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MIÉRCOLES DE CENIZA

Miércoles de Ceniza, un vaso nuevo
UN CORAZÓN NUEVO

En estos 10 minutos con Jesús vamos a considerar en el día de hoy el Evangelio del Miércoles de Ceniza, por lo tanto es una invitación que nos hace Jesús a mirar nuestro corazón para buscar ese arrepentimiento, esa penitencia. 

Iniciamos estos cuarenta días, la Cuaresma, con la ilusión de preparar nuestro corazón para que Jesús pueda renacer en él. Y por eso vamos a meditar en el Evangelio de hoy. 

Y sobre todo le vamos a pedir mucha ayuda a Jesús para que nos dé un corazón nuevo, un corazón donde no entra la corrupción del pecado, un corazón purificado, un corazón renovado eso es lo que le pedimos con toda nuestra ilusión a Jesús en este rato de oración.

Dice el Evangelio:

«En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: —Cuídense de no practicar su justicia delante de los hombres para ser visto por ellos: de lo contrario, no tendrán recompensa de su Padre celestial. 

Por lo tanto, cuando hagan limosna, no manden tocar la trompeta delante de ustedes, como hacen los hipócritas en las sinagogas o por las calles, para ser honrados por la gente. En verdad les digo que ya han recibido su recompensa.

Ustedes en cambio cuando hagan limosna, que no sepa su mano izquierda lo que hace su mano derecha, así la limosna quedará en secreto; y el Padre, que ven en secreto, los recompensará.   

Cuando recen, no recen como los hipócritas: a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad les digo que ya recibieron su recompensa. 

Ustedes, en cambio, cuando recen, entran en su cuarto, cierren la puerta y recen a su Padre que está en lo secreto; y su Padre, que ve en lo secreto, los recompensará. 

Cuando ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas, que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que están ayudando. En verdad les digo, que ya han recibido su paga. 

Ustedes, en cambio, cuando ayunen, perfumense la cabeza, lávense la cara, para que su ayuno no se note sino que lo note su Padre que está en lo escondido, y su Padre que ve en lo escondido los recompensará»  

(Mt 1-6, 16-18). 

ESPÍRITU DE AYUNO

Jesús nos recuerda cómo tiene que ser nuestro espíritu de ayuno, un espíritu de ayuno interior. Obviamente que no nos interesa quedar bien, no nos interesa que nos vean, no nos interesa que los demás aplaudan nuestro ayuno, ¿para qué queremos que aplaudan nuestro ayuno?… Nosotros lo que queremos es convertir el corazón.

Por eso le pedimos a Jesús, que hizo su primera Cuaresma, esos cuarenta días de penitencia extrema. Los que hemos podido estar en el Monte de la Cuarentena, en Tierra Santa (está cerca del Mar Muerto, cerca de Jericó) recordamos perfectamente lo duro que debe haber sido esos cuarenta días para Jesús.

Porque es una meseta de piedra que se sube por una escalinata larguísima y en la cual no hay absolutamente nada para comer, no llueve, con lo cual debe haber pasado muchísima sed. Hay un ulular del viento que hace que el oído no descanse nunca porque es ensordecedor; y además mucho viento, con lo cual los ojos y la boca se llenarían de polvo. 

En la noche, mucho frío, durante el día, muchísimo calor. Es un lugar increíble el que eligió a Jesucristo para purificarse, para poder dedicarse a servir. Él es nuestro camino, nos está mostrando el camino. 

ENCONTRAR EL CAMINO

Nosotros, si queremos servir a los demás, si queremos ser de verdad hijos de Dios, testigos de Dios, embajadores de Dios ante los hombres, para poder ayudarlos a encontrar el camino que nos lleva hacia el Cielo. Porque eso es un Cristiano, esa es nuestra misión: ayudar a que muchísima gente encuentre el camino del Cielo. 

Porque angosto es ese camino, angosta es la puerta, sinuoso es el camino. En diferencia al otro camino, el que lleva a la perdición, el que lleva al amor propio, el que lleva al mal, que es ancho y andadero: El camino que lleva al Cielo es un camino angosto y requiere de nosotros esa purificación. 

Por eso Jesús, que es el Camino, la Verdad y la Vida, nos muestra cómo tenemos que obrar y nos marca el camino con su ayuno. Por eso nosotros le pedimos: “¡Señor, ayúdame a entender!”. 

Primero, tengo que entender para poder querer, porque si no lo entiendo no lo voy a creer y si no lo quiero no lo voy a hacer; y esta cuaresma pasará… como tantas cuaresmas que a veces pueden haber pasado sin dejar huella, sin transformar nuestro corazón.

La clave de la Cuaresma es, que al terminar estos cuarenta días, nuestro corazón sea distinto, que no sea absolutamente distinto, que sea un poco distinto, que haya cambiado un poquito, que sea más parecido al Corazón de Jesús. 

SERVIR, SERVIR Y SERVIR 

Que nos hayamos desprendido de rencores. Que hayamos perdonado. Olvidar ofensas que nos han sido inferidas. Derrotar un poco más la pereza, el amor propio, el egoísmo. Derrotar la sensualidad, que a veces nos lleva a buscarnos a nosotros mismos y no a los demás. Porque queremos servir como Jesús. 

Jesús se pasó la vida sirviendo. Se levantaba muy de madrugada para ponerse al servicio de los demás. Por eso, nosotros que queremos replicar en nuestra vida la vida de Cristo, para que podamos decir como san Pablo: 

“Ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí”. 

Necesitamos, imperiosamente, que Jesús nos transforme el corazón para que viva en nosotros, y que hagamos de nuestra vida un gran acto de servicio. De manera que muchísima gente encuentre en nuestra vida, en nuestra palabra, en nuestra escucha, en nuestra sonrisa, en nuestra ocupación… Porque nos ocupamos de los problemas de los demás. 

PURIFICACIÓN

Todos los días tenemos presente esa larga lista, que Dios prepara para cada uno de nosotros, de personas a las cuales tenemos que ayudar. Dios con muchísima ilusión trabaja preparándonos esa lista para que nosotros no nos despistamos, realmente le pongamos cabeza y corazón a esa lista de gente a la cual Dios ha pensado tanto. 

Servir, servir y servir, eso es lo que Jesús nos pide, y eso es lo que le pedimos nosotros a Jesús: “Señor, que mi corazón esté puesto en el servicio y para eso necesito purificarme. Purificarme con penitencia, una penitencia que no se note, como dice el Evangelio de hoy. Que la veas solo vos, que la vea solo el Padre, que la vea solo el Espíritu Santo”.

Una penitencia en las comidas, penitencia en las posturas, penitencia en el trabajo. Cosas que normalmente sean útiles a los demás; a mí me servirá no usar nunca el celular en las comidas o cuando recibo gente cerrar el celular, darle vuelta, que no se vea, no estar interrumpiendo a los demás con un mensaje que entró, lo que sea y tantas cosas más…

¿CUÁL VA A SER MI PENITENCIA PARA CUARESMA?

Hay amigos que hacen penitencia no tomando Coca Cola, que les encanta o no comiendo helados. Hay gente que hace penitencia no tomando vino, de alguna manera cuidan su salud. Pero sobre todo, creo que la penitencia más útil es la que tiene que ver con el servicio a los demás.

Por eso pensemos, ¿cuál va a ser nuestra penitencia en esta Cuaresma? Así como podemos hacer esto del teléfono, no usarlo en las comidas, no usarlo en las conversaciones con los demás para no relegarlos que los verdaderos protagonistas sean ellos no nuestras cosas, nuestro trabajo saber dejarlo de lado.

Cada uno de nosotros podemos pensar en hacer algún tipo de penitencia que sea útil a los demás. Dar gracias, pedir perdón, pedir por favor las cosas. Tenemos muchísimo campo para penitencia.

Pidámosle a Jesús que nos inspire en qué tenemos que hacer penitencia para convertir el corazón en estos cuarenta días. 

Tenemos cuarenta días para convertir el corazón. 

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