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¡QUÉ BIEN ESTAMOS ACÁ!

el corazón

Nos cuenta el Evangelio de la fiesta de hoy, que se llevó Jesús… Te llevaste vos Señor, aquellas tres columnas, aquellos tres apóstoles tan cercanos, a Pedro, a Santiago y a Juan hacia un monte y subiste con ellos solos a esa montaña alta; y entonces te transfiguraste delante de ellos. Jesús se transfiguró. 

LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

Celebramos hoy la Transfiguración del Señor. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador como no los puede dejar ningún lavandero en el mundo y entonces se aparecieron también Elías y Moisés, conversando con Jesús. 

En ese momento, Pedro, los otros dos, estaban muy admirados. Nos da una idea de la emoción que probaron viéndote así, Señor, transfigurado con tus vestiduras tan blancas que a Jesús le dice: 

«Maestro, qué bien se está aquí; vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»

(Mt 17, 1-4). 

Como quien dice: no necesito nada más, quedémonos acá. Que el mundo siga con su historia, que todos los eventos vayan según su curso, nosotros nos quedamos acá con vos. Sería algo entrañable. 

Y en realidad, Pedro estaba viendo algo que, con lo que convivía. Porque, aunque escondida la Divinidad de Cristo que en ese momento al transfigurarse  brilló de una manera más patente, estaba siempre en Jesús, estaba a su lado.

EFECTOS DE LA ORACIÓN

Y pensaba, este es un poco el efecto que tiene en nosotros la oración. Esto que queremos hacer ahora, ponernos Jesús en tu presencia, mirar las cosas con vos, con tus ojos. Nos hace descubrir algo que está ahí, pero que quizás habitualmente no nos percatamos tanto. 

Que puede ser el amor que Dios nos tiene, que Dios nos quiere, que Dios es cercano, que Dios nos brinda tantas cosas, que vamos caminando en nuestra vida hacia Él. 

Que podría ser también ver algo que sabemos pero que se nos olvida y es que los demás son hijos de Dios, son un regalo para nosotros, podemos valorarlos, quererlos, sentirnos felices de estar rodeados de hijos de Dios, que podemos hacer el bien. 

De que las virtudes teologales actúan en nuestra alma. Y son esas realidades verdaderas, más verdaderas que muchas otras cosas que a veces nos inquietan, pero que si no hacemos como este ejercicio de subir a ese monte alto, estar a solas con vos Señor, quizás no las vemos, se nos escapan.

¡GRACIAS JESÚS!  

Y por un lado podemos agradecerle, quizás tuviste momentos de oración así más de una vez, en que te sentiste como con una especie de consuelo, con el pesimismo, con la alegría de saberse cercanos a Dios, que Dios nos conoce, nos quieren, ilumina nuestra vida, su sentido, como tenemos que actuar.

 ¡Gracias Jesús, gracias Señor! Porque nos tratas a veces un poco como a estos tres que te los llevaste a ese monte alto y les mostraste algo que era una realidad cotidiana, pero la dejaste en evidencia. 

Y otras veces nuestra oración no es así. Otras veces, quizá nos detenemos para estar con vos, Jesús y, no sentimos nada especial; no tenemos ese, como ese consuelo interior, ese sentimiento más fuerte. 

Y sin embargo, no sé cuál es mejor de las oraciones; no es que haya una mejor que otra. Porque tanto cuando nos das un poco de sentimientos y de consuelo, como cuando estamos más secos. En realidad vos siempre nos estás esperando y nuestra oración siempre da fruto y quieres que seamos constantes; que estemos ahí, por así decirlo, con o sin ganas.

CONFIANZA EN DIOS 

Te voy a leer de un libro (ahora tuve la suerte de hacer mi retiro en estos días y leí un libro que se llama: “La confianza en Dios” de Jacques Philippe que me gustó mucho; y habla de la oración y de estos momentos como de más consuelo y momentos como más, apagados en cuanto a las emociones) y dice este autor:

“Así como suceden las cosas a menudo en nuestra vida. Durante el tiempo de oración no ocurre nada extraordinario aparentemente, pero, debido a nuestra fidelidad, (ese estar ahí rezando, ir a acompañar al Señor o sentirnos acompañados por él, un día y otro) 

Dios nos instruye en secreto, deposita cosas en nosotros sin que seamos conscientes de ello. Y cuando necesito dar un consejo a alguien, cuando tengo que tomar una decisión, recibo una iluminación en ese preciso momento. 

Con esto quiere decir que, aunque la plegaria sea un poco insensible, jamás debemos desanimarnos. Dios introduce en secreto los tesoros en nuestro corazón para los momentos en los que los necesitamos.

En el fondo, esto es lógico: no necesitamos grandes iluminaciones en la oración, las necesitamos en la acción, dice este autor, en la decisión

En la oración basta estar ahí, ponernos con humildad en presencia de Dios. (y recuerda aquel ejemplo que contaba el Cura de Ars, de que en su parroquia íba y como hacía oración decía…) «Él me mira y yo lo miro» “.

Se ponía delante del Señor simplemente.

QUÉ ESPERAS DE MÍ

Ahora podemos pensar: ¿cuáles son los medios que, Jesús, vos esperas de mí cada día, para que yo me acerque? Sé que me elegiste, porque si estás haciendo estos 10 minutos con Jesús, es de alguna manera porque el Señor te eligió, como a Pedro, a Santiago y a Juan, los elegiste Jesús. 

Y yo ¿qué es mi subir al monte cada día? Encontrar unos minutos de silencio quizás frente al Sagrario. Y si lo hacemos, si somos fieles, el Señor nos irá dando sus luces.

Termina el Evangelio diciendo, le dijiste Señor que no comentarán lo que habían visto:  

“No lo cuenten a nadie hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”

(Mt 17,9). 

A ellos se les quedó grabado y discutían qué querrá decir aquello de resucitar de entre los muertos, lo entenderían después.

AHÍ ES DONDE ENTENDEMOS NUESTRA VIDA

En nuestra oración, también nosotros, es donde entendemos nuestra vida desde la luz de Jesús. Qué distinto cuando las vivencias, las circunstancias por las que estamos pasando, se encuadran dentro de nuestra vida de hijos de Dios.

Que el Señor nos pide más confianza, que el Señor nos da sus dones, que nos bendice, que permite que cargamos con la cruz. Que distinto si lo vivimos con vos. Eso es parte de los frutos de la oración. 

Vamos a terminar ya pidiéndole a nuestra Madre esa perseverancia. Yo le suelo pedir cuando rezo el cuarto Misterio de Luz, que es este que hoy celebramos, por que seamos todos almas de oración.

Así como estos subieron y te vieron Señor transfigurado, podemos pedirle al Señor, haceme alma de oración, que todos en la Iglesia o que mucha gente sea alma de oración.

Pidámosle ahora a nuestra Madre, que tendría ese diálogo tan intenso, tan fluido con Dios; quizá no siempre lleno de sentimientos, pero no dejaría de tener nuestra Madre esos momentos de intimidad con el Señor, incluso cuando Jesús se fue al cielo.

 

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