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SEMANA SANTA, COMIENZA EL SILENCIO DE DIOS

silencio

Semana Santa, comienza el silencio de Dios.

Pensaba que el final de la vida de Jesús es parecido a su infancia: silencio.  Dios hecho Hombre no habla; calla.  Así será Jesús mío toda esta Semana Santa, esta Semana Mayor: silencio.

Jesús acude espontáneamente a la Pasión que de Él estaba escrita y que, más de una vez, había anunciado a Sus discípulos y, cuando lo acusaban, no respondió.

Habiendo podido esconderse, no quiso hacerlo.  También sufrió con paciencia que unos hombres, doblemente serviles, le pegaron en la cabeza.  Fue abofeteado, escupido, injuriado, atormentado, flagelado y, finalmente, llevado a la crucifixión.

“Él, inmune de todo pecado, Él que caminó hasta el fin por el camino de la justicia perfecta, sufrió el suplicio de los pecadores, borrando en la Cruz el decreto de la antigua maldición”

(Teodoreto de Ciro, De incarnatione Domini 26).

Es un fragmento de Teodoreto de Ciro que nos dibuja muy bien cómo fueron esos momentos para la vida de nuestro Señor.  Silencio, del Verbo eterno del Padre.

JESÚS ESTÁ CON NOSOTROS

Empieza esta semana la patraña de acabar contigo Jesús.  No sé por qué, pero recuerdo la escena en la que Moisés va al encuentro de Yahvé al Monte Sinaí… Silencio y, mientras tanto, el pueblo en cuarentena no aguanta y comienza a elaborar otros ídolos.

“Jesús, líbranos de ese mal en este momento de la vida.  Que redescubramos todos que Tú estás con nosotros, dentro de nosotros.  Allí es donde nos esperas.  Ahora Señor, te queremos encontrar en nuestro corazón y, ahí en el corazón, vivir de esa alegría y de esa esperanza”.

Jesús en mí, Jesús dentro de mí, pero en silencio.  Creo que eso nos pides en este tiempo.  Tiempo para darnos cuenta de que los otros dioses, primero, no son.

“Yo soy el que soy: Yahvé”

(Ex 15, 26).

Y, segundo, que son pura invención nuestra.

La fama, el dinero, la belleza, el valernos de nosotros mismos y otros diosecitos idolátricos que podemos tener.

HACERNOS PREGUNTAS

“Señor, también nos pides un ejercicio común: hacernos preguntas en este momento histórico de silencio, de cuarentena, que ha caído -precisamente- en este tiempo de Cuaresma y, ahora, el comienzo de la Semana Santa”.

Pero al hacernos esas preguntas, podemos no encontrar respuesta.  En este tiempo es muy común preguntarse: ¿Por qué?

Podemos estar en la fase del ¿por qué? Como los niños que muchas veces parecen un disco rayado: a cada afirmación siempre hay un por qué… ¿y por qué? ¿y por qué?

Los papás, pacientemente, tienen que soportar esas preguntas de los niños y, para un niño, se trata de la exploración normal de la vida, del descubrimiento de lo real, del análisis y de los vínculos entre las cosas reales.  Por eso, un niño se pregunta tantas veces ¿por qué?

“Jesús, pero para un adulto es algo bien distinto.  No comprender, para el hombre, es un estado muy doloroso.  Los por qué’s, Jesús, nos torturan.

SILENCIO DE DIOS

Somos adultos, ahora Señor me tortura el por qué está sucediendo esto en el mundo.  Todo se detiene, las calles vacías.  Jesús, ¿por qué?  Silencio de Dios.  Y te pido ahora Jesús entrar en modo Semana Santa.  Entrar en ese silencio”.

“Hay un por qué que no solo me asombra, sino que me escandaliza y es Tuyo Jesús”.  Es el por qué de Jesús en la Cruz:

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me Has abandonado?”

(Sal 22, 2).

El por qué de Jesús que centra el dolor de Cristo.  Es la mayor angustia del hombre: estar solo, abandonado, con miedo… ¿por qué?

A veces Jesús nos dice alguna cosita: “No temas”.  Eso llevo escuchándolo desde el pasado viernes.  Ese “no temas” de Jesús que pronunció el Papa Francisco para la Urbe de Roma y para el Orbe entero.

Ahora somos como niños, Jesús que, desde el primer instante de la vida, tras la salida del seno materno, comienzan los interrogantes: ¿Qué me pasa? ¿Por qué he nacido? ¿Por qué estoy en este mundo? ¿Quién soy? ¿Qué debo hacer? ¿Para dónde voy?

“Ahora Jesús, delante de Ti, en esta Semana Santa, aprovecharé para hacerme estas preguntas sin miedo”.  Hay tiempo, hay silencio.  Jesús permite ese silencio en este momento para preguntarnos eso.

MODO SEMANA SANTA

“Por eso Señor, me pongo en modo Semana Santa.  Necesito mirarte y solo mirarte en silencio, en la Cruz.  Necesito, mi Jesús, información sobre el sentido y la finalidad de mi vida, pero mirándote en la Cruz donde estás y donde fuertemente Te abrazas por nosotros”.

Y a mi lado ¿quién está? María.  Silencio de María.  Ella sabía que aquello era un plan de Dios.  Ahí está al pie de la Cruz repitiendo ese sí primero: ¡Hágase!

“Hágase en mí según Tu palabra”

(Lc 1, 38).

Ese sí que repitió toda su vida y que, en ese momento de la Cruz, debió repetir con más fuerza, pero en silencio.  Calla y llora.

No nos abandones Madre mía, no nos desampares, no nos quites tu mirada.  No dejes de protegernos bajo tu manto.  Bajo tu protección nos acogemos santa Madre de Dios.

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