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DOS APÓSTOLES: SAN SIMÓN Y SAN JUDAS TADEO

DOS APÓSTOLES: SAN SIMÓN Y SAN JUDAS TADEO

IR A ROMA

Si con el corazón vamos a Roma -que es muy buena idea-, quizás estar constantemente en Roma junto al Papa lo es aún más.

Pero si con el corazón, con la imaginación, podemos ir también a Roma… y nos acercamos hacia la tumba del apóstol san Pedro en la Basílica de San Pedro.

Vamos entrando y todo es precioso… Pero al ir avanzando y nos acercamos hacia el fondo -donde está el vitral de Pentecostés-, uno levanta la mirada, levanta el corazón y le dice:

“Ven, Espíritu Santo. Ven a toda la Iglesia. Ven ahora a nosotros aquí que estamos allí haciendo la oración, en estos 10 minutos con Jesús”.

Bueno, pero ya llegando a donde está el baldaquino del Altar Principal de la Basílica, el Altar de la Confesión; si giramos a la izquierda nuevamente al fondo, está el retablo, una imagen de san José.

PEDIMOS A SAN JOSÉ

En ese altar de san José con el Niño, es muy buena idea desplazarnos ahí con el corazón, con la imaginación.

Ahora que estamos en el año san José y quizás, así como le hemos dicho al Espíritu Santo: “Ven, Espíritu Santo”, al comenzar este rato de oración, se lo volvemos a decir, pero a san José: 

“San José Ven, ven más a mi familia, ven más con tu cariño, con tu presencia de padre, con corazón de padre, con mano robusta de padre cariñoso. Ayúdanos y anímanos. Enséñanos a trabajar, a querer a la gente, a cuidar a tu Iglesia y a cuidar a las almas”.

Uno le va pidiendo cosas a José. ¿Pero por qué desplazarse hasta allí?

Porque ahí, en esa capilla, por decirlo así, junto a ese altar, -el altar de san José- por la imagen que tiene ahí san José con el niño, en ese ámbito, están las reliquias de los apóstoles que celebramos hoy en toda la Iglesia. 

UNIDOS A LA IGLESIA

Qué bueno es ir a Roma y desde Roma sentir con toda la Iglesia, amar a la Iglesia. A toda la Iglesia esparcida por los cinco continentes, con tantas almas santas del pasado y también los que vendrán…

Y ahora podemos estar unidos a la Iglesia triunfante y unidos a la Iglesia purgante, unidos a toda la Iglesia, ya que hoy celebramos la fiesta de dos apóstoles: San Simón y San Judas Tadeo. 

Sus reliquias están ahí, junto a ese altar de san José, en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Por eso vamos allí con el corazón, con la imaginación. Porque para la oración no hay kilómetros.

Vamos hasta allá y nos acercamos, si queremos, con el corazón. Decimos: “San Simón, ruega por nosotros. San Judas Tadeo, ruega por nosotros. ¡Ayúdennos!” 

UNA IMAGEN DE JESÚS

Dice san Lucas en el Evangelio que leemos hoy en la Santa Misa:

“En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios”.

Es fácil imaginarlo en la calma de la noche, en aquella región de temperatura agradable. Está el Señor rezando, abriéndole el corazón a Dios Padre, pidiéndole y dándole gracias también por tanta gente buena que lo iba rodeando. 

Pero Jesús le pide por aquellos doce a los que va a elegir.

Doce hombres normales, es decir, con un montón de virtudes, un montón de defectos y también, con muchas limitaciones a los que él va a llevar porque los quiere. 

JESÚS LOS LLAMA

Y cuenta san Lucas:

“Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró Apóstoles”.

(Esa palabra griega que significa enviados). Y a continuación, Lucas, como también en los demás Evangelios, señala el listado de aquellos doce.

Aunque en todos los listados hay algunos matices, algunos órdenes distintos al nombrarlos. Pero siempre, en primer lugar, se nombra a Simón Pedro. 

Aquí también Lucas comienza así:

“Simón, al que puso el nombre de Pedro y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas el de Santiago y Judas Iscariote”

(que fue el traidor). 

Y luego sigue diciendo:

“Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de sus discípulos y una gran muchedumbre del pueblo procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón”

(Lc 6, 12-19).

LOS LLAMA POR SU NOMBRE

Y ahí están estos dos Apóstoles, es el momento en que el Señor los llama. Pero Tú, Señor, llamas a estos doce, los llamas por su nombre, con sus virtudes, con sus defectos, pero los llama por su nombre, para que sean esos doce más cercanos. 

Un súper buen momento, no solo para desplazarnos allá al Vaticano, junto a las reliquias de san Simón y de san Judas Tadeo, sino también un momento buenísimo para pedir por toda la Iglesia.

En concreto pedir por todos los obispos que han recibido por la imposición de las manos el sacerdocio en plenitud, con la capacidad de también ellos -los obispos-, de ordenar y sumar a otros al orden de los sucesores de los Apóstoles, de estos doce. 

Que bueno que nosotros pidamos por todos los obispos. Que bueno que nosotros también nos demos cuenta de que, teniendo esta vocación cristiana, somos también enviados por el Señor.

EN NOMBRE DE CRISTO

Quizás el Señor quiere que nos demos cuenta hoy día, y también yo, para sonreír, para hablar, para ayudar a tanta gente en nombre de Cristo y cómo Cristo. 

Hay un libro que me impresionó su letra cuando lo estuve leyendo.

Es un aspecto bastante concreto sobre los primeros años, el primer desarrollo de la labor apostólica de san Josemaría haciendo el Opus Dei -este encargo que le dió Dios-, pero concretamente, entre las mujeres. 

Este libro se llama: “El hecho inesperado: Mujeres en el Opus Dei”.

Y lo traigo aquí, porque es un parrafito que me impresiona, de cómo el Señor cuenta con almas para que llamen en su nombre a otras almas, para llegar a todas las almas. 

Cuenta lo siguiente en este libro: No era infrecuente que cierto número de aquellas jóvenes se decidiera a pedir la admisión en el Opus Dei (…) Y sigue: En marzo de 1948 lo hizo Mercedes Morado, ya casi licenciada en Pedagogía, que había pisado por primera vez Zurbarán un mes antes

Zurbarán era una residencia universitaria, un colegio mayor. Entonces Mercedes conoce Zurbarán y en un mes, ya descubre que éste es su camino.

Te descubre a Ti Señor, le mueves el corazón. Una vocación no solamente es anotarse a un club. 

UNA VOCACIÓN

Y sigue contando en el libro hablando de Mercedes: «Le entusiasmó el ambiente de familia de aquella residencia universitaria y congenió de manera inmediata con Guadalupe Ortiz de Landázuri.»

Pensaba cómo Mercedes congenia y sintoniza -por decirlo así-, con Guadalupe (que es ya beata en el Cielo). 

Y termina diciendo: «Fue precisamente quien la sustituyó como directora de Zurbarán».

Guadalupe Ortiz de Landázuri era la directora de aquello que estaba recién comenzando, pero partió para México a empezar la labor apostólica.

Cruzó el planeta para empezar la labor en México. 

Y entonces Guadalupe, se va con un par más a México y entonces, dice que Mercedes, la sustituyó como directora de Zurbarán en enero de 1950. Apenas llevaba año y medio en el Opus Dei. 

UN LLAMADO

Es algo muy concreto, súper puntual, pero qué parecido es a aquello de los apóstoles, de cómo el Señor los llama y luego pone en manos de san Pedro.

Y lo mismo quiere hacer el Señor, seguramente lo que hizo Simón con san Judas Tadeo: lo mismo que hizo con Guadalupe.

Y así siguió Zurbarán y toda la labor apostólica del Opus Dei. 

También seguramente el Señor quiere apoyarse en ti y en mí hoy día: ayudar a tanta gente para hacer apostolado como ellos: como san Simón y san Judas, que no eran nadie especial, pero eran llamados por el Señor y tenían la fuerza del Espíritu Santo en sus corazones. 

Vamos a pedirle de nuevo para terminar a san José y a la Virgen, que nos ayude.

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