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MILAGROS A CINCO EUROS 

MILAGROS A CINCO EUROS
MILAGROS EN OFERTA

Hoy me entró la curiosidad por ser la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes. Como nunca había tenido agua de la gruta de Lourdes, y dicen que es muy milagrosa -de eso no tengo la menor duda-, me dije: —Oye Rafa, que te puedes dar un gasto extraordinario… 

Busqué en Amazon cuánto me costaría una botella (eso sí, certificada. No vaya a ser que me vendan agua del baño. Y tiene que ser fresca, quiero ver la fecha de envasado y de expiración…) 

Y conseguí una caja de 50 botellas de 150 ml. Con lo que me queda de mis años de ingeniero, saqué mis cuentas, y me salía en poco más de 4,5 euros el litro mas el envío. 

¡Un litro de agua a cinco euros! Madre mía, no es que no te tenga cariño, pero creo que me quedo con el agua del Orinoco, digamos que al menos me ahorro el envío… Capaz me estoy perdiendo una oportunidad de oro. Tal vez estoy despreciando un medio que Dios, a través de la Virgen me está dando y ¡en oferta! para mi sanación. 

EFFETÁ

Quién sabe si me llega a dar el COVID y me recupero milagrosamente por un par de gotas del agua de Lourdes. No lo sé, pero esta curiosidad de hoy me ayudó a recordar que Dios puede sanarnos utilizando cosas que normalmente despreciaríamos por ser comunes y corrientes, como el agua… ¡o la saliva!

Te hemos visto, Señor, utilizar algo tan barato como la tierra, echarle un poco de saliva, y con ese “remedio casero”, devolverle la vista al ciego (cfr. Jn 9, 6). 

Y en el suceso que hoy recoge san Marcos, te apiadaste de la triste condición de aquel sordo -y casi mudo- de Galilea, y le pusiste los dedos en los oídos, para que nosotros con ese signo viéramos que ibas a abrirlos, y tocaste su lengua con tu saliva. 

Y, como si se fuesen palabras mágicas:

«—Effetá— que significa: “Ábrete”. Y se produjo el milagro»

(Mc 7,31-37).

Si al ciego o al sordomudo le hubiesen dicho de antemano que se iban a curar con saliva, se hubiesen indignado, o al menos hubiesen pensado que les estaban tomando el pelo. 

INSTRUCCIONES CLARAS

Pero eres Tú, Jesús, quien se quiere valer de lo que no tiene valor, para obrar lo extraordinario.

De hecho, lo mismo le sucedió a Naamán el Sirio, cuando el profeta Eliseo finalmente lo atiende y la instrucción que le dá es sorprendentemente sencilla:

Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu cuerpo quedará limpio de la lepra

(2 R 5, 10). 

Naamán se enfureció porque pensó que le estaban tomando el pelo. Después de sufrir tanto con su condición de leproso, de haber recorrido de un largo trayecto desde tierras lejanas, de haber llegado al punto de desesperación que le hizo creer que sólo un suceso extraordinario podría curarlo, se encuentra con que el profeta le pide algo ordinario: “Ve y lávate en el río”. 

Y Naamán se fue fúrico diciendo: “—Yo pensé que iba a salir a recibirme, y que de pie iba a invocar al Señor su Dios, y que luego iba a mover su mano sobre la parte enferma, y que así me quitaría la lepra. 

¿No son los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar, mejores que todos los ríos de Israel? ¿No podría yo haber ido a lavarme en ellos y quedar limpio?”

(vv. 11-12).

El final de la historia lo conoces: sus siervos le hacen entrar en razón, Naamán obedece al profeta y queda curado de la lepra. 

LA HISTORIA SE REPITE A DIARIO

Con esto vemos que la historia se repite en el Antiguo Testamento, en los Evangelios, y probablemente en febrero del 2022: en la historia de un Dios que quiere valerse de medios corrientes -ordinarios, sin valor aparente- para sanarnos. 

Y los hombres queremos que Dios nos sane, pero a lo espectacular. Si no va a ser así, comenzamos a dudar (incluso a despreciar) el poder de Dios.

Además, muchas veces la sanación que nos interesa de Dios es la corporal: cúrame de esta enfermedad, quítame esta dolencia y, ¿¡hasta cuándo estos achaques!?

Y que Dios puede curarlos, pues bastan estos ejemplos del ciego, del sordomudo, o de Naamán, o los más de 7,000 casos de curaciones registrados por la oficina médica de Lourdes, y todo esto gracias al agua de la gruta. 

“Pero Tú, Señor, te interesas más en la sanación de nuestras almas. Al fin y al cabo, nadie es eterno”. Todos, absolutamente todos los que han gozado de una curación milagrosa, terminaron enfermándose de otra cosa y fallecieron. 

En cambio, la salud del alma que Dios quiere para nosotros puede llegar hasta la eternidad.

REZAR EL SANTO ROSARIO

Lo principal del mensaje de la Virgen en Lourdes no era lo milagroso del agua, sino que Dios quiere que nos convirtamos a Él y que confiemos en Él. Y para eso nos recomienda un medio sencillísimo que es el rezo del Santo Rosario. 

Esa es su preocupación de Madre: que nuestras almas limpias nos lleven al Cielo.

¿No nos estará pasando como a Naamán el Sirio? Yo quiero ser santo, sé que es bueno ser santo. Quiero tener un alma limpia, libre de mis malas inclinaciones. Quiero quedar libre de una buena vez de esta lepra del pecado, de mis defectos dominantes.  

Y sé que sólo Dios podrá hacerlo, porque ya lo he intentado por mis propias fuerzas. ¡Quiero un milagro… pero lo quiero espectacular!

De la otra parte está Dios. Que también quiere todo esto, pero me da unos medios que no son nada espectaculares y que por eso tan fácilmente los desprecio. 

LA EUCARISTíA

En primer lugar, los sacramentos. ¿A cuántas Eucaristías pudiste ir (incluso entre semana) y no te decidiste porque allí no ves nada espectacular? 

Allí no hay fuegos de artificio, los del coro no son precisamente el coro de la Capilla Sixtina, ni una orquesta de ángeles, o el sacerdote no te parece suficientemente santo, piadoso o inteligente. Y pudo más la flojera, la crítica, el temor al contagio o cualquier otra obligación importantísima…

LA CONFESIÓN

O el sacramento de la confesión. Es verdad que a veces conseguir un confesor se hace cuesta arriba. Pero, el que quiere, puede y tantas veces. Y en la confesión tampoco hay nada espectacular. Del otro lado de la rejilla lo que hay es una criatura como yo (con sus miserias, defectos, errores). 

Y vuelve a salir el Naamán que todos llevamos dentro: ¿Por qué tengo que confesarme con otro igual que yo? (…)

VER ESOS SIGNOS VISIBLES

“Pues, es esa búsqueda de lo espectacular la que dificulta que Tú, Señor, puedas obrar en nosotros a través de lo corriente”. 

Recuerda que la salvación de Dios nos viene a través de signos visibles que a veces despreciamos por ser de poco valor: ya sea un rosario bien rezado, un sacerdote que actúa en nombre de Dios, especialmente en los sacramentos, de tantos detalles de servicio que podemos hacer al prójimo por amor a Dios… O, incluso de un poco de agua de Lourdes, aunque la vendan a 5 euros el litro…

De la fiesta de la Virgen de Lourdes, de la curación del sordomudo del Evangelio de hoy, de la historia de Naamán el Sirio y de la propia experiencia, podemos sacar este propósito: que no despreciemos los medios que Dios ha puesto a nuestra disposición para salvarnos. 

Que aumente nuestra fe y nuestra visión sobrenatural, para que no veamos sólo con ojos humanos las cosas de Dios. 

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