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LA PRIVACIÓN DE DIOS

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EN CASA DE AMIGOS

El Evangelio de hoy nos cuenta de estos tres hermanos, grandes amigos del Señor: Lázaro, Marta y María. Y seguramente, como en otras ocasiones, el Señor entró a la aldea donde vivían. Entonces Marta lo recibió en su casa. 

Ella, una mujer que estaba en los detalles. Una mujer que estaba abocada a servir y, de hecho, es lo que hizo. Empezó a preparar una comida para agasajar al Señor y seguramente a otros invitados. 

Y por supuesto, Jesús aprovechó esa oportunidad para hablar con la gente que estaba allí, seguramente, explicándoles alguna parábola, algún punto de esas enseñanzas que le habrían oído pronunciar en otras ocasiones. 

Y entonces nos dice san Lucas que Marta estaba afanada con numerosos quehaceres. Entonces en un momento, se pone delante del Señor. 

HACIENDO LOS QUEHACERES

Nos imaginamos la escena. Todos se quedan callados porque Jesús está hablando y de pronto, Marta delante de Él y le dijo:

“¿Señor, no te importa que mi hermana me deje sola en las tareas de servir? Dile entonces que me ayude”.

Porque en toda esta escena, en la que Marta estaba yendo de un lado a otro, haciendo cosas, cocinando, preparando bandejas. María, su hermana, estaba muy tranquila a los pies del Señor, escuchando a Jesús muy atenta, sus ojos no se despegaban de Cristo. 

Y entonces Marta no pudo aguantar más, tenía que hacer algo. 

Y nos hace ver esta escena que Marta, es una mujer con carácter y que al mismo tiempo tiene mucha confianza Contigo, Señor, para justamente venir y decirte Señor, tienes que hacer algo, no es posible, no es justo que María no haga nada y yo estoy haciéndolo todo. 

LA MEJOR PARTE

Y entonces me gusta pensar al leer esta escena del Evangelio que el Señor se sonrió porque las conocía. Conocía el carácter de Marta y conocía el carácter de María. 

Y entonces le respondió:

“Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte que no le será arrebatada”. 

Y en vez de que Marta se moleste, que es lo lógico, porque al final se va a quedar la pobre haciendo las cosas ella sola… Marta entendió. Entendió que el Señor lo que le decía es verdad. 

Gracias a esos detalles, por esa diligencia que tenía en preparar todo, en ese servicio para que todos lo pudieran pasar en un momento grato, todo estaba bien. Pero que no se olvidara que, en todo esto, el más importante es Jesús. 

UNA SOLA COSA ES NECESARIA

Y esto es algo que solo se lo podemos decir a Cristo porque es Dios.

“Marta, María ha elegido la mejor parte. Una sola cosa es necesaria en todos sus quehaceres. No te olvides que allí debe estar Dios, ahí debo estar Yo”. 

Seguramente María se dio cuenta. Porque no es que María sea, diríamos, una sinvergüenza que se aprovecha de la ocasión y se queda ahí, sin hacer nada. Se había quedado totalmente prendada de las cosas que el Señor le decía. 

Se había quedado hipnotizada al escuchar a Jesús. Y ésta es una actitud que también queremos para nosotros, Señor. Quedarnos totalmente enamorados de Ti, que no queremos otra cosa más que escucharte. 

Y por supuesto, poner en práctica esas enseñanzas como María. Y en efecto, seguramente María luego se levantó y fue a ayudar a Marta. Y pues no hubo mayor problema. 

ENSEÑANZA QUE TRASCIENDE

Pero a Marta le quedaron esas palabras muy grabadas en la mente y en el corazón, ya que se transmitieron de generación en generación. Le llegaron también a Lucas y nos han llegado a nosotros, a ti y a mí.

“Que una sola cosa es necesaria”. 

Esto no significa que nos olvidemos de trabajar, porque tú y yo tenemos que trabajar. Tenemos que hacer cosas desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. 

Y no son, diríamos, como dos mundos, dos ámbitos distintos que estén peleados. No. Nuestro trabajo, nuestro estudio y quehaceres son justamente el lugar de encuentro con Dios, junto con todos esos momentos especiales en que nos retiramos un poquito para ser un rato de oración. 

SU PRESENCIA EN NUESTRO DIA

Así como tú y yo estamos haciendo con Jesús en esos 10 minutos. Para hablar con Dios ya de manera especial o también en la Santa Misa. 

Dedicamos ese día o más días de la semana, para ir a la Santa Misa, para recibir el cuerpo de Cristo allí donde está verdaderamente Cristo: Dios con su cuerpo, con su sangre, con su alma y con su divinidad. Así como también le gustaba repetir a San Josemaría en un acto de fe. 

Pues en esos ratos de oración, en la Santa Misa donde tomamos verdaderamente a Cristo, nos ayudan a que tú y yo podamos ser almas contemplativas en medio del mundo o donde estemos.

Allí en los quehaceres de la casa como Marta. En el carro con el tráfico, que podamos encontrarlo, en la oficina o delante de la computadora, con esos libros o en el laboratorio, en un parque en un día de paseo o en la playa y en el campo… Allí nos espera Dios.

NUESTRA VIDA CON SENTIDO

Y el Señor le dejó esta idea, este consejo:

“Si quieres un mandato muy claro Marta: una sola cosa es necesaria”. 

Y es que, si no, nuestra vida no tiene sentido. Podemos tener todo el dinero del mundo. Toda la salud del mundo. Ser exitosos. Pero si no tenemos a Dios, entonces, nuestra vida está incompleta. Incluso podríamos decir que es una vida pobre. 

Y de eso se trata el vivir en este mundo. Buscar a Dios y, por supuesto, parecernos a Cristo, que es nuestro modelo. 

VISIONES DE UNA SANTA

Hoy también la Iglesia celebra la memoria de santa Faustina Kowalska, una mujer que tuvo, diríamos, la gracia de poder ver las penas del Purgatorio, las penas del infierno. Y eso le golpeó muchísimo.  

Vio un sitio de gran tormento, terriblemente grande y extenso. ¡El infierno… las clases de torturas que vi! La primera es la privación de Dios y esto, es lo que me llamó la atención al leer un poquito más sobre esta santa y estas visiones que tuvo. 

La privación de Dios es justamente todo lo contrario a lo que el Señor le dice a Marta. Es lo que le aconseja: Es ahora donde debes buscarme para que en la vida futura no estés privada de Mí. 

PRIVACIÓN DE DIOS

Y es que, Señor, no nos imaginamos que significa la privación de Dios para siempre. Nosotros que tenemos necesidad de Ti, nuestra alma tiene necesidad de Ti, tiene sed. 

Habrás experimentado tener sed después de haber hecho deporte, de haber corrido un día de verano y no llevaste agua; luego llegas a casa y no encuentras agua. Entonces vas y lo único que haces es tomar del grifo. 

Y si encuentras una botella de agua helada, ¿cómo la bebes? ¡La bebes con ansias! ¡Cómo te refresca!… Pues nuestra alma tiene necesidad. Así y más de Dios. 

¡Qué terrible debe ser estar privado de Dios! ¡Qué terrible es no estar en gracia de Dios! Y afortunadamente aquí en esta tierra, en este mundo, tenemos la gran oportunidad de recuperar la gracia de Dios. 

RECUPERAR LA GRACIA

Cuando por nuestra debilidad, por nuestra poquedad, por el barro del que estamos hechos, podemos rompernos y perder la gracia de Dios, ese Dios que habita en nuestra alma. 

Pues vamos inmediatamente a la confesión, a que nos curen, a que nos limpien, nos laven y nos fortalezcan también. Por eso también es muy importante esa confesión frecuente, aunque no haya pecados graves, pero sí pecados veniales que son como pequeñas heridas, raspones y no queremos que nada nos separe de Dios. 

Acudimos a María Santísima, Ella que vivió esa vida afortunada de estar cerca de Cristo, de llevar al mismo Dios en su seno.

Pues acudimos a María Santísima para que no permita que haya nada ni nadie que nos aparte de Dios.

 

 

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