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LAS FIGURAS DEL MUNDIAL

Las Figuras del mundial

Hoy termina el mundial. Quizás escuchas este audio cuando todavía no es el partido; quizás lo escuchas cuando ya fue y sabes quién es el campeón… Gane quien gane en el día de hoy, es un buen día para agradecer al Señor.

Siempre tenemos que agradecer, pero hoy podemos agradecerle por este mundial que ha sido bastante bueno.

Los amantes del fútbol hemos visto grandes demostraciones y tantos partidos que nos animaron, nos emocionaron, nos pusieron los pelos de punta y el corazón acelerado al máximo…

Agradecerle al Señor haber visto también jugar tantos cracks, tantas buenas jugadas, tantos goles lindos…

Hemos de agradecer: “Gracias Jesús por todos estos días buenos que nos has dado.

Quizá también tenemos pena de que nuestro equipo, nuestro país no ganó o no jugó siquiera el mundial.  Pero hemos disfrutado al menos con los demás y eso podemos agradecértelo Jesús”.

Debemos pensar también que nosotros sí que estamos en un mundial.

En este mundial de Qatar jugaban solamente once jugadores por equipo; solo ellos estaban en la cancha y sabemos que esos once son los más talentosos del país.  Son una minoría, una proporción ínfima con respecto a todos los habitantes de cada país.

Y, además, sabemos que luchaban en la cancha por una victoria, por una gloria que es temporal, solamente deportiva.

Cada uno de esos once jugadores tiene otros aspectos en su vida: tienen una vida de familia, intereses de distinto tipo… no es solamente ganar un partido o un torneo de fútbol.

Pero hemos aprendido también -pienso yo- que, tanto en el fútbol como en otros deportes, lo importante es siempre el equipo.

Hemos visto caer selecciones con grandes cracks pero que, efectivamente, como no eran todos en el equipo del mismo nivel que la figura, al final el equipo no pudo pasar, no pudo avanzar, no pudo ganar.

UN MUNDIAL MUCHO MÁS IMPORTANTE

Decía que nosotros estamos en otro mundial, estamos jugando en otro mundial mucho más importante.

Me acordaba de un comercial de hace algunos años de Nike y era una propaganda en la que el diablo, satanás, decide acabar con el fútbol, entonces emprende un partido con los grandes cracks futbolísticos del mundo.

Terminaba la propaganda con un tiro de Eric Cantona, que era tan fuerte que agujereaba a satanás y destruía a todos los demonios.

Más allá de esa tontera del comercial, pensaba que nosotros sí que estamos en un gran partido por el bien contra los poderes diabólicos.

Esto es verdad, estamos en ese mundial mucho más importante y aquí no están convocados once cracks, sino todos los cristianos hemos sido convocados a este partido, a esta final, a este mundial de la gran contienda de la historia: el bien contra el mal; Jesús, la santidad, contra los poderes diabólicos.

Nos lo dice san Pablo en la segunda lectura de la misa de hoy, que es la Carta a los Romanos. Habla de que él, es servidor de Jesucristo, llamado a ser apóstol elegido para anunciar la buena noticia.

Pero no solamente lo dice por él; al final, cuando termina esta segunda lectura, añade:

«A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos, llegue la gracia y la paz que proceden de Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo»

(Rom 1, 7).

No solamente san Pablo se siente llamado, sino que nos dice que todos nosotros hemos sido convocados a esta contienda de la historia; a este partido, a esta final; a este mundial.

EL BIEN CONTRA EL MAL

Todos estamos jugando en esta cancha del mundo, para hacer ganar el bien contra el mal; contra los demonios.

Decía antes que de las cosas que nos enseña el mundial de fútbol, es la importancia del equipo; no basta que haya un crack en el equipo, en la selección para que gane, sino que todos tienen que jugar en común; todos tienen que poner lo suyo para que el equipo salga campeón.

Hoy la Iglesia ha querido que en este cuarto domingo de Adviento (el domingo antes de la Navidad), meditemos en la figura de un gran jugador de nuestro equipo que es san José.

Podemos ver a san José como la gran figura junto con María y junto con Jesús; son “el triángulo de la muerte”, podríamos decir, en este partido.

Hoy aparece san José en esa prueba inicial tan fuerte, tan dura, que ningún otro hombre ha podido tener en su vida.

Nos dice el Evangelio que

«María, la Madre de Jesús, estaba comprometida con José y cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un Hijo por obra del Espíritu santo.

“José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto»

(Mt 1, 18-19).

Yo no sé si tú has meditado en este momento de la vida de san José, pero es un momento durísimo.

SAN JOSÉ

Me acuerdo, una vez, haber visto una película de la vida de Jesús en la que aparecía esta escena, pero… ¡por favor! Era que san José se daba cuenta de que María estaba embarazada y se enfurecía y, frente a María, tiraba platos al suelo y le gritaba…

¡No por favor! Jamás pudo haber sido así la reacción de san José. ¿Cómo iba a dudar san José de María si María tenía esa mirada tan inocente, tan virginal, tan pura?

Por eso se había comprometido con ella, porque era una mujer extraordinaria y era, además, piadosísima y encantadora; incluso estando embarazada seguía con una sonrisa más grande que antes.

Obvio que san José no dudó de María, pero evidentemente que su esposa, su comprometida, estuviera embarazada, para él era algo totalmente ilógico y superaba su razón; estaba por encima de todo lo que él podría llegar a concluir.

Nos muestra el Evangelio de hoy que san José no se enojó.  Nos dice que

«José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto». 

Fijémonos, por una parte, qué sufrimiento el de san José; sufrimiento mental, en primer lugar. ¿Cómo es posible esto? ¿Cómo es posible que María esté embarazada? En ningún momento dudó de que María le hubiera sido infiel, simplemente era ilógico.

Nosotros nunca hemos pasado por una prueba así.  En nuestras pruebas, en cualquier problema de nuestra vida algo de sentido podríamos encontrar para esos sufrimientos.

Quizá, en última instancia porque somos pecadores -como castigo por nuestros pecados nos pasa- pero san José no.

No tenía ningún sentido ver a su comprometida embarazada. Y sin embargo qué fe de José, no duda ni de María ni de Dios.  Simplemente, se hace a un lado.

EL ORO SE PRUEBA EN EL FUEGO

Dice esto es más grande que mi mente, no lo puedo entender.  Esto no me toca a mí, aquí hay un misterio y por lo tanto decide abandonarla en secreto; no denunciar a María.

Qué prueba más grande y, a la vez, qué respuesta tan perfecta a la prueba de Dios.

Como dice muchas veces la Escritura:

«El oro se prueba en el fuego».

Y eso fue este momento para la vida de José.  Fuego que probó el oro de su fe, de su justicia, de su humildad.

No se queja ante Dios, no denuncia a María; al contrario, prefiere ser él el blanco de las injurias, porque eligió abandonarla en secreto; irse de Nazaret para que la gente piense: este la dejó embarazada y se largó.

Así él recibiría todos los oprobios y María quedaría totalmente inocente.

Ese es el gran crack que aparece en este partido de la lucha contra el bien y contra el mal: san José.

Cuánto tenemos que aprender de él.  Hoy podemos pedirle a san José: “San José, ayúdame a jugar como tú, con esas virtudes.

Ayúdame a crecer, también a mí, en humildad, en santidad, en fe ante las cosas que no entiendo; en amor a María santísima”. Con qué alegría la recibiría después del anuncio del ángel y con ese amor enorme también a Jesucristo.

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