Leyendo el evangelio de hoy, me acordé de aquella fábula que seguro hemos escuchado alguna vez:
“Un padre acompañado de su hijo y su burro tenían que cruzar semanalmente la plaza principal del pueblo. Un buen día, el niño iba montado en el burro y el padre caminando junto a ellos.
Una vez atravesada la plaza principal, los vecinos comenzaron a criticar ácidamente: «¿Será posible? ¡El niño, fuerte y robusto sobre el burro, y el pobre padre mayor y achacoso caminando! ¡Qué poca vergüenza!”
Los comentarios llegaron a oídos de este pobre hombre (pueblo pequeño, problemas grandes), y a la siguiente semana, fue él mismo el que montó sobre el burro, y el niño iba caminando. Los vecinos del pueblo al ver esto, arremetieron con sus críticas hacia el padre: «¡Qué poca vergüenza! ¡El pobre crío caminando y él tan contento sobre el burro! ¡Qué padre más despiadado!”
Con el fin de no recibir tantas críticas (como ahora se dice “tanto hate”), a la semana siguiente, pasaron delante de los vecinos del pueblo, tanto el padre como el hijo montados en el burro; al ver esto, aquellos que estaban sentados en la plaza mostraron abiertamente sus críticas: «Cómo es posible que tengan tan poca consideración con el animal. ¡Los dos, sentados tranquilamente y el pobre animal, llevándolos sobre su lomo!»
Al pasar el tiempo, y tener una vez más que pasar por el pueblo, y evitar de una vez por todas, todo tipo de crítica, el padre y el hijo entraron caminando, llevando al burro atado con una cuerda. Al ver esto, los vecinos del pueblo, no pudieron dejar de exclamar:
«¡Serán estúpidos!, para qué quieren el burro, los dos caminando y el burro moviéndose a sus anchas; ¡qué poco cerebro tienen!».
IMPOSIBLE QUE NO VENGAN LOS ESCÁNDALOS
Ya sé que seguro esta historia te llegó por una cadena de WhatsApp. Pero, como te decía, me acordé de ella al leer el evangelio de hoy. Porque en cierto momento del pasaje de San Lucas, el Señor nos dice:
«Es imposible que no vengan los escándalos». Para la familia de la fábula, era imposible no escandalizar a los fariseos del pueblo. Quien se propone pensar mal, pensará mal.
Aunque el Señor no se está refiriendo a esto, porque seguidamente añade: «pero ¡Ay de quién los provoca!» (los escándalos). Es decir, que no se refiere al escándalo fariseo, de quien se puede escandalizar por cualquier cosa, de quien tiene facilidad para ver los defectos donde a veces ni siquiera los hay, sino al escándalo que genera quien conscientemente sabe que está dando un mal ejemplo, un mal testimonio y persiste en su error. El escándalo que origina que las personas ven a esa persona, se alejen de Dios.
Por lo tanto, el cristiano que intenta vivir con cada vez mayor coherencia la propia fe, necesita pedir ayuda para no caer en esta tentación. Los cristianos debemos pedir ayuda para no dar mal testimonio a los demás porque persistamos en el error. Es verdad que no hemos de hacer las cosas para que nos vean, con ánimo de agradar a todos (es imposible), pero bien reza el dicho popular: «no basta con ser bueno sino parecerlo».
EL BUEN EJEMPLO
Y de modo parecido, nos lo recuerda San Josemaría en Camino:
«No dudo de tu rectitud. –Sé que obras en la presencia de Dios. Pero, ¡hay un pero!: tus acciones las presencian o las pueden presenciar hombres que juzguen humanamente… Y es preciso darles buen ejemplo»
(Camino 275).
La primera petición que te podemos hacer en este rato de oración es que, aunque no hacemos las cosas porque los demás nos estén viendo, ayúdanos a evitar todo mal ejemplo. En todo caso, te pedimos que nuestras acciones sean reflejo fiel de nuestras buenas intenciones, y que estas intenciones estén siempre apuntando a ti, Señor.
No queremos escandalizar a nadie por nuestra falta de coherencia. Es inevitable que los escándalos vengan, pero no queremos fomentarlos conscientemente, porque la advertencia es clara:
«A quien escandalice a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar. Tengan cuidado».
Ayúdanos, Señor, a tener una vida coherente. Es verdad que es imposible contentar a todos, pero ojalá nos acerquemos cada vez más a esa unidad de vida amalgamada por el amor a ti, que hasta los demás lo puedan notar.
Nos recomendaba también San Josemaría en Camino:
«Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos puedan decir al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo» (Camino 2).
Nuevamente, no hacemos las cosas para que nos vean los demás, pero sí nos ilusiona tener un amor a Dios tan grande que se refleje en todos los aspectos de nuestra vida. Cuando se diseña un barco, se puede hacer de modo tal que existan los llamados «compartimentos estancos», que son una zonas o secciones del barco que se pueden aislar por medio de compuertas para que no pase el agua en caso de inundación.
TRATAR DE EVITARLOS
Pues a nosotros no nos interesa que en nuestra vida haya compartimentos estancos, aspectos de nuestra vida aislados al amor de Dios. Así podremos vivir tranquilos, sin temor a escandalizar a nadie que tenga un mínimo de rectitud.
Por otra parte, cuando el Señor en el evangelio de hoy nos invita a evitar en la medida de lo posible los escándalos, nos está recordando que debemos pensar en el bien de los demás como lo haría Dios.
Todos hemos escuchado la afirmación del místico español:
«al atardecer de la vida seremos juzgados en el amor»
(San Juan de la Cruz).
Y uno de los modos de manifestar este amor es acercando más almas a Dios, especialmente a las que tenemos cerca de nosotros.
Por eso aprovechamos este evangelio de hoy y estoy 10 minutos contigo Señor, y pedimos que sea tal nuestro modo de hablar y de comportarnos, que nadie que se acerque a nosotros termine alejándose de Dios por nuestra culpa. Este es el verdadero escándalo que debemos evitar a toda costa.
QUE NADIE TERMINE ALEJÁNDOSE DE DIOS
Al comparecer ante el gran juez, tendremos que rendir cuentas de tantas almas que pasaron a nuestro lado a lo largo de los años. No somos totalmente responsables de esas personas y de sus acciones porque cada una cuenta con su propia libertad, pero sí somos responsables del esfuerzo (o de la omisión) para acercarlas a Dios.
Te pedimos, Jesús –como los apóstoles–, auméntanos la fe. Danos una fe tan recia que nadie nos sea indiferente porque tengamos los mismos sentimientos que Tú. Que hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para acercarte más almas, o que al menos no se alejen de ti por culpa nuestra.
Danos las palabras adecuadas para hablar de ti, danos la prudencia para que nuestras acciones sean un reflejo de lo que queremos, de nuestras intenciones sabiendo que «Fray ejemplo es el mejor predicador» y danos un corazón como el tuyo, Señor, encendido en urgencia de ayudar a más almas a llegar al cielo.
Deja una respuesta