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¿QUIÉN ES ESTA?

quien es esta, virgen de la asuncion

Un saludo a todos en este día de la Asunción desde Guatemala de la Asunción (Así se llama nuestra ciudad). Hoy estamos de manteles largos aquí.
Bueno, aquí y en todos los lugares porque ¿quién no celebra una fiesta de su propia madre?

“Todo empezó con un fiat, un sí, un hágase decidido y fiel, de parte de aquella doncella de Nazaret llamada María. Por eso, dirá nuestra Madre, “me llamarán bienaventurada todas las generaciones”. Por eso, por esa respuesta. Y es que Dios, como delicado amante de los hombres, se presenta en nuestra vida y espera nuestra respuesta libre, para llenarnos con sus dones y darnos su propia vida. Así sucedió con Santa María, gracias a su respuesta a la invitación divina”
(cfr. Agosto 2019, con Él, Enrique Moros Claramunt)

DONCELLA DE NAZARET

Dios agradeció ese hágase y se encarnó como “a través” de ese hágase…
Jesús agradeció ese hágase y se disfrutó a su Madre en la tierra: con Ella podía hablar, en Ella podía confiar, sabía que Ella le iba a entender y que incluso, aunque algunas cosas no las entendiera inmediatamente, siempre le iba a apoyar…
Los apóstoles, con el tiempo, agradecieron ese hágase y también se apoyaron en él: unos antes (como el apóstol Juan), otros después…
Cuenta la tradición que, después de la Ascensión de Jesús a lo cielos, los apóstoles acudían a María para pedir consejo y guía.
Y que los que estaban cerca de Jerusalén volvían precisamente para recibir de Ella ánimo y consuelo…
Siempre estaba esta posibilidad y cada uno la aprovechaba como podía… Pero resulta que (según alguna tradición) todos pudieron reunirse para este día; todos acudieron a su lecho para despedirse.
Para los apóstoles debe haber sido duro… Las despedidas son duras…
Por eso comenta San Alfonso María de Ligorio que;

“parecería cosa muy puesta en razón que la Santa Iglesia nos invitase a llorar más bien que a regocijarnos en este día de la Asunción de María a los Cielos, puesto que nuestra dulcísima Madre, saliendo de este mundo, nos priva de su amorosa presencia” …

AMOROSA PRESENCIA

No deja de tener razón, pero luego añade:

“A la verdad, si amamos a esta nuestra Madre, debemos alegrarnos más de su gloria que de nuestro provecho” 

(Las glorias de María, San Alfonso María de Ligorio).

Por supuesto que nos alegramos de su gloria, de esa gloria que Tú, Señor, le has dado.
Pero es que, además, podemos también decir que tenemos bien comprobado que Tú, Señor, no nos has “privado de su amorosa presencia”.
Porque nuestra Madre ha estado, sigue estando, muy presente en nuestras vidas.
Se ha ido para estar cerca. Porque desde el Cielo nos ayuda y nos consuela.


¿Quién podría acudir hoy a Jerusalén a saludarla y pedirle consejo? Pocos, muy pocos… En cambio, al Cielo podemos acudir todos y desde donde sea.
Es más, con esa cercanía suya nos sabemos y sentimos acompañados cuando en este valle de lágrimas nos parece estar solos…
Como dijo algunas veces san Josemaría: no teniendo a quien acudir en la tierra, acudía al Cielo…
Podemos decir: no teniendo la posibilidad de ir a visitar a María, como los apóstoles a Jerusalén, acudo al Cielo…
Es la suerte de la Asunción: el Señor (Tú, Señor) no nos ha “privado de su amorosa presencia”.
Claro que cabe preguntarse: ¿cómo me mantengo yo en su presencia?; ¿cómo acudo a su ayuda?; ¿cómo le confío mis cosas?; ¿cómo la hago partícipe de mis preocupaciones?; ¿cómo le planteo mis problemas?

ASUNTA AL CIELO

Mira que San Alfonso nos señala que:

“la santa Iglesia nos hace saber en la oración de la Misa de la vigilia de la Asunción, que la Madre de Dios ha sido asunta de la tierra al Cielo para que   interceda por nosotros ante Dios con absoluta confianza de ser escuchada”   (Las glorias de María, San Alfonso María de Ligorio).

¡Por eso la Asunción es razón de alegría! Por la Virgen y por esto que acabamos de escuchar, porque está ahí por nosotros.
“¡Madre mía! Soy poca cosa, cargo con miserias, pero confío en Ti. Confío en tu ayuda, en tu auxilio.” Confío en que hablaras cosas buenas de mí en la presencia de Dios.
¡La Asunción es razón de alegría en la tierra y en el cielo! ¡Es alegría de los hombres y de los ángeles!
La liturgia de la Misa de hoy dice que María ha sido llevada por Dios, en cuerpo y alma, a los cielos: ¡y los Ángeles se alegran!
Tiene lógica. Algunos dicen que los ángeles le pedían a Jesús que llevara a su Madre al Cielo. Y que, cuando lo hizo, se alegraron, lo celebraron.
Salió a su encuentro el mismo Rey de los ángeles, acompañado de toda la gloria celestial.

ENAMORADO DE MARÍA

Es más, san Alfonso María dice:

“el Salvador descendió del Cielo para venir a buscar a su Santísima Madre. El primer saludo que le dirigiría para consolarla serían estas palabras de los Cantares: Levántate, apresúrate, amiga mía, paloma mía, hermosa mía, y ven, pues ya pasó el invierno, disipáronse las nubes y cesaron las lluvias. Deja, Madre mía, este valle de lágrimas, donde tanto has sufrido por mi amor. (…). Ven con el alma y con el cuerpo a recibir la recompensa que con tu santísima vida ha merecido. Mucho has padecido en la tierra, es verdad; pero incomparablemente mayor es la gloria que en mi Reino te tengo preparada; ven a sentarte cerca de mi trono; ven, que yo ceñiré tus sienes con la corona que conviene a la Reina del Universo”

(Las glorias de María, San Alfonso María de Ligorio).

¡Y allí la tenemos! ¡Y es nuestra Madre!

Y es tanta la majestad de la Señora, que hace preguntar a los Ángeles: ¿Quién es ésta?
(San Josemaría, Santo Rosario).

Vamos terminando con unas últimas consideraciones de san Alfonso que era un gran enamorado de María:

“Se lee en el Cantar de los Cantares que, en la Asunción de María, los ángeles preguntaron por tres veces: ¿Quién es ésta que sube del desierto como columnita de humo? ¿Quién es ésta que va subiendo cual aurora naciente? ¿Quién es ésta que sube del desierto rebosando en delicias? (Ct 3,6; 6,9; 8,5). (…) “¿Por qué los ángeles preguntan tantas veces el nombre de esta Reina?” Y (…) responde: “Era tan dulce para los ángeles oír pronunciar el nombre de María, que por eso hacen tantas preguntas”.”
(Las glorias de María, San Alfonso María de Ligorio).

LA MADRE DE NUESTRO REY

“María entra en la patria bienaventurada, y al verla tan hermosa y tan agraciada, todos los bienaventurados espíritus (…) exclaman a una voz: «¿Quién es esta hermosa criatura tan bella que sube del desierto de la tierra, lugar de espinas y abrojos? ¿Quién es ésta que viene tan pura y cargada de tantas virtudes, apoyada en su amado Señor? ¿Quién es ésta que ha merecido entrar en la gloria con tanta honra y esplendor? Decidnos: ¿quién es?» Y los ángeles que acompañaban a María en su triunfo responden: «Es la Madre de nuestro Rey; es nuestra Reina, la bendita entre todas las mujeres, la llena de gracia, la santa de los santos, la predilecta de Dios, la Inmaculada, la paloma, la más hermosa de todas las criaturas.» Entonces aquellos bienaventurados espíritus comenzaron a loarla y bendecirla, cantando…»”
(Las glorias de María, San Alfonso María de Ligorio).

Pues nosotros nos unimos a ese coro, en este día de fiesta en los cielos y en la tierra, con una jaculatoria sencilla y bella, simplemente: “¡María!”

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