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LA ÚLTIMA CENA

gracias

LA CENA PASCUAL

Jueves Santo. Jesús manda a dos de sus discípulos para que le preparen la cena pascual. “¿Dónde la preparamos? Le preguntaron Pedro y Juan”. Y no les decís, Señor, un lugar específico, sino que los envías: “entrar en la ciudad y se encontrarían allí con un hombre llevando un cántaro. Síganlo hasta la casa que entre donde prepararían la cena pascual” (Lc 22, 10).
Allí en una estancia superior, amueblada; parece un lugar amplio, con almohadones, un lugar bueno, los judíos celebrarán su Pascua. Jesús parece que la adelanta, porque ha llegado un momento muy especial.

“Ardientemente he deseado comer esta Pascua con ustedes” (Lc 22, 15).

No es una cena pascual más; en esta se hará presente la verdadera Pascua: el paso de la muerte a la vida, con el que nos rescatas, Señor, a través de tu entrega y tu donación -que será mañana dando tu cuerpo en sacrificio, que se hace presente en esta cena y se hará presente en cada misa.

LOS TRES MISTERIOS

Y en esta, hoy Jueves Santo, la Iglesia celebra tres misterios, tres dones muy grandes que nos dejaste, Jesús, en aquella última cena y que son dones muy relacionados entre sí: la institución de la Eucaristía, la institución del Orden Sagrado (haces sacerdotes a los apóstoles) y el mandato del amor, el mandamiento nuevo.
Antes que eso, nos lo cuenta San Juan, se sentaron y te pusiste a lavarles los pies, a hacer la labor que hacía un esclavo, un gesto que se podía tener con las visitas en una casa o quizá con los dueños de casa, porque traían el polvo del camino en las sandalias, en los pies y podían recibir ese servicio. En este caso no lo hace un esclavo, sino que sos Vos, Señor, quien busca agua, se inclina, le va lavando los pies a cada uno de los apóstoles que se sorprenden, que no salen de su asombro, Pedro que pone resistencia, y Vos que les enseñás:

“Ustedes me llaman el Maestro y Señor, y lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y Señor, les he lavado los pies, también ustedes se tienen que lavar los pies unos a otros” (Jn 13, 13-14).

INSTITUCIÓN DE LA EUCARÍSTIA

Así se sientan a la mesa, sería una comida solemne, alegre, con sabor de despedida, con cosas muy grandes que ya están por suceder. Quizás les hiciste alguna explicación de un recuerdo, por ejemplo, del discurso del pan de vida que habías dado en Cafarnaúm, hablando de tu cuerpo y tu sangre como comida y bebida que dan la vida eterna. Quizás les explicaste algo de lo que sucedería el día siguiente; ya les habías hablado otras veces de tu entrega en la Cruz, de que tenías que ser entregado en manos de los paganos.
Y llega ese momento en que decís:

He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi pasión, porque les aseguro que ya no la comeré hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el reino de Dios.” Nos dice San Lucas. “Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía. Después de la cena, hizo lo mismo con la copa, diciendo: Esta copa es la nueva alianza, se llaga con mi sangre, que se derrama por ustedes”

(Lc 22, 15-20).

Tu cuerpo, Jesús, tu sangre como alimento. Hablás de una nueva alianza, un nuevo pacto entre Dios y los hombres, y les mandás que repitan en tu memoria. Nos dejas así el sacramento de la Eucaristía y también nos dejas a quienes podrán difundirlo por toda la tierra.
De todo esto irían, seguramente, los apóstoles tomando una conciencia, cada vez más profunda con el paso del tiempo, de todo lo que habían vivido en esa noche tan concentrada de emociones y de contenido difícil de digerir. Y no por la comida, sino por las cosas que estaban sucediendo.

AMAR A LOS DEMÁS

Y el tercer regalo es ese mandamiento nuevo que también hoy celebramos:

“Que se amen los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 13, 34).

Quizá al escuchar esto pensaron: Qué entrañable, qué lindo cómo nos quiere Jesús; qué natural es su cariño por cada uno de nosotros, nos hace sentir realmente eso, apreciados, importantes. Cada uno podría contar muchas cosas de los detalles de tu cariño por Él, Jesús.
Y nosotros, quizá con la perspectiva que nos da el tiempo, la fe, el conocimiento de todos estos hechos, decimos: ¡Wow! que se amen como yo los he amado. Tu amor, Señor, es paciente, es comprensivo, es desinteresado, es auténtico.  ¿Cómo vamos a querer nosotros así que tendemos a ser tan egoístas? Vos das tu vida por nosotros.

Y quizá por eso decía están tan relacionados estos misterios, porque para amar así necesitamos el don de la gracia, que el Espíritu Santo nos llene, recibir la caridad. Por eso te nos das como alimento en la Eucaristía, para fortalecer el alma. Y para la Eucaristía hace falta el sacerdocio, un gran don a toda la Iglesia y a personas concretas que reciben ese llamado.

ACCIÓN DE GRACIAS

Por eso hoy es un gran día de acción de gracias, de acercarnos a estos misterios, participando, si es posible, en la misa quizá, yendo a visitarte Jesús en el lugar de la reserva que queda después de la misa esta noche. Y si no, al menos con el corazón ahora. Ayúdanos a admirarnos ante estos dones que nos muestran por tu parte, qué tan en serio te tomas nuestra felicidad, nuestra salvación, nuestra amistad.

Y además, qué capacidad tan grande nos das de seguirte y de imitarte, si lo que nos pedís es que amemos a los demás como los amaste Vos. Nos dejaste, Señor, esta alianza nueva y eterna que nos da seguridad de tu amor, de tu fidelidad, que nos impulsa a buscarte ahí donde estás, en la Eucaristía, en los sacramentos… también en el prójimo, porque te podemos querer, Jesús, en el prójimo.

Por eso, ¿qué vamos a hacer hoy además de agradecer, procurar valorar todos estos dones? Quizá tener algún gesto de amor con quien está a nuestro lado, siguiendo ese mandamiento tuyo: querer en algo a los demás, como los quieres Vos, Señor, con tu ayuda, con la ayuda del Espíritu Santo.
Vamos a pedirle a María Santísima. Nadie más que Ella valoró estos dones y los valora, y nadie puso en práctica ese mandamiento nuevo como lo puso y lo pone en práctica nuestra Madre María. Que Ella nos ayude en estos días tan especiales, santos, a seguir su ejemplo, acercarnos más a Vos, Jesús, y al prójimo. 

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