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LAS MISAS DE SAN JOSEMARÍA

Las Misas de san Josemaría,
PREPARACIÓN PARA LA SANTA MISA

Hoy es domingo trece del Tiempo Ordinario y también es fiesta de san Josemaría Escrivá de Balaguer. El 26 de junio de 1975, san Josemaría se fue al cielo y hoy celebramos su fiesta.

En el domingo, en el día del Señor, lo más importante es el precepto dominical, la Santa Misa.

La Santa Misa exige una preparación. Los momentos previos a la Misa es bueno que nos preparemos para poder asistir bien, cuidar el vestido, cuidar el alma, la disposición que tenemos, el alma limpia para poder oír a Dios, oír su Palabra; para recibirlo en la comunión, para agradecerle por todo lo que nos da y para salir con Él enriquecidos; por donde vayamos, llevamos a Dios.

SAN JOSEMARÍA Y LA EUCARISTÍA

Yo hoy, que es 26 de junio, quería recordar a san Josemaría y cómo celebraba él la Santa Misa.
He tenido la oportunidad de vivir tres años con él en Roma – ¡vivir con un santo es algo impresionante! Y le he visto celebrar -celebraba todos los días.

Cuando llegaba a la sacristía le decía al Señor: “Señor, te presto mis ojos, mis oídos, mi boca, mis palabras, todo mi ser”. Cuando llegaba al altar decía: “Soy Cristo”. Efectivamente, todos los sacerdotes que celebramos la Santa Misa somos Cristo.

La Misa es la renovación del sacrificio de la Cruz. Cristo viene para liberarnos de la esclavitud del pecado, para llevarnos al Cielo. Eucaristía es la prenda de la gloria futura. Cuando comulgamos, estamos comiendo el pan del Cielo que nos lleva al Cielo, que nos lleva a Dios.

Todo esto nos lo recordaba san Josemaría multitud de veces, y él estaba siempre haciendo actos de adoración. En la Santa Misa le decía al Señor: “Creo que eres Tú, creo que estás allí con tu cuerpo, con tu sangre, con tu alma, con tu divinidad”.
Y tenía muchos detalles, muchos detalles: cuidaba las rúbricas, cuidaba las cosas pequeñas en la Santa Misa, y realmente era grandioso verlo celebrar, algo emocionante e impresionante.

VIVIENDO CON SAN JOSEMARÍA

Cuando estaba en Roma, un día salí a pasear con san Josemaría por la calle. Estaba don Álvaro, san Josemaría y yo. Fue algo inolvidable.

Cuando llegué a la casa de regreso todo el mundo me preguntaba: ¿Y qué te dijo? ¿Cómo fue? Y era lo más normal del mundo; era una persona que se ponía a tu nivel. Yo tenía 20 años y conversábamos de las cosas que veíamos en la calle, normal, no había ninguna cosa especial.

Luego un día me dijo san Josemaría: -Tienes cara de Pascua. Yo me reí y luego me dijo: -Yo perdí la inocencia cuando llegué a Roma. Lo que pasa es que allí en Roma, nosotros que éramos jóvenes, jugábamos al fútbol, visitábamos Roma, estábamos en un ambiente de alegría con todos… Y san Josemaría estaba sufriendo por la Iglesia. Tenía mucha serenidad, mucha esperanza, pero sufría y rezaba.

Y nos hacía conscientes, nos abría los ojos para rezar por la Iglesia. La Iglesia necesita de nuestras oraciones. Y decía que teníamos que rezar por la Iglesia, por el Papa, por los colaboradores del Papa, por los obispos, por los sacerdotes, por toda la Iglesia.

DIOS SIEMPRE ESTÁ CERCA

Y nos hacía ver que el Señor estaba cerca. Un día nos dijo: -El Señor está pasando muy cerca de vosotros. Y efectivamente, nos hacía ver que el Señor está cerca y está cerca de todos nosotros. Está en la Eucaristía. El Señor pasa cerca, ahí está.

Cuando vamos a la Santa Misa y se produce ese momento tan importante de la consagración y la transustanciación, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, ahí está Dios. Y Dios quiere estar en nosotros, o sea que está con nosotros.

Cuando vino al Perú san Josemaría, le pasaron unas fotografías. Él estaba enfermo, se enfermó y le pasaron unas fotografías del terremoto que hubo en Yungay. Yungay es un pueblo del Perú y hay allí un nevado inmenso que es el Huascarán. Con el terremoto se cayó un trozo de hielo sobre la laguna de Llanganuco, que está ahí en Yungay, e hizo una ola y cayó sobre un pueblo, sobre Yungay, y lo sepultó. Y en la foto se veía las palmeras, arriba las palmeras, y luego un trocito de la torre de la iglesia. Y esa noche san Josemaría no durmió, se pasó haciendo actos de adoración a la Eucaristía, porque decía: -La gente estará preocupada por la gente que se ha muerto allí, pero ahí también estaba enterrada la Eucaristía. Estaba Dios allí, cerca de ellos.

Dios está cerca. Y está en la Eucaristía, Está en la Santa Misa. Dios nos espera en la Santa Misa, está muy cerca de nosotros.

Cuando pasaron los años, el año 2002, yo estuve en Roma el año 1972, el 2002 fue la canonización de San Josemaría el 6 de octubre -este año se cumplen 20 años. Y asistí a la canonización. Era algo súper emotivo porque has estado viviendo con un santo, y estar en su canonización….

La Plaza San Pedro llena con 300,000 gentes allí, todos felices y contentos de ese momento tan impresionante y otros que lo seguían por la televisión en todo el mundo.

Fue algo apoteósico, grandioso, de una acción de gracias constante. ¡Asistir a la canonización de un santo que ha estado contigo!

SAN JOSEMARÍA Y LA VIRGEN DE GUADALUPE

Y luego recuerdo también cuando san Josemaría fue a México a ver a la Virgen de Guadalupe, a pedirle a la Virgen por la Iglesia, que rezamos por la Iglesia, el año 1970.

Un día fue a una tertulia a la Laguna de Chapala y ahí le cantaron una canción bonita, unos mariachis, que se llama Chapala también. Y al terminar, pues se fue a descansar y miró un cuadro de la Virgen de Guadalupe y le dijo al que estaba al lado acompañándole: -A mí me gustaría morir así: mirar a la Virgen, que la Virgen me de un beso y me lleve al Cielo. Me gustaría morir sin dar la lata.

Y efectivamente, así fue: el 26 de junio de 1975, después de haber estado en una tertulia, llegó a su casa a la hora del Ángelus, entró al cuarto de don Álvaro del Portillo, donde había un cuadro de la Virgen de Guadalupe y se desplomó delante del cuadro de la Virgen de Guadalupe y se fue al Cielo. Allí falleció, mirando a la Virgen de Guadalupe como había querido.

La Virgen nos prepara para todo. Es una mamá muy buena que prepara a sus hijos y nos prepara para la Santa Misa. Así como una mamá le dice, una mamá buena, le dice a su hijo: -Vístete, péinate que vamos a ir a la misa, vamos a ir a recibir al Señor. La Virgen hace eso con nosotros.

Y nosotros le decimos: -Muéstranos a Jesús, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Y efectivamente, la Virgen nos muestra de Jesús y nosotros queremos que se lo muestre a nuestra familia, a nuestros amigos, a tanta gente que tratamos… Quisiéramos que se encuentren con Jesús, porque así serán felices de verdad y se ponen camino del Cielo. Todos tenemos que llegar a esa meta que es el Cielo. Allí nos espera Dios, nos espera la Virgen.

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