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LO QUE VALE Y LO QUE CUESTA

lo que vale

Hace poco leía una estadística que decía que cada día mueren en el mundo cerca de 150,000 personas. Y me puse a calcular ¿Cuántos serán al minuto? Y cada minuto, si uno toma la calculadora, nos dice que mueren 104 personas aproximadamente cada minuto.
Es decir, que en estos 10 minutos que estaremos nosotros hablando con Jesús, habrán muerto 1,000 personas, 1040 personas aproximadamente, y así cada minuto de nuestra vida qué va pasando el tiempo y va muriendo gente.
Y aunque es una realidad que quizá nos cuesta afrontar, tratar, que no nos gusta pensar, y sin embargo es de las verdades más evidente de todas.

LA MUERTE EXISTE

“Que existe una muerte”, y los hombres mueren, y nosotros moriremos, todos vamos a morir.
Y por mucho que no queramos verlo, es una realidad independiente de nosotros, y así va a ser, vamos a morir.
¿Por qué sacar a relucir esto que parece triste? Por algo que nos dice hoy la primera lectura de la Misa, ¡Y que no es triste! Es un texto de san Pablo a los Efesios que refleja lo que creían y lo que siguen creyendo siempre, los verdaderos cristianos, y lo que creían aquellos primeros cristianos.
Ellos de alguna manera ambicionaban morir, no porque les gustara el sufrimiento o el dolor, si no porque sabían que ahí en la muerte, cruzando el umbral de la muerte, encontrarían su plenitud, lo que su corazón más deseaba, ¡Encontrarían a Cristo!
Y con Cristo encontrarían toda la belleza, toda la verdad, toda la bondad del mismo Creador, encontraría algo infinitamente superior a lo que tenemos en esta tierra.
Y podríamos decir, que todos los amores de esta tierra, los cristianos los tenemos multiplicados al infinito en el Cielo.

ILUMINEMOS LOS OJOS DE NUESTRO CORAZÓN

San Pablo lo dice con estas maravillosas palabras, les dice en primer lugar, los felicita por la fe:

“Habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones. a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la Gloria os de espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo; e iluminan los ojos de vuestro corazón para que comprendáis.” (Efe 1,15-17)

Y aquí es donde empieza el apóstol Pablo a hablarnos del cielo, de lo que viene después de la muerte:

“Para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama; cuál es la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál es la extraordinaria grandeza de su poder a favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el Cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación y por encima de todo nombre conocido, no solo en este mundo sino en el futuro.” (Efe 1, 17-21)

El mismo san Pablo contaba en otra ocasión que él tuvo la gracia, una gracia extraordinaria de Dios, “de ver el Cielo.”
Y él decía:

“Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por el corazón de hombre alguno, lo que Dios tiene reservado para aquellos que lo aman.” (ICo 2,9)

Por eso la muerte, aunque por nuestra naturaleza y por nuestro conocimiento, no sabemos lo que vendrá después, o sea, lo sabemos por la fe, pero nunca lo hemos visto.

LA MUERTE ES UNAGRAN AMIGA

Por eso decía, la muerte nos da un poco de miedo y no nos gusta pensar en ella y sin embargo la muerte para nosotros es una gran amiga, es aquel momento en que podemos abrirnos de verdad al abrazo total de Dios, de Jesús.
Podremos ver a Jesucristo resucitado, su rostro, su hermosísimo rostro, podremos ver y abrazar a la Virgen santísima, nuestra madre.
¿Cómo será ese abrazo de nuestra mamá del Cielo? Mucho mejor que el de nuestra mamá de la tierra.
Y además podremos encontrarnos con todos los seres queridos, que, por la gracia de Dios, por su misericordia, están ya en el Cielo.
¡Qué ganas de volver a ver a tal persona, a tal otra, que ganas de conversar con ellos!
A todos nos ha pasado quizá eso, cuando se nos ha muerto un familiar, un amigo, ¡Como tener esas ganas de volver a abrazarlo!
¡Y eso será el Cielo! Y ahí sí que ya no volverá a haber muerte, eso será para siempre, y sin separación, sin distancia.

QUIERO DESEAR EL CIELO

Qué bueno es, quizá ahora que nos acercamos al mes de noviembre, que es el mes de los difuntos, el mes que consideramos esta realidad última.
Que quizá ya nos vayamos preparando, y le pidamos al Señor, y lo hacemos ahora mismo, porque estamos conversando con Él.
“Jesús, aumenta mi esperanza, hazme desear el Cielo, el encuentro contigo, la plenitud del amor de Dios, ayúdame a tener esa fe y esa esperanza que tenían los primeros cristianos, que tenía san Pablo y todos los mártires, que prefirieron morir, dejar esta vida, aun en el dolor y en los tormentos, a perder el Cielo.”
Pensaba hoy que, en esta perspectiva de la eternidad, del cielo, de la muerte, podríamos repasar unas palabras de santa Teresa de Jesús, de Ávila.
Justamente hoy 15 de octubre es su fiesta, y santa Teresa que escribió tantas maravillas, tantas cosas preciosas sobre la vida cristiana, sobre el amor a Jesucristo, sobre el apostolado…
Decía unas frases que pienso que también nos espolean a nosotros, precisamente en esta perspectiva del Cielo.
De mirar a la meta a la que el Señor nos llama y desearla, y buscarla con todo nuestro corazón.
Ella escribe un libro que se titula: “Camino de perfección.” Qué es maravilloso, precisamente muestra ese camino, esa senda que nos lleva al Cielo.

PERFECTOS EN EL AMOR

Y solamente entran al Cielo los perfectos, por eso se llama “Camino de perfección” no los que son perfectitos, los que hacen todo bien, sino los “perfectos en el amor.”
Y decía santa Teresa en este libro

“Digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo.”

Así lo dice ella, hace falta esa “muy determinada determinación de no parar hasta llegar”.
Y quizá hoy el Señor nos puede estar diciendo eso, nos puede estar preguntando: ¿Cómo es tu lucha para llegar al Cielo? ¿Cuánto vale el Cielo para ti? ¿Vale más que esos placeres que tanto te atraen? ¿Vale más que ese respeto, quizá excesivo, que tienes a tu propio criterio, a tus propias ideas? ¿Vale más que todo el dinero qué necesitas y que quieres conseguir? ¿O no?

PREPARARME PARA EL CIELO

Y ahí es cuando nosotros tenemos que pensar, cuando tengo que decidir qué es lo que más quiero en esta vida. ¿Quiero llenarme de placeres, de bienes o de satisfacciones? O de verdad quiero preparar la vida que viene: “El Cielo”.
Hoy se lo pedimos a Jesús, me acordaba también de otra frase de santa Teresa, que es más sencilla, más breve, pero que también tiene muchísimo contenido, ella recomendaba a sus monjas, decía:

“Poned los ojos en lo que vale no en lo que cuesta”

La verdad, es que uno a veces piensa, que todo lo que vale cuesta, y no, a veces las cosas que valen no cuestan tanto. Y a veces las cosas que cuestan mucho, quizás no valen tanto.
Pienso, por ejemplo, en grandes viajes… Y a veces las cosas más sencillas pero que hacemos acompañados por los demás, valen mucho más que las cosas que más cuestan.
Un regalo muy lujoso por ejemplo… Un hijo probablemente prefiere que su papá pase 20 minutos con él, cada día, a que no esté nunca, y una vez al año lo lleve a un gran viaje a Disney World, o a donde sea… Bueno, eso no quiere decir que sea malo ir a Disney, pero a veces nos viene bien pensarlo así.
Pensar: ¿esto vale o no vale tanto? ¿Qué vale más? ¡Aunque cueste!
Le pedimos a la Virgen María, que también es nuestra madre y a santa Teresa a quien celebramos hoy, que nos ayuden a poner los ojos precisamente en lo que más vale, que es: “el Cielo”.
Y, si nos cuesta llegar al Cielo, que sepamos que eso vale, ¡Que vale la pena!

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