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ESCUCHAR A DIOS

servir a la Iglesia

Hace algún tiempo, no hace mucho, se abrió el proceso de beatificación de un Obispo del sur de Chile que se llama Adolfo Rodríguez. Alcancé a conocerlo cuando estaba ya muy mayor, -hace ya bastantes años-. Fue un hombre realmente muy bueno y santo. Y cuando aun siendo sacerdote, Juan Pablo II le pidió a través del Nuncio si podía ser Obispo de la ciudad de Los Ángeles, una Diócesis del sur de Chile, don Adolfo aceptó porque se lo pedía el Papa, y aunque ya tenía sus años, aceptó para servir a la Iglesia. Y escogió unas palabras de Jesús, como lema episcopal -en latín-: Non posse ministrari, sed ministrare>,

“No estoy aquí para ser servido, sino para servir”

 Mt 20, 28). 

Y realmente por eso es por lo que el Señor en el Evangelio de hoy, se le ve tan amable con la gente, y responde a las dudas, incluso también lo vimos en el Evangelio del domingo pasado. A Jesús lo buscan “poner” en aprietos, porque aunque no le ponen en aprietos, Él siempre sale muy bien del asunto, y responde a las cosas con sencillez y se maneja muy bien. Pero le buscan poner en aprietos al Señor -entre la espada y la pared como se dice en verdad-. Y llama la atención cómo responde, cómo está abierto al diálogo, a hablar con la gente, estar ahí incluso cuando sabe que no vienen con buena intención. Siempre dando luz, siendo sal, sirviendo… Non posse ministrari, sed ministrare…

“No estoy aquí para ser servido, sino para servir”

(Mt 20, 28).

Y lo hace por cariño.

El asunto es que lo cuenta San Mateo, y dice:

“Los fariseos al oír que Jesús había hecho callar a los Saduceos (que eran otra rama del judaísmo), se reunieron en un lugar, y uno de ellos un doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? Él le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas”

(Mt 22, 34-40). 

Estas cosas que había en la Ley judía eran tantas prescripciones: de lavar esto, de lavar aquello, cosas que se hacían en sábado, cosas que no, reglas para hacer en un sacrificio… Había tantas reglas, que preguntar: ¿cuál es el principal mandamiento?, era casi como buscar una aguja en un pajar… Para alguien que se marea con cosas legales, puede ser como buscar una aguja; y lo que se buscaba era poner en aprietos a Jesús.

Pero cuenta San Mateo, que Él le dijo:

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, este mandamiento es el principal, el primero. El segundo es semejante: Amarás a tu prójimo”.

Y Jesús les da así, como quien tiene una llave que abre con una llave maestra, por decirlo así, todas las cerraduras o todas las cosas que pueden estar bloqueadas, o los problemas, o como hago yo cuando no puedo hacer algo… En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas.

El Señor responde y nos sirve mucho, no solamente lo que el Señor nos dice o lo que les responde a éstos. Y cómo nos da esta llave maestra. Sino que también verte a Tí Jesús, conversando, presente, dando de tu tiempo, respondiendo con amabilidad…  El Señor responde con unas palabras que, para todo buen israelita, todo judío piadoso, son muy conocidas, el famoso: “Shemá Israel”, Escucha Israel: No hay más que un solo Dios, es el único Señor. Luego, lo que Dios espera de nosotros, el camino que nos muestra a Dios para llegar a Él, a la felicidad que hay con Él.

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma”. Es el “Shemá Israel, escucha Israel la verdad…”

El Señor está respondiendo a aquella pregunta del escriba, está respondiendo y hay muchos otros momentos que también responde. A nosotros ahora mismo nos puede responder en este momento de oración… Lo hace también a Marta, cuando le dice que le preste atención, y Marta solo se concentra en otras cosas, y le hace ver que María escogió la mejor parte… Después Jesús, ya habiendo resucitado, cuando va Saulo de Tarso camino a Damasco con celo por la ley de Dios, y va Saulo en caballo y se cae, cuando escucha la voz de Dios que le dice: “Saulo, Saulo, Saulo…” A cada uno lo llama por su nombre. Quizás a mi también me llama por el mío. Quizás a ti por tu nombre, y a mí por el mío. El Señor nos llama “Shemá Israel”. 

Es mucho lo que el Señor tiene por decirle a Israel, mucho lo que el Señor tenía que decir a Marta, lo que el Señor tenía que decir a Saulo; y seguramente ahora la oración, o quizás durante el día, también nos va diciendo lo que quiere decirte a ti, lo que me quiere decir… “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo”.

Quizás el Señor nos lo quiere decir así: ¡Oye! ¡Escucha! ¡Escúchame! De manera, no quejándose, sino que seguramente Tú Señor me lo quieres decir como a Marta, como a Pablo, cariñosamente, animante.

Es muy conocido este texto, y ahora nos puede servir, de Benedicto XVI: Deus Caritas Est, Dios es amor. Esta encíclica que en verdad es tan importante, tan bonita, y dice: “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida”.

Y es que no solamente es lo principal que Tú me pide Señor: “Amarás al Señor tu Dios”, sino que nos enseña también la fe, y nos lo decía Benedicto XVI, que es la roca fundamental, en lo que debo creer, lo que debo fundamenta toda mi vida, lo que me guíe, me de serenidad y fortaleza, mi esperanza, mi alegría para vivir: ¡Esta es la roca, el amor de Dios, el amor paternal! ¡Que soy hijo de Dios! Aquí hay una roca.

Lo vuelvo a leer, según las palabras de Benedicto: “Hemos creído en el amor de Dios, así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida”.

Pidámosle a la Virgen que ella nos ayude, a apoyarnos en esto: en el amor de Dios, en el amor que Dios me tiene.

¿Cómo me quieres Señor? Pero luego también, caminar hacia allá, en lo que Dios me pide,

¿Qué es lo que Tú me pides Señor? Que te quiera con todo el corazón, y a los demás igual:

¡Con todo el corazón!

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