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MÁS FE, MÁS LUZ, MÁS CONFIANZA

custodia tu tesoro

Ya casi van a ser cuatro meses de cuando fue esa bendición del Papa, ¿se acuerdan? En San Pedro, en la plaza, al atardecer romano.

¡Qué fuerza la del Papa en esa bendición! ¡Cuánta fe del Papa! Bueno, de la Iglesia, tantísimos cristianos que estábamos ahí, aunque conectados desde lejos, pero estando ahí.

¡Cuánta fe! ¡Cuánta fuerza! ¡Cuánto cariño a Jesús!

Quizás nos acordamos y ahora nos sirve para contemplar, agradecer, saber dónde tiene que apuntar nuestra vida.

Nos acordamos de esa imagen fuerte, elocuente del Papa Francisco a los pies del Crucifijo, a los pies del Señor, cuando la pandemia estaba dura en tantos lugares del mundo, ahí en Italia especialmente.

El Papa a los pies del Crucifijo, a los pies de la Virgen.  Incluso, ya cayendo agua y el Papa va hacia adentro donde habían preparado un poco las cosas.

Hubo esa adoración al Santísimo, lo trajeron, lo pusieron en la custodia y “pudimos, Jesús, adorarte, mirarte.

“Veíamos también al Papa con ese ejemplo de fe, de fuerza, de serenidad, de confianza grande, mirándote a Ti Jesús”.  Adoración al Santísimo, adorando, rezando, pidiendo…

Luego, el Papa tomó al Señor -la custodia-, se asomó a la plaza, a Roma, al mundo y nos bendijo desde ahí. “Nos bendijiste Tú Jesús”.

OYE, CONFÍA

Quiero aprovechar las palabras del Evangelio de hoy, las palabras de Jesús, algo que sucedió en la vida de Jesús que relata san Mateo -que seguramente también estaba ahí- pero, sobre todo, la fe en el Señor.

“Señor, cómo Tú también, ahora en estos minutos de oración, me dices: Oye, confía”.

Fíjate en el Papa con qué fe se acercó a los pies del Crucifijo, con qué fe se acercó a la Virgen, con qué fe tomó la custodia con el Santísimo y bendijo al mundo entero.

“Seguramente, Tú también ahora Jesús me ayudas, me pides que tenga más fe, más confianza”.

A ver si la confianza en el Señor, en el corazón paternal cariñoso de Dios, en la presencia de Jesús, en la Eucaristía, en nuestros corazones en gracia, a ver si esa presencia del Señor también ilumina mis planes, mis ilusiones.

Todos tenemos planes, proyectos, ideas… a ver si la presencia del Señor les da más fuerza, a ver si nos señala un camino seguro.

No solamente ilusiones que pueden disparar para un lado, para otro, sino planes realmente fructíferos, seguros, que avanzan, echados para adelante; es decir, lanzado, asumiendo un cierto riesgo -que está muy bien- pero iluminados por la presencia del Señor.

FE

Que la fe que veíamos en el Papa también sea mi fe Jesús; podemos pedírselo ahora. O también:

“Señor, que en las dificultades que yo tengo, que tenemos todos, más grandes, más chicas, de un tipo, de otro… esta presencia tuya me de fuerza, me de serenidad, me de alegría incluso, de saber que estoy contigo -como lo decía el Papa: “Contigo en la barca”.

Todo esto porque se nota que en la escena que ahora vamos a entrar brevemente, la del Evangelio de hoy, “se nota que a Ti Jesús esto de tener fe, seguridad, confianza, mirada profunda, por la fe en el corazón, para Ti Señor esto es muy importante.

“Tú aprovechas lo que ocurre, eso que te vienen a ver personas muy cercanas a Ti por parentesco, para animar a la gente que está ahí, que no son parientes tuyos, a tener un corazón lleno de fe.

“Por eso se nota que la fe para Ti Señor es algo importante, por eso te lo estamos pidiendo ahora”.

Cuenta san Mateo:

“Estaba Jesús hablando a la gente cuando su Madre y sus hermanos se presentaron afuera tratando de hablar con Él.  Uno le avisó: “Tu Madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo””.

            Sabiendo que Jesús eso le iba a dar una gran alegría, estar con la Virgen, estar con sus primos, con sus parientes cercanos.

JESÚS APROVECHA

Le dan esa noticia a Jesús, no solamente para no dejar esperando afuera a estas personas tan queridas del Señor, “sino porque a Ti Jesús seguro te iba a dar una gran alegría, porque eran parientes tuyos” y se notaba el cariño que les tenía.

Jesús aprovecha, cuenta san Mateo:

“Pero Él contestó al que le avisaba: “¿Quién es mi Madre y quiénes son mis hermanos?” Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos dijo: “Estos son mi Madre y mis hermanos.  El que haga la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre””

(Mt 12, 46-50).

“Por eso se nota Jesús que a Ti de verdad te importa esto; o sea, que lo consideras algo súper importante, súper valioso, súper bueno”.

Que nosotros, aprovechando esto, aprovechando cualquier otra cosa, Tú Señor nos dices:

“Busquen la fe, busquen mirar hacia el Cielo a conocer a Dios Padre, hacer la voluntad de Dios Padre, porque esto sí que es clave, esto sí que los ponen muy dentro de mi Corazón.  Esto les va a dar mucha fuerza, mucha luz en su camino.

“Aprovechando esto, obvio te daba alegría Jesús que vinieran la Virgen, tus parientes cercanos, primos, hermanos, primas… y Tú aprovechas esto para, muy pedagógicamente, hacerle ver a los que te oían, que la fe es realmente importante.

“Claro que es bonito el parentesco y produce alegría y se te notaba Jesús, pero más alegría todavía la fe en el corazón”.

LA GRACIA DE DIOS

Más importante todavía que los vínculos -digamos- de parentesco o que son biológicos que tienen mucha fuerza y tienen un gran valor.

Es una cosa preciosa, un regalo de Dios, por supuesto que sí, pero incluso más fuerte que eso, más luminoso que eso, más seguridad todavía que eso, más que eso… es la fe, es la gracia de Dios.

Además, nosotros también lo sabemos muy bien gracias a los evangelistas, cómo la Virgen, cómo san José (que aquí no aparece nombrado, pero uno también lo sabe), cómo las dos personas que más han querido al Señor, que más han conocido a Jesús, que más han estado cerca de su corazón, han sido la Virgen y san José.

No solamente por vínculos de parentesco, que también han sido las dos personas con vínculos de parentesco los más cercanos a Jesús.

LA VIRGEN Y SAN JOSÉ

Pero la Virgen y san José son de una profundidad, de una santidad muy grande, siendo parientes los más próximos de Jesús, no solamente por el parentesco, sino por la fe en sus corazones.

Son felices la Virgen y san José por ser parientes, ¡qué maravilla! Pero más todavía por su corazón creyente, como el que le veíamos al Papa en la Plaza de San Pedro, como el que queremos tener nosotros.

Así que aprovechemos ahora también que nos hemos acordado de la Virgen, de san José, para pedirles: “Virgen María, san José, ayúdennos a creer profundamente, a querer profundamente a Jesús, a abrirle el corazón, pues, de esa manera todo se ilumina un montón”.

Es que tiene mucha razón Jesús en recomendarnos, en ayudarnos a enfocar en esto.

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