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P. Federico

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FILIBUSTERING

La oración no es hablar por hablar. Se trata de rezar en serio, comprometiéndonos con lo que decimos. El contenido de la oración es exigente, eso queda claro cuando rezas el Padrenuestro y, encima, te das cuenta que Jesús hace énfasis en la parte del perdón.

Aquí estamos tú y yo y nos disponemos a hacer oración, que eso es hablar con Jesús.
Y resulta que, en el evangelio de hoy es Jesús mismo quien nos habla de la oración. Nos da unas recomendaciones, así que pon atención. Dice:

“al orar no empleen muchas palabras como los gentiles, que piensan que por su locuacidad van a ser escuchados.” (Mt 6, 7).

Por allí empieza la cosa. No se trata de muchas palabras…

Se me venía a la mente el filibustering. Que es esa posibilidad, una especie de artimaña, que existe en el senado de Estados Unidos para boicotear una ley o una propuesta. Un miembro del senado se pone a hablar y hablar y hablar hasta que se agota todo y a todos con tal de conseguir que la iniciativa de ley propuesta no se apruebe o se retrase de forma desmedida.

La oración, claramente, no es eso: palabrería inútil, llenar un espacio de tiempo de cualquier contenido…

No se trata de marear a Dios… En todo caso, se trata de estar en sintonía con Él. Y para eso, lo tenemos experimentado entre nosotros y especialmente con los amigos, a veces no hace falta más que una mirada o un gesto. Basta eso y ya nos entendemos.

Pues así con Dios.

ORACIÓN DOMINICAL

al padre

“Así pues, no sean como ellos[dice Jesús], porque bien sabe su Padre de qué tienen necesidad antes de que se lo pidan.” (Mt 6, 8).

[Pero, para que no nos quedemos solo con lo que no tenemos que hacer, ahora Señor nos enseñas el contenido de tu propia oración:]

“Ustedes, en cambio, oren así: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra; danos hoy nuestro pan cotidiano; y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos pongas en tentación, sino líbranos del mal.”

(Mt 6, 9-13).

¡Pedazo de oración Jesús! ¡Maravilla de oración!

“Lo llamamos «oración dominical», esto es, «oración del Señor», porque al Señor le pertenece [y Señor en latín se dice Domine o Domini]. No es tu padrenuestro, sino el suyo. Y, cada vez que lo rezas, es el grito de Cristo el que brota de tus labios” (Evangelio 2024, José Fernando Rey Ballesteros).

La Iglesia, como buena madre, nos ha enseñado a rezarlo y nos recomienda que lo recemos todos los días. Lo incluye en cada Misa. Y, en algún lugar escuché que la recomendación concreta es rezarlo al menos 3 veces al día, por eso los sacerdotes lo rezamos en la liturgia de las horas durante Laudes y Vísperas además de en la Misa que celebramos cada día.

Suena como ha receta médica: tres veces al día. Pero esto es mucho más que medicina para el alma. Porque la oración es más que eso. Es eso y más.

Pero Jesús, tú nos enseñas esta oración y comentas:

«Porque si les perdonan a los hombres sus ofensas, también los perdonará su Padre celestial. Pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre les perdonará sus pecados.»

(Mt 6, 14-15).

PERDONAR

Se ve que quieres hacer énfasis en esa parte del Padrenuestro. Tal vez porque bien sabes que a los hombres nos cuesta especialmente. Esto de perdonar ofensas o deudas no es fácil. A veces se nos puede antojar imposible.

Pero, para que no te andes con excusas te comparto dos ejemplos de algo que parece imposible o sobrehumano.

““A mi padre lo mataron el día de la Milagrosa de 1936”. Así comienza su relato Gloria Aguado, hija de Miguel Aguado, uno de los mártires vicencianos que fueron beatificados el 11 de noviembre de 2017 en Madrid. A sus 81 años, Gloria recuerda que su padre era caballero de la Milagrosa, adorador nocturno y congregante de san Vicente de Paúl. “Todos los días salía de casa a las seis de la mañana para ir a Misa y comulgar. Era un hombre muy sencillo que tuvo una vida de piedad muy intensa por la buena influencia que sobre él ejerció mi madre, María Merino, con quien se casó en abril de 1927 y con quien tuvo cuatro hijos. Por eso, después de morir mi padre, nuestras vecinas del barrio, cuando pasaba mi madre, gritaban: ‘A esa, a esa es a quien habría que haber matado’”.

Gloria, que perdió a su padre cuando apenas tenía seis meses, iba con su madre por las tiendas, “pero nadie nos daba nada. Sin embargo, eso no cambió el carácter recio ni la fortaleza de fe de mi madre. Nunca dijo nada contra nadie. Decía: ‘ya no tengo lágrimas, solo con mirar al cielo ya es bastante’. Viuda y con cuatro hijos nos enseñó siempre las verdades de la fe y a hacer el bien. Todas las noches rezábamos un padrenuestro ‘por la persona que ha matado a vuestro padre, para que Dios lo perdone y se vaya al Cielo’. Además mi madre nos hablaba mucho del cielo y nos repetía: ‘Allí los espera vuestro santo y querido padre’»”

(cfr. Cuaresma-Semana Santa 2018, con Él, Fernando del Moral).

Esto es rezar el Padrenuestro. Y esto es hacer énfasis en esa parte tan difícil: perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos… Parece algo sobrehumano, pero precisamente por eso forma parte de nuestra oración, porque la oración siempre tiene un horizonte sobrenatural.

REZAR CON FUERZA

El segundo ejemplo lo cuenta un sacerdote que dice:

“Recuerdo a una chica a la que habían atropellado una noche y el conductor se había dado a la fuga dejándola tirada en plena calle. Las operaciones que sufrió después no fueron sencillas, pero tampoco lo peor que le podía haber pasado.

Sin embargo, a ella lo que le costaba es que la hubiesen dejado tirada en la calzada, como a un perro, sin saber qué había pasado. Con el tiempo, más de un año después, me dijo: «Por fin he conseguido perdonar. No le deseo ningún mal a esa persona y entiendo que quizá el miedo le impidió reaccionar de la manera adecuada. Rezo para que el Señor no se lo tenga en cuenta, para que le dé paz, porque le volverán los recuerdos, y para que se convierta»”

(Cuaresma 2020, con Él, Rubén Herce).

Eso es rezar, rezar con fuerza, rezar con coherencia, rezar como Tú, Jesús, nos has enseñado.

Volvemos por donde empezamos: no se trata de hablar, de llenar de palabras un espacio de tiempo. Se trata de rezar en serio, comprometiéndonos incluso con esas cosas que se nos antojan imposibles, pero que no por nada forman parte de nuestra oración. No al filibustering, sí a la oración auténtica y coherente.

Creemos que Dios perdona nuestros pecados, pero también que no lo hará si nosotros no perdonamos a los demás cuando nos ofenden. (…) [Y estamos hablando de perdonar, no de excusar o disculpar a alguien, sino de perdonar] El perdón verdadero implica mirar sin rodeos el pecado, la parte inexcusable, cuando se han descartado todas las circunstancias atenuantes, verlo en todo su horror, bajeza y maldad y reconciliarse a pesar de todo con el hombre que lo ha cometido. (…) No hay caridad cristiana, sino mera justicia, al disculpar lo excusable. Para ser cristianos, debemos perdonar lo inexcusable, porque así procede Dios con nosotros.

Es difícil. Tal vez no es tan difícil perdonar sólo una gran ofensa. ¿Pero cómo olvidar las provocaciones incesantes de la vida cotidiana?, ¿cómo perdonar de manera permanente a una suegra dominante, a un marido fastidioso, a una esposa regañona, a una hija egoísta o a un hijo mentiroso?

A mi modo de ver, sólo es posible conseguirlo recordando nuestra situación, comprendiendo el sentido de estas palabras en nuestras oraciones de cada noche: «Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Sólo en estas condiciones podemos ser perdonados. Si no las aceptamos, estamos rechazando la misericordia divina. La regla no tiene excepciones y en las palabras de Dios no existe ambigüedad” (El perdón y otros ensayos cristianos, C. S. Lewis).

Nuestra Madre nos ha perdonado tanta ofensa a su Hijo, nos sigue perdonando. Es más, por encima del perdón, nos sigue queriendo. ¡Gracias Madre nuestra!


Citas Utilizadas

Ecl 48, 1-15

Sal 96

Mt 6, 7-15

Evangelio 2024, José Fernando Rey Ballesteros

Cuaresma-Semana Santa 2018, con Él, Fernando del Moral

Cuaresma 2020, con Él, Rubén Herce

El perdón y otros ensayos cristianos, C. S. Lewis

 

Reflexiones

Señor, ayúdanos a no rechazar la misericordia divina y que aprendamos a perdonar a los que nos ofenden.

 

Predicado por:

P. Federico

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