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LAS FRUTAS EN SU MEJOR MOMENTO

Reino

En el Evangelio de hoy, decía Jesús una parábola a Sus discípulos:

“Fíjense en la higuera o en cualquier árbol. Cuando echan brotes, les basta verlos para saber que el verano está cerca. Pues, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que está cerca el Reino de Dios”

(Lc 21, 29-31).

“Les ponés Jesús, a los discípulos, a quienes te escuchaban, esta comparación con el mundo de la naturaleza, indicándoles que se fijen”: “Fíjense lo que pasa en este caso, que echa brotes la higuera o cualquier árbol”.

Y, quizás, es algo que también se da para que nosotros podamos conocer (o conocer menos) cuándo son las épocas de las distintas frutas y darnos cuenta.

“Quizás, nosotros Jesús, lo hacemos más bien al revés. Que si es verano, es porque podemos fácilmente saber cuándo empieza; tenemos bien contados los días.

O cuándo es el invierno o cuándo es la primavera, y quizá sabemos también -porque uno se interesó, porque alguien se lo dijo-, cuáles son las frutas de cada estación. Cuándo son buenos los cítricos o las manzanas o las frutas del verano; las ciruelas, los duraznos…”

Probablemente, esto lo sabe mejor alguien que hace las compras y sabe cuáles son las frutas de estación que están buenas y que son más baratas. Porque si uno las compra fuera de estación, es más cara porque la tienen que traer de otra parte, del otro hemisferio.

Sobre todo, lo sabrá -se interesará- quien se dedica a sembrar y después cosechar; sabe cuándo es el tiempo de la cosecha, el momento para recoger los frutos y después, quizás, venderlos.

“Nos ponés Señor esta comparación con el Reino”:

“Está cerca el Reino de Dios cuando vean estas cosas”.

“Pensaba, ¿cuándo Jesús no está cerca Tu Reino de nosotros? Si Vos te hiciste Hombre; te hiciste cercano a cada uno de nosotros; si estás en nuestro corazón; si te interesa toda nuestra vida.

Es como que siempre está cerca el Reino de Dios. Siempre podemos hablar con Vos; siempre podemos compartirte lo que tenemos entre manos, buscar Tu voluntad”.

Sin embargo, me hacía pensar este Evangelio en cuáles podrían ser algunos indicios de esa cercanía del Reino que, quizás, nos ayudan para dar un paso en nuestra unión con Dios.

Y, si nos fijamos como se fija el que sabe qué estación es, qué frutos son los que crecen mejor o se pueden comer en su mejor momento.

“Se me ocurría, pensando en esto Señor, tres ámbitos en los que podemos ser de los que se fijan para notar esa cercanía del Reino y no dejar pasar oportunidades”.  (Quizás a vos se te ocurren otros y está muy bien, porque efectivamente los habrá).

EL CALENDARIO LITÚRGICO

Los que pensaba yo y que quería decir algo, son estos tres: uno, en la Liturgia; el calendario litúrgico. Cómo la Iglesia va presentando las festividades de los santos; los tiempos litúrgicos, que es un signo de una gracia que viene detrás.

Ahora, ya se acerca -por ejemplo- el tiempo de Adviento. Acabamos de celebrar la fiesta de Cristo Rey, y es muy bueno que los tiempos litúrgicos marquen también nuestra vida interior, nuestro tiempo de conversión, nuestro tiempo de alegría por un santo.

Acudir a un santo en particular porque es su fiesta o prepararnos ahora para la Navidad dentro de poco.

Ahí hay un signo de la cercanía del Reino que podemos aprovechar. “Nos puede hacer mucho bien como un signo, una gracia que Vos Jesús querés concedernos: la Liturgia”.

LAS NECESIDADES DE LOS DEMÁS

Otro signo de la cercanía del Reino, puede ser las necesidades de los demás. Cuando aparece alguien a nuestro lado a quien podemos ayudar, a quien podemos ser -nosotros- como ese buen samaritano que se detuvo cuando encontró a un hombre tirado en el camino.

Jesús mismo, “nos decís Vos Señor: que cuando lo hiciste con el mas pequeño, alguien que tenía sed, alguien que tenía hambre, alguien que necesitaba vestido o compañía, Conmigo lo hiciste”.

¡Qué bueno esas personas que saben detenerse! Detenerse ante alguien que necesita algo o simplemente te quiere contar algo, te quiere preguntar… o, efectivamente, pedir ayuda o uno se entera que le puede dar una mano.

Ahí también hay como ese signo de la cercanía del Reino, como un llamado del Señor para que vivamos la caridad; para que se ensanche un poquito nuestro corazón.

Para que nos dejemos complicar la vida; involucrarnos en la vida de otros ayudándolos, haciéndoles la vida más fácil a través de la necesidad.

Si no nos necesitáramos unos a otros, seríamos unos individualistas. Está bueno pedir ayuda y dar ayuda. En concreto, fijarnos en no pasar de largo. El Señor puede ser que sea el que nos está pidiendo esa ayuda.

A veces el Señor nos está llamando: cuando aparece en nuestro camino inevitablemente el dolor, el sufrimiento, la contradicción…

“Como le pasó de manera gráfica a Simón de Cirene, que volvía de su campo, quizás a preparar la comida para la cena Pascual y se encuentra con que lo obligan a cargar con Tu Cruz Señor.

Él que sentiría un rechazo ante toda esa situación, que no tenía nada que ver con todo eso. Había un montón de gente gritando, abucheándote Jesús.

Había incluso algunos que decían, aunque más de lejos, solidarios con Vos y él que no quería saber nada Y justo al que agarran para que tome la Cruz, te ayude, cargue con ella”.

Eso nos puede pasar también a nosotros cuando se nos rompen los planes que teníamos, no salen las cosas como uno quiere o algo que nos angustia un poco: una preocupación por el futuro, una enfermedad, dificultades en el trabajo, en el trato con los demás…

EL DOLOR

Puede ser que ese también sea uno de los signos que podemos interpretar como que está cerca el Reino de los Cielos.

¿Y por qué justo el dolor? “Porque nos das ahí, Señor, la oportunidad de unirnos a Tu Cruz. De crecer, de purificarnos y, si la llevamos con Vos, probablemente lo haremos también con paz; incluso con alegría en el fondo del corazón…

Estaremos avanzando en lo más importante: en que crezca ese Reino Tuyo en nuestra vida”.

Vamos a pedirle a la Virgen, a nuestra Madre, ella supo vivir al ritmo de la voluntad de Dios. En los acontecimientos que parecían normales (a veces, seguramente parecían inoportunos o difíciles) de su vida. Ella supo estar a tono con la voluntad de Dios.

Por eso, dejó crecer mucho el Reino de Dios en su corazón y en su vida. Sabía ver ahí la Mano del Padre y afrontar todas las cosas con paz, también con alegría.

Ayudanos a nosotros Madre nuestra, también a interactuar con Dios. Fijarnos que Él está detrás de las cosas, hasta las más chiquitas de nuestra vida, como un Padre bueno que nos busca, que quiere que nos unamos siempre más a Él.

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