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MIOPÍA CON ASTIGMATISMO

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INSPIRACIÓN DE UN SANTO

Cuando era pequeño, cerca de mi casa, había un colegio que se llamaba San Vicente de Paúl. No era un colegio muy grande, tampoco estudié en él y sin embargo siempre me llamó la atención, porque iban muchos alumnos, muchos niños.

Y coincide que hoy es la memoria de san Vicente de Paúl. La iglesia celebra su memoria. Entonces, la pregunta lógica es: ¿quién es este santo?

Así que, decidí googlear, preguntarle a Google, que todo lo sabe… Para mi sorpresa, la información que apareció allí no fue la típica biografía (a lo mejor de algún sitio web católico o de la misma Wikipedia); sino, más bien, aparecieron un montón de direcciones, datos de instituciones, colegios, hospitales que llevan el nombre de san Vicente de Paúl.

Me di cuenta que, de hecho, en las ciudades donde he estado, siempre he encontrado un colegio, un hospital, una institución con el nombre San Vicente de Paúl.

A lo mejor, te pasa eso a ti también, si recuerdas o si y piensas en tu ciudad, a lo mejor hay varias instituciones con este nombre. Por tanto, “Señor, es lógico que uno se pregunte ¿quién es san Vicente de Paúl? ¿qué hizo san Vicente de Paúl para que ahora haya cientos de instituciones que llevan su nombre?”

SAN VICENTE DE PAUL

En efecto, san Vicente de Paúl vivió en el siglo XVII en Francia y se dedicó al cuidado de niños que eran abandonados, niños expósitos. Como dato, más de trescientos niños eran abandonados anualmente en las calles de París.

Este hombre con esa preocupación santa, movido por la caridad, ese mandatum novum, se dedicó a esta obra, a esa obra de caridad. Obra que fue creciendo y creciendo, que le hicieron tan famoso.

Y esto, va en la línea de lo que nos habla el Evangelio de la misa de hoy. San Lucas, nos cuenta que en aquel tiempo los apóstoles, los discípulos del Señor, empiezan a discutir (no es una escena extraña para nosotros, porque varias veces los encontramos discutiendo). En este caso, para variar, es una discusión sobre quién era el más importante.

Entonces, “¿qué es lo que haces Tú Señor, al ver que se quedan en cosas vanas, que tus apóstoles tienen unas miras cortas?” Es como si el Señor, que ahora está pensando en su pasión, en su cruz, en aquello para lo cual ha venido, ha nacido, se ha encarnado… unas miras más amplias, más profundas, que llega más lejos; en cambio, ellos no.

MIRAS HUMANAS

Es como si Jesús tuviera un telescopio. Cuando uno mira por la noche el cielo estrellado, puede divisar constelaciones, estrellas que están a miles de años luz y también planetas.

Sin embargo, no podemos distinguir mucho; por la ubicación, sabremos decir que este es venus, marte…Y si tomamos un telescopio veremos un poquito más, podremos ver a júpiter, podremos ver incluso los anillos de saturno. Pero no es una visión muy clara.

Mejor aún, si accedemos a uno de esos telescopios a través de internet, que se encuentran en el espacio. Nos encontraremos con imágenes extraordinarias, de estrellas, de planetas, que están a años luz de nosotros. Eso es lo que tiene el Señor, en cambio los apóstoles, parece que no tienen ni un telescopio, sino tienen miopía, miopía con astigmatismo, no ven bien, son miras humanas.

“Por eso, Tu Señor, lo que haces ponerles por delante la imagen, la figura, el ejemplo de un niño”. Un niño que se contenta con poca cosa; también habría que ver un niño de la época el Señor y un niño del siglo XXI.

SER SENCILLOS COMO LOS NIÑOS

A lo mejor, un niño del siglo XXI está más acostumbrado a las cosas tecnológicas, pero son sencillos, son felices jugando, jugando con otros niños, mientras tengan lo necesario para vivir. Esa es la imagen que quiere el Señor quiere imprimir en sus apóstoles, para que sean sencillos, para que sean humildes.

Y esto quedó grabado en la memoria los apóstoles, pero no lo entendieron. Todo esto recién lo entenderán a través del prisma, a través de esa lente, que es la Cruz del Señor y la Resurrección del Señor.

Porque tras estos eventos, estos sucesos maravillosos, ellos recordarán todos esos episodios, todas esas enseñanzas de Jesús, lo que hizo y lo que dijo; y lo podrán por escrito, lo transmitirán a los primeros cristianos, hasta tú y yo que estamos hablando ahora con el Señor.

EPÍSTOLA DE BERNABÉ

Por eso, en los primeros siglos, encontramos un documento que justamente habla de esto, de este suceso, más que este suceso, de la humildad. Se trata de la Epístola de Bernabé. En la que se lee:

“Serás sencillo de corazón y rico de espíritu. No te enaltecerás a ti mismo, sino que serás humilde en todo, no te arrogarás gloria, no concebirás una determinación perversa contra tu prójimo, ni infundirás a tu alma temeridad”.

Esta carta sorprende porque es como mandamientos. Y que, si los formulamos de modo positivo, nos están diciendo: Sé humilde, no busques la gloria humana, la gloria personal, busca la gloria de Dios. Esto es lo que los apóstoles entendieron después.

A continuación, ¿qué sucede? Lo que sucede es que Juan, el preferido, el amado por el Señor se acerca y le dice:

“Maestro hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y se lo hemos prohibido, porque no anda con nosotros”

(Lc 9, 49).

EL APOSTOLADO

Es, diríamos, un poquito de celo o de intolerancia, incluso. Y no se dan cuenta que, aquella persona que ha expulsado demonios en nombre de Cristo estaba haciendo algo extraordinario. ¿Quién va por allí expulsando demonios? Ellos lo hacen, justamente, por el poder de Cristo, no por su propio poder.

Por eso, “Tu Señor tienes que salir inmediatamente a corregir esto”, y les dice:

“No se lo impidáis, el que no está contra vosotros está a favor vuestro”

(Lc 9, 50).

Esto es el apostolado. El Señor quiere enseñarles que el apostolado, consiste en llevar las almas, las personas a Cristo. Eso no es una obra personal, propia de cada uno, sino que es obra de Dios.

Es decir, ese consejo que le podemos dar a ese amigo, que a lo mejor le decimos: – Oye, ¿y, tú no has pensado en confesarte? Porque me dices que llevas veinte años sin confesarte o desde que te confirmaste; y a lo mejor, eso te podría venir muy bien, con todo esto que me cuentas, esos problemas… Pues, uno de ellos, es que necesitas estar cerca de Dios…

SER OTROS CRISTOS

Entonces, ese amigo va, se confiesa y vuelve feliz. Y se le abren unos horizontes extraordinarios y se anima, se decide a vivir cerca de Dios. Eso, obviamente, no será obra tuya, tú serás un instrumento en las manos de Dios, para llevar más almas a Cristo.

Y para eso, también, es importante que tú y yo seamos otros Cristos, el mismo Cristo, como aconsejaba san Josemaría. Por ello, veamos, examinemos si hay algo que no va.

Pensemos que tú y yo, cristianos católicos, somos la carta de presentación de la Iglesia. No representamos a la Iglesia de manera oficial, para eso está el papa, los obispos. Pero sí somos la cara de la Iglesia, ahí donde estemos.

Pidámosle a nuestra Madre Santísima que nos ayude a vivir así, como verdaderos discípulos de Cristo, apóstoles de Cristo, con esa unidad de vida; para que nuestra vida, justamente, transparente la vida de Cristo.

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