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LUCES Y SOMBRAS DE JUDAS

luces y sombras

¡Luces y sombras! Así explicaba el maestro en una clase de arte: luces y sombras, eso da el relieve. Animaba a fijarse en las combinaciones de los colores, en los claros junto a los oscuros.

Cada uno en su lugar, uno junto al otro, se van alternando y aquel cuadro cobra relieve, se gana en profundidad, se consigue resaltar unas cosas, mientras otras se quedan allá en el fondo, pero todo aporta, todo forma un conjunto.

SEMANA DE LUCES Y SOMBRAS

Estamos en esta Semana Santa, Semana Mayor, semana de luces y sombras, la Pasión y Muerte le pasan el relevo a la Resurrección… Pero no sólo eso. También cada rincón de este gran cuadro tiene sus luces y sombras. La escena de hoy no es excepción.

Estamos sentados a la mesa, con los demás apóstoles. Jesús nos ha reunido para celebrar. Aunque en el ambiente hay cierto aire especial, esto es distinto…

Estamos contentos, pero no deja de haber cierta curiosidad, un aire de misterio, la sensación que aquí hay algo que se me escapa. Volteamos a ver a Jesús:
“Estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se conmovió en su espíritu, y declaró:

«En verdad, en verdad les digo que uno de ustedes me va a entregar»

(Jn 13,21).

Lo ves y te das cuenta: Jesús se está muriendo. Se está muriendo del corazón; de dolor de corazón. No ha comenzado lo que llamamos “la Pasión”, pero la verdad es que ya comenzó. Su corazón, el corazón más sensible que jamás haya existido, sufre, padece…

SE REFERÍA A JUDAS

“Uno de ustedes me va a entregar…” Se percibe un sufrimiento interior en estas palabras, aunque su mirada hacia cada uno es de cariño (…); no lo dice herido o despechado, sino anunciando una realidad…” (Cuaresma-Semana Santa 2018, con Él, Fernando del Moral).

¿Y qué sucede a continuación?

«Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber a quién se refería»

(Jn 13,22).

“Obviamente, nosotros sabemos que se refería a Judas, pero también es un recuerdo para todos los discípulos de todos los tiempos.

Sin ponernos dramáticos, podríamos decir que la traición duerme en la puerta del corazón de cada uno. Solo si aceptamos nuestra capacidad de infidelidad podremos valorar y luchar (…) por nuestra personal fidelidad.

En aquel momento, cada uno de los que rodean a Jesús comienzan a examinarse y preguntarse si lo diría por él…”
(Cuaresma-Semana Santa 2018, con Él, Fernando del Moral).

DUELE MUCHO PORQUE QUIERE MUCHO

El corazón de Jesús sufre, sufre por los pecados, por los tantos pecados que anidan en los corazones de los hombres: egoísmos, adulterios, crueldades, abortos, robos, calumnias, traiciones, hipocresías, borracheras, blasfemias, soberbias, desprecios, asesinatos, odios, perezas, mentiras, impurezas… ¡como duelen los pecados en el corazón de Jesús!

Y duele mucho porque quiere mucho; quiere con locura a cada uno de los pecadores…
Hoy duele por Judas Iscariote, al que quiere infinitamente.
No sabemos cómo comenzó todo, pero sí que Judas era uno de los doce.

EL APÓSTOL JUDAS

“Podemos imaginarnos a Judas, joven, durante los primeros meses de la vida pública de Jesús, ilusionado por la llamada de Dios. Estaba metido en sus cosas, pero Jesucristo se había cruzado en su camino.
Le había elegido como apóstol, y había experimentado una alegría muy grande. (…) Ahí estaba Judas, como el resto de los apóstoles, entusiasmado con la palabra de Cristo (…).
Sonreía con frecuencia, disfrutaba pasando los días con Jesucristo, veía sus grandes obras: cómo curaba a los enfermos o devolvía la vista a los ciegos.
Judas era, sencillamente, feliz, y trataba de agradar en todo a su Señor. Era el inicio de su vocación, todo luz.
Jesús le (…) confiaba sus secretos durante las largas caminatas por Galilea y Judea. Le pedía que le acompañara a hacer juntos algunas gestiones, le contaba –como es propio de los amigos– ciertas intimidades suyas.
Judas correspondía abriendo su corazón al Señor y trataba de obedecerle porque, sobre todo, amaba y respetaba a Jesús» (Cuaresma-Semana Santa 2016, con Él, Fulgencio Espa).

INFIDELIDAD

Lo inquietante es pensar, ¿Cómo se pudo venir abajo todo esto? Como es lógico, no fue de un día para otro. Aquello, de una manera o de otra, se fue cocinando a lo largo de los tres años que compartieron.
Así sucede con toda infidelidad; se comienza por descuidar cosas pequeñas, por quitarles importancia, y a base de pequeños detalles se acaba descuidando lo grande…
Judas empezó a desplazar del centro de su corazón a Jesús y a ponerse allí a él mismo y a sus cosas…

“El Señor vio en él, como en los otros, un corazón grande, capaz de darse. Vio también su fragilidad, pero lo amó y se ilusionó con lo que, llevado por su Espíritu, podría llegar a hacer. La llamada fue verdadera.

No pienses que el fracaso significa que en el origen la cosa ya estaba mal, no tiene por qué ser así. La llamada de Dios es verdadera; la que hizo a Judas lo fue, la que te hace a ti en lo íntimo de tu corazón, también. Pero esta llamada está en tus manos, como estaba en manos de Judas responder a la suya” (Semana Santa-Pascua 2017, con Él, Antonio Fernández Velasco).

SU PROPIA VISIÓN HUMANA

Parece que poco a poco le fue dando lugar a la tibieza. La avaricia tuvo algo que ver, porque era él quien administraba el dinero del pequeño grupo de los apóstoles y, como dice San Juan, robaba de esa bolsa.
Pero también parece que se empecinó en su propia visión humana acerca de Jesús, lo que él pensaba que debía hacer.
Que parece que quería forzar las cosas: que Jesús se manifestara como el Hijo de Dios de manera drástica, contundente.
Y aquello solo lo iba a conseguir si caldeaba el ambiente: por eso monta el escenario de la traición. ¡Para que Jesús se deje de cosas, de discursos bonitos, y actúe! ¡Qué error!
La verdad es que no lo sabemos… Lo que sabemos es que a Jesús le duele el corazón…

EL MISTERIO DE LA LIBERTAD

Lo que sabemos es que, así como Judas que era uno de los 12 apóstoles, nadie está consagrado en gracia. La vocación no hace a nadie impecable.

“Es un misterio. [A Judas] No le faltó nada que tuvieran los otros once y sin embargo algo se torció desde hacía ya un tiempo y terminó llevándole a la perdición.

Es el misterio de la libertad. [Ahora,] Que pensar en esto no te llene de temor ni te paralice, pero que te haga caer en la cuenta de tus pies de barro, de tu fragilidad.
Y dile a Jesús que no permita que te separes de Él; que, en la caída y en la traición, te libre de la desesperación que ahogó el corazón de Judas, y te dé, en cambio, las lágrimas arrepentidas de Pedro para acudir siempre a su lado esperando el perdón”
(Semana Santa-Pascua 2017, con Él, Antonio Fernández Velasco).

¡Luces y sombras! Estamos en la Última Cena, Jesús está a punto de instituir la Eucaristía, el sacramento del amor, el sacramento de la luz, y este hombre tiene el corazón podrido, lleno de sombras… San Juan dirá:

«Era de noche»

(Jn 13,30).

A TODOS NOS LLAMA JESÚS

Pero, ojo, que no es cosa solo de ese momento, o cosa del pasado… Santa Faustina Kowalska cuenta lo que, un día le hizo saber Jesús en una experiencia sobrenatural, después de comulgar:

«Hija mía, escribe que me duele mucho cuando las almas consagradas se acercan al sacramento del amor solamente por costumbre como si no distinguieran este alimento. No encuentro en sus corazones ni fe ni amor» (Diario, 19-IX-1937).

A todos nos llama Jesús, contigo y conmigo también se ilusiona, nos confía sus secretos, nos pide que le acompañemos, también que le acompañemos en esta Semana Santa.
Y Jesús cuenta con nuestra libertad. Esa libertad que libremente peca y le lastima el corazón.

LA FIDELIDAD DE LOS CRISTIANOS

Que le acompañemos con fe y amor. Y aprovechemos para pedirle por la fidelidad de todos los cristianos, especialmente de aquellos a quienes ha llamado con vocación específica a servirle de cerca, pues nadie está consagrado en gracia y las vocaciones nacen y se sostienen con oración.
Acudimos a nuestra Madre, Santa María, que tanto cariño le tenía a Judas Iscariote. A Ella que con corazón de Madre acoge a todos.
¡Reina de los apóstoles, refugio de los pecadores, auxilio de los cristianos, ¡ruega por nosotros!

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