS HUELLAS, SUS ENSEÑANZAS

“Y si nos decidimos a dejar que Vos nos ilumines, ya de entrada sabemos que no nos va a salir todo bien…”.

No vamos a cambiar de un día para el otro. Y en realidad no se trata tanto de eso, de que hagamos todo perfecto, que nuestra vida se pueda ver entera desde afuera y todo sea inmaculado y reprochable…

Pero sí se trata de que procuremos seguirte, de que no te pongamos barreras, de que intentemos ir detrás de tus pisadas -aunque haya que pedir perdón muchas veces-, y también hay que levantarse porque nos tropezamos.

Escuché hace poco en una charlas para matrimonios sobre el amor conyugal, que decía justamente: el amor nunca es un punto de llegada, donde ya está. Sino que siempre el amor te pone en camino, porque no se conforma, va hacia una mayor donación. ¡Va hacia más!

MEJORAR Y ACERCARME A JESÚS

Y eso es lo que quiere Jesús de nosotros al venir a llamarnos a mejorar, a cambiar: que amemos, no que hagamos todo bien.

Vamos a pedirle a nuestra Madre que confiaba tanto en Dios, en su gracia, que no le temamos a esa luz que nos trae Jesús. Que ante esos desafíos que nos presenta Tu cercanía, Señor, pensemos: “Vos no venís a juzgarme, no venís a robar nada. ¡Venís a salvarme, a llamarme, a que me acerque más a Vos, a que sea mejor!”.

Y creo que puedo confiar en Vos, porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo unigénito para que se salve por Él.

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