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SIMPLEMENTE JESÚS

Él es la luz

¿QUÉ NOS QUIERES DECIR?

Hoy 28 de julio, estamos de fiesta en todo el Perú. Estamos celebrando nuestras fiestas de independencia, así que para todos los peruanos que nos siguen aquí en 10 minutos con Jesús un abrazo fraterno.

Y hoy 28 de julio, el Evangelio está tomado de San Mateo y dice:

“En aquel tiempo dijo Jesús al gentío: El Reino de los Cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran” (Mt 13, 47-48).

¿Qué nos quiere decir Jesús con esta imagen? Esta imagen evoca la realidad del juicio. El juicio particular y lo que será luego el juicio final; y la verdad es que todo esto nos causa inquietud porque son realidades misteriosas.

LAS REALIDADES ÚLTIMAS

La gente joven, quizá a ti también te ha pasado o lo has visto o tú has sido incluso protagonista. La gente joven nos pregunta a los sacerdotes unos cuántos temas con gran frecuencia (mis colegas lo saben bien): sobre el demonio y los exorcismos, sobre la resurrección preguntan mucho, sobre la muerte, el cielo, el infierno, el purgatorio y el juicio, las realidades últimas.

Tampoco llama mucho la atención porque realmente son realidades fuera de nuestro alcance. Si no es por revelación serían cuestiones absolutamente desconocidas. Y aún con la revelación y siendo personas de fe, no dejan de ser realidades misteriosas. Pero tú y yo, que somos cristianos si sabemos algo y que es importantísimo que lo cambia todo.

Quien nos va a juzgar, quien va a decidir nuestro destino, quien separe esos peces buenos y que los guarde en cestas de los malos que los tiran, quién hace eso es Jesús.

SIMPLEMENTE JESÚS

Se lo dijeron una vez a san Josemaría y le gustó mucho, luego lo recogió en su libro de Camino y lo dijo muchas veces en su predicación oral, que para nosotros los creyentes no sería Jesucristo en su faceta de juez implacable o duro o exigente, simplemente Jesús, será simplemente Jesús.

Alguien que durante nuestra vida procuramos tratar, procuramos hablar con Él, conocerlo más, seguir su voluntad, preguntarle nuestras cosas, contarle nuestras experiencias, lo que nos inquieta, el que nos infunde fuerza en la oración, el que nos acompaña en todo momento en nuestra vida. Ese amoroso Jesús es quien nos va a juzgar.

No es algo por tanto terrorífico, algo tremendamente traumático y que deberíamos de temer, será simplemente Jesús y por tanto será un encuentro de dos personas que se quieren mucho. Así hay que pensar el juicio de entrada. Pero sí que es verdad que será un momento en el que juzgará el Señor nuestra conducta aquí en la tierra.

ESTO ES LO QUE PASA

Por tanto, lo que pasa en ese juicio es que no será del todo sorprendente si procuras conocerte, si procuras hacer oración sabes muy bien cómo te comportas, sabes muy bien cómo es tu conducta de cristiano coherente.

Y en ese sentido te propongo este ejercicio sencillo, preguntémosle a Jesús: “Jesús ¿qué pasaría si ahora mismo me voy a juicio? ¿qué pasa si ahorita me juzgaras? ¿qué me vas a decir? “.

¿Y sabes qué pasa? que de lo que se tratará en ese juicio será sencillamente la verdad. Jesús ama la verdad, Jesús es la verdad y nuestra propia vida cristiana se entiende como una lucha por hacer mía esa verdad, hacer la vida. La verdad de quién soy yo para Dios, un hijo muy amado. La verdad de quién es Dios para mí, un padre omnipotente y amoroso. La verdad de quiénes son los demás para Dios, hijos también y por tanto hermanos míos.

A nadie le gustaría llevarse sorpresas verdad en un examen final como este. Lo cierto es que Dios nos ha concedido tener un espacio en el que podemos ir contrastando nuestra conducta con su voluntad y eso se llama conciencia.

Así que el Tribunal de Dios, el Tribunal de Cristo, en expresión de San Pablo. El Tribunal de Cristo está verdaderamente en el juicio, hacia allá iremos cuando muramos. Pero el Tribunal de Cristo, en cierto modo, está también en nosotros, en nuestra conciencia.

DIOS SIEMPRE NOS MIRA

Así que es un buen ejercicio. Oye ¿Tu conciencia cómo va? ¿te acusa de algo tu conciencia, algo te pesa en la conciencia? ¿sabes que debiste hacer algo o dejar de hacerlo y no has podido, no lo has conseguido?

Pues entonces pon manos a la obra, porque allí está una verdad que te has dejado atrás.

Y precisamente sobre esas verdades, sobre las que nuestra conciencia nos llama la atención, precisamente sobre esas verdades daremos cuenta en el juicio. Por eso bien podemos pensar que ese juicio de Dios, esa mirada de Dios que tendrá lugar en el juicio, en realidad la tenemos siempre sobre nosotros. Dios siempre nos está mirando.

Perdón que cuente una cosa personal, cuando era pequeño recuerdo haber ido a la iglesia de mi pueblo, es una catedral muy antigua. Y de entre las muchas imágenes y simbologías que estaban en el retablo y que adornaban el templo recuerdo mucho una que estaba en lo más alto del retablo.

Tenía forma de un triángulo y dentro del triángulo un solo ojo abierto, y del triángulo y del ojo salían los rayos, toda la figura estaba dorada. Toda esta imagen me causaba cierta turbación. Un ojo y alrededor todo dorado era un poco desagradable ver un ojo pero no un rostro.

Recuerdo que se lo pregunté a alguien, supongo que a mi padre, que qué era eso y me dijo:  pues ese es el ojo de Dios, el ojo de Dios que siempre nos están mirando, por eso siempre está abierto. Seguramente no es la imagen de Dios que más piedad me despierte, pero sí que manifiesta una realidad constante.

MIRADA AMOROSA

La mirada de Dios siempre está puesta en nosotros, pero una mirada de padre amoroso que quiere que el juicio sea para nosotros un abrazo grande con quien sabemos que nos quiere.

Por eso hay que estar atentos y ser muy sinceros en nuestra oración: “Señor yo en este punto de mi vida me he dejado llevar por la pereza. En esta otra circunstancia con esta persona soy muy mezquino, quiero poco, mi corazón es pequeño, no sé querer a esta persona, no sé soportar a esta otra. No sé escuchar, no sé escucharte a ti o no sé vencer en esta otra virtud o en este aspecto de mi lucha”. Muy sincero, muy sincero.

Y apoya la sinceridad con la gracia, la comunión, la Santa Misa y la confesión, es la fórmula. Pero escucha mucho al Señor, escucha mucho a tu conciencia. Si lo hacemos así, será también para nosotros simplemente Jesús cuando nos lo encontremos en el día del juicio.

No olvides también que en el juicio tendremos una abogada. Pues mira es otra de las cosas que ya sabemos de aquello desconocido. No iremos solos al juicio, tendremos una abogada experta en derecho penal, digamos así, nuestra Madre Santísima que nos ama con locura como a Jesús mismo.

Así que siéntete muy acompañado. Agradécele a nuestra Madre Santísima su compañía y pídele que con su ayuda ,vayamos ganándonos el cielo.

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