Icono del sitio Hablar con Jesús

PENTECOSTÉS: PAZ Y ALEGRÍA

PAZ

PAZ A VOSOTROS

Hoy, domingo de Pentecostés, vamos a oír en el Evangelio la siguiente Lectura de san Juan:

«Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: —Paz a vosotros».

Pues ésta primera referencia a lo que dices Tu, Señor, el mismo día en que te apareces resucitado, que deseas para todos los que están ahí la paz; pues a nosotros nos llena de esperanza.

Intuimos que nos lo sigues deseando para cada uno de nosotros cuando nos acercamos a Ti. Que tengamos paz. Que dentro de nuestro corazón, dentro de nuestra cabeza, haya paz y que ésto lo podamos también desear y contagiar a los demás.

«Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor». 

Y lo mismo Jesús, Tú deseas que nosotros, cuando nos acercamos a Ti, pues que tengamos esa paz.

Como he dicho antes, y al mismo tiempo que nos llenemos de alegría, Tú nos quieres contentos.

Yo creo que toda persona desea tener y estar en paz,  y también desea tener alegría. Poderla incluso llevar y contagiar a donde va. Son quizás los valores más importantes que uno puede tener:  Paz y alegría.

Jesús repitió:

«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y vuelve esta afirmación, que nos subraya la importancia para Ti, Señor, que yo y que cada uno de nosotros, seamos personas llenas de paz.

Qué fácil es salirnos de este deseo Tuyo, porque nuestro carácter nos lleva a veces a reaccionar, a decir cosas o a veces sólo a mirar, pero de una manera que no es pacífica.

Entonces, te pedimos que nos des ésta paz, éste regalo Tuyo de una manera más abundante si cabe.

RECIBID EL ESPÍRITU SANTO

«Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Significa que todos tenemos una misión por la que hemos venido al mundo.

Tú has venido a redimirnos, Jesús, y nosotros hemos venido a ayudarte en esa misión redentora.

Primero, viendo de salvarnos a nosotros mismos, pero después viendo también de ayudar a las demás personas a que encuentren la paz y la alegría verdaderas, que sólo están en Ti. Y que las encontraremos plenamente aquí a pocos, y después plenamente, como digo, en el Cielo.

«Y dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: —Recibid el Espíritu Santo».

Esta acción de soplar sobre sobre los apóstoles nos recuerda, a ese primer soplo que recibió el ser humano de parte de Dios y que está narrado en el Génesis.

Como sabemos que Tú, Señor, creaste al ser humano del barro de la tierra y soplaste en su nariz el aliento de vida. Pues éste soplo nos transmite el Espíritu Santo.

«…Sopló sobre ellos y les dijo: —Recibid el Espíritu Santo».

Eso significa que el Espíritu Santo nos hace recuperar la vida que podíamos no tener por estar lejos del Señor, por haber cometido algún pecado.

El Señor sopla sobre nosotros y nos manda esta nueva vida. Es la diferencia entre estar en gracia de Dios o estar en estado de pecado.

Por eso, unida a ésta acción de soplar sobre ellos, les dijo:

«Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». 

O sea, se instituye el sacramento de la Confesión, en este mismo domingo en que Tú, Señor, resucitas y entregas este tesoro a tu Iglesia reunida ahí, -que son los Apóstoles que después se dispersarán para llevar el mensaje cristiano a todo el orbe de la tierra.

Es ese poder que Tú les transmites en ese momento, es el que los sacerdotes tenemos para poder confesar y para poder absolver a nuestros hermanos que se acercan a confesarse a su vez.

Me parece que ya podemos ir concretando de todas estas palabras y acciones de Nuestro Señor.

ENCENDER FUEGO EN NUESTRO CORAZÓN

La primera: Quizás este recibir el Espíritu Santo, es una invitación a recibirlo. Nosotros cuando recibimos un mensaje por WhatsApp, pues llega y ya queda a nuestra libertad abrirlo o no, eliminarlo o no…

Aquí el Señor nos está enviando el Espíritu Santo, y a nosotros no nos lo impone. Nos toca recibirlo o no…

Pues vamos a procurar que así sea, por supuesto. Y, ¿qué va a pasar cuando recibimos el Espíritu Santo? Pues no va a suceder como pasó el día de Pentecostés, que hubo un viento muy fuerte y unas lenguas de fuego que se distribuyeron y que se veían…

Lo que aspiramos es que pase lo mismo que pasó en los Apóstoles y en la Virgen Santísima: que se encienda fuego en nuestro corazón, es decir, que sintamos, Señor, la fuerza de tu cariño, de tu amor…

Y que nosotros, precisamente porque lo sentimos y nos llena, lo queramos compartir, contagiar.

O sea, si cada uno de nosotros caemos en la cuenta de que estamos enviados para pegar ese fuego, que es tu paz y tu alegría a nuestro alrededor.

Puedo aportar en esta conversación tomando un café con un amigo, con la esposa en este almuerzo, con los hijos y los nietos. Pueda aportar paz, pueda aportar alegría…

No sólo porque yo sea de un temperamento pacífico o de un temperamento alegre. No es solo una característica temperamental… Es que dejo hacer a Dios dentro de mí y entonces se llena mi interior de esta acción de Dios que me lleva a ser una persona positiva, entusiasta.

Dentro de mi personalidad obviamente no, y pues serena, o sea, son características que a todos nos atraen,

Pues ojalá que podamos lograr recibir al Espíritu Santo como lo hizo nuestra Madre, la Virgen Santísima, que en el fondo le dijo:

«—He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».

Digámoslo ahora, digámoslo con calma y dejemos que el Señor nos llene de su paz y de su alegría.

Salir de la versión móvil