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MEDITACIÓN JUNTO AL PESEBRE

pesebre, santos inocentes

¡Hoy todo es alegría! Finalmente, hemos llegado a ese momento que tanto hemos esperado durante el tiempo de Adviento.  Cada país de Latinoamérica tiene sus modos peculiarísimos de celebrar este día.

En mi país (y supongo que también en otros) los regalos los trae el Niño Jesús y los pequeñines, hace semanas que le escribieron una carta pidiendo con especial ilusión.

Ya que estamos en confianza, yo no sé que le habrás pedido tú para esta Navidad, te voy a revelar qué fue lo que pedí este año (espero que no te vayas a burlar, no te vayas a extrañar, porque se trata de una petición bastante peculiar).

Quién sabe, capaz te animas a pedir tú también lo mismo.

AMNESIA

Te voy a explicar: al Niño Dios le pedí, para estas navidades: amnesia.  No gimnasia ni magnesia, sino amnesia.  Es decir, pérdida temporal de la memoria.

Sí, como lo oyes.  Le pedí perder la memoria o, al menos, temporalmente.  Sobre todo, en estos momentos en los que tú y yo, seguramente, estamos haciendo nuestra oración delante del Pesebre o de alguna imagen del Niño Jesús.

“Señor, si Tú me concedieses este regalo, seguramente yo haría mucho mejor estos ratos de oración contemplándote, porque me asombraría cada vez al verte como un Bebé normalísimo”.

Un bebé que ríe, que llora, que se babea, que se chupa el dedo del pie… un bebé normalísimo como cualquier otro.

Y qué maravilla cada vez que caigo en cuenta de que mis sentidos me están engañando.  Este Niño a quien veo en pañales es Dios que

“bajó del Cielo arrastrado por el peso de Su amor”,

como decía san Agustín.

ADORO TE DEVOTE


Seguramente, conoces ese himno: el Adoro te Devote que solemos cantar los días eucarísticos.  Ahí afirmamos que en la Cruz se escondía solo la Divinidad.  Pero no solo en la Cruz, aquí también en este pobre portal de Belén.

Nuestros sentidos nos están engañando y solo con los ojos de la fe tenemos acceso al milagro. Estamos viendo al Dios con nosotros.

Ahora, precisamente, es cuando puedo sacarle provecho a mi regalo de Navidad porque, aunque haya vivido muchas navidades (no tantas, no exageremos), aunque haya visto este pesebre infinidad de veces, mi amnesia me hace vivir todas estas cosas con la maravilla de la primera vez.

ENAMORARNOS CADA DÍA

Se cuenta que un matrimonio, que ya estaba avanzado en años, se vio afectado, precisamente, por este regalo que pedí por Navidad.

Resulta que el esposo sufría de un Alzheimer tan severo, que todos los días le declaraba su amor y le pedía matrimonio a esa mujer extraña que veía a su lado cuando se despertaba cada mañana.

Ese recuerdo de la boda de hace tantos años había desaparecido de su memoria completamente.  De modo tal, que él le decía: Fulanita, ¿te casarías conmigo? Así una y otra vez, día tras día.

La situación, claramente, es tragicómica.  La esposa, obviamente, sufría por la enfermedad de su esposo, pero se lo tomaba con gracia, porque se sentía halagada de que su esposo aún sintiera ese flechazo por ella todos los días.

DIVINIDAD ESCONDIDA

¿Por qué no hacer lo mismo tú y yo cuando contemplemos a este recién nacido? “Cuando te contemplemos a Ti Señor, envuelto en pañales.  Que nos asombre Tu divinidad escondida, pero también Tu humanidad que te hace tan cercano a nosotros.

Al verte, ¿cómo no maravillarnos ante un bebé que aún no puede sino balbucear, pero que ya nos está dando lecciones valiosísimas para nuestras vidas?

Miramos tus ojos Señor y la verdad es que son como los de cualquier niño: preciosos, totalmente inocentes.  Unos ojos que se fijan vivamente en cualquier persona que se te acerca.

Pero nos damos cuenta también de que esa mirada tuya refleja una conciencia plena de la propia misión”.

“Yo vine a la tierra para padecer”, cantamos en ese villancico popular.

¡VINO A SALVARNOS!

“Y así nos maravillamos porque sabemos que todos tus gestos, todas tus acciones, son redentoras.  Es que no tienes tiempo que perder, viniste a salvarnos de la esclavitud del pecado y abrirnos las puertas de la felicidad eterna en el Cielo.

“Por eso, ahora cualquier gesto tuyo, ahora hecho un Niño común y corriente, nos enseña muchísimo.  Tú nos redimirás -principalmente, en la Cruz- esto lo sabemos, pero también de un modo inefable lo haces ahora desde el portal de Belén.

“Hoy, que hacemos este rato de oración delante de Ti Señor, viéndote recostado en el Pesebre y envuelto en pañales, vemos que aún no puedes pronunciar palabra.

“Tendrás que aprender poco a poco, escuchando a María y a José y repitiendo como un niño normal.  Pero, desde ya, nos estás dictando una cátedra sobre la humildad”.

Todo lo que contemplamos en este portal nos está hablando de aceptar, de amar la voluntad amabilísima de Dios, aunque no siga la lógica humana; aunque suponga un cambio en nuestros planes.

POBREZA ABSOLUTA DE BELÉN

“Tú Señor, sin nada viniste al mundo (y no precisamente por falta de presupuesto), pero es que de este modo la pobreza más absoluta de Belén nos enseña a no dejarnos llevar por las comodidades de este mundo”.

Es que no son necesarias para ser felices, aunque el mundo se empeñe en vendernos que sí lo son.

Seguramente, recordarás esa frase de san Josemaría:

“Lo que se necesita para conseguir la felicidad no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado”

(San Josemaría.  Camino, punto 795).

Y, justamente, es lo que estamos contemplando hoy en Belén con el asombro de la primera vez.

“Es la prueba más clara de que esto es verdad, porque miramos la felicidad en Tu rostro Señor, que refleja un corazón enamorado de esta humanidad de la quisiste formar parte en plenitud, menos en el pecado”.

DIOS EN NUESTRAS VIDAS

Vemos los rostros de María y José que reflejan la felicidad de quien tiene lo único que importa: Dios en sus vidas.

Hoy, de hecho, lo único que importa es el Niño.  Ahí en Belén no hay comodidad, pero sí corazones enamorados.  Todo sobra, solo Dios basta.

“Verte a Ti Señor, nos ayuda también a pisotear nuestra vanidad”.

Es que el prodigio de hoy es verdaderamente grandioso.  Aunque al final terminarán enterándose los cuatro confines de la tierra (por aquello de que el bien, de por sí, es difusivo) en un primer momento no es así.

La noticia de tu nacimiento no salió en redes sociales, no hubo una gran ceremonia real para agasajar al neonato.

De hecho, debería asombrarnos la discreción de este milagro y, en contraste, vemos nuestra tendencia a querer ser el centro de atención; nuestra tendencia a querer que nos reconozcan las más pequeñas cosas buenas que hacemos.

COOPERAR CON LA REDENCIÓN

“Tú, desde el pesebre, nos enseñas Señor a no buscar el espectáculo, sino a cooperar con esa redención a través de lo normal, de lo corriente; de lo de cada día”.

A los ojos del mundo, hoy ha nacido un Niño como cualquier otro; pero a los ojos de la fe, todo es una maravilla.

Esta maravilla la conocemos desde pequeños y la hemos visto muchísimas veces, pero hoy hemos decidido hacer uso de la amnesia, de nuestra falta de memoria, para dejarnos deslumbrar, una y otra vez, como si fuera la primera vez.

Por eso, este sí que sería un regalo inmejorable para estas navidades.

Se lo podemos pedir a nuestra Madre: Madre nuestra, muéstranos a Jesús; contágianos de esa felicidad tuya cuando lo ves; que no nos acostumbremos a estar con Él, a aprender de Él.  Que no nos acostumbremos a las maravillas de Dios.

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