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DIOS ES COMPASIVO

Dios es extraordinario

El día de hoy leemos en el Evangelio de San Mateo, que:

“Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en las sinagogas, proclamando el reino del cielo y además curando toda enfermedad y toda dolencia”

(Mt 9, 35).

Qué bonito es ver a Jesús, que se desvive por todas las personas. Cómo el Señor nos mira: nos mira con predilección, también cómo con pena… Cómo se compadece de nuestros dolores, de nuestro problemas.
Pensemos, ahora mismo, aquello que aqueja el mundo, los distintos problemas que hay en la sociedad, en los distintos países; todo esto ha sido por la pandemia, que continua. Y nos dice:

“al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas…”

(Mt 9, 36).

¡Es que Dios es extraordinario! Dios es Padre, Dios es amor, como dice San Juan: “Dios es amor”. Creo que es uno de los mejores modos de poder y qué tenemos para describir y para definir a Dios. No es fácil definir a Dios.

Dios es amor, Deus caritas est. Y es bueno, por qué nos ayuda a recordar, que el Señor nos mira; nos mira como un padre ve jugar a sus hijos, como un padre se enorgullece de sus hijos, también se compadece, le da pena cuando están cansados o cuando se golpean.

Nos dice el Evangelio, que Jesús se compadece porque “estaban como ovejas que no tienen pastor” y esto es triste. Esto es triste porque ve que ya no es únicamente una necesidad de tipo material, sino que es sobre todo una necesidad espiritual.

Hoy en día, también, nos encontramos con muchas almas que estén como ovejas que no tienen pastor. Tú y yo tenemos un pastor que es Jesucristo; tú y yo tenemos esos pastores en la Iglesia; el Papa en primer lugar, los obispos, por quienes tenemos que rezar, tenemos ese deber de hijos: de rezar por ellos para que el Señor los ilumine para llevar esa carga, ese peso tan grande.

 

 

LOS SACRAMENTOS

Encontramos, hoy, en el mundo después de dos mil años muchas ovejas que no tienen pastor. Y para eso, es importante, que tú y yo también nos reconozcamos cómo ovejas. Que necesitamos de la ayuda de alguien que nos guíe que nos acompañe. Tenemos, por supuesto, todos los medios que Dios ha dejado a disposición de nosotros: los “sacramentos” tan extraordinarios.
Qué alegría cuando hemos podido volver los sacramentos; cuando tú lo has experimentado. Tal vez no has podido asistir a la Santa Misa, no has podido confesarte por mucho tiempo y lo has podido hacer recientemente… o ya hace unas semanas, unos meses… qué distinto es.
Nos damos cuenta qué necesitábamos que ese pastor nos lleve en sus hombros, que nos curen esas heridas, algunas tal vez: unos raspones, tal vez una pata rota… Necesitamos de ese pastor. “Necesitamos de Ti, Señor”.

Roráte Caelli

En estos días, en los cuales nos preparamos para vivir la Navidad, es un tiempo que se llama el Adviento, hay un canto tradicional que se llama: Roráte Caelli. Este canto, está en latín, tiene su traducción correspondiente, podemos decir qué es: «Que los cielos derramen su rocío».

Nos recuerda, el profeta Isaías, como Israel el pueblo de Dios se encuentra en el exilio de Babilonia. Y están allí porque el Señor Dios, permitió que fueran tomados cautivos por su desobediencia. Y en ese momento, el pueblo de Israel, reconsidera su situación; hace un poquito de examen, sí esa sería la palabra: hace examen. Se dan cuenta que el Señor se ha enfadado con ellos y le piden que no se acuerde de su iniquidad:

“No te enfades, Señor, ni te acuerdes de la iniquidad, he aquí que la ciudad de Santuario quedó desierta, Sion quedó desierta, Jerusalén está desolada. La casa de tu santidad y de tu gloria, donde nuestros padres te alabaron…”

(Is 64, 8).

Luego recuerdan también cómo:

“han pecado, qué han caído todos como hojas; y nuestras iniquidades, como un viento, nos disiparon; ocultaste de nosotros tu rostro y nos castigaste por mano de nuestras inequidades”

(Is 64, 4-5).

Son palabras duras, pero sobre todo hay contrición.

EXAMEN

Ahora que nos encaminamos hacia el Adviento, cuando menos lo pensemos estaremos ya en el veinticuatro de diciembre por la noche; es una oportunidad extraordinaria para crecer en contrición, que es: humildad.

Hemos dicho, hace unos minutos, que es importante sabernos ovejas y también sabernos pobres pecadores. Criaturas que necesitamos ese Dios, de ese pastor. Y por eso aprovechemos para hacer examen, bueno siempre debemos hacer examen…

“- ¿Señor, hoy cómo ha sido mi día?” Le podemos decir al final por la noche, antes de acostarnos, no en la cama porque uno se puede dormir, a lo mejor te sale bien a Tí… ¡de eso modo extraordinario! Le decimos: “- ¿Señor, cómo ha sido mi día? ¿He estado cerca de Ti? ¿Cuánto he amado? ¿Qué he hecho bien, que hecho mal, qué puedo mejorar?

Y tal vez podamos encontrar, a veces, que nos hemos dejado llevar por nuestras pasiones, por nuestras iniquidades; como un viento, nos han dispersado. Y pidámosle, allí al Señor Jesús, que con su gracia nos ayude a tener nuestra casa edificada sobre roca.

Que nos dejemos llevar únicamente por lo que nos provoca: lo que más me gusta, lo que menos me gusta, por el orgullo, por lo que van a decir de mí, por aparentar, quedar bien. Que toda nuestra vida sea dar gloria a Dios. Y así viviremos contentos, viviremos felices; seremos capaces de seguir a ese buen pastor, que es Cristo.

VOCACIONES

También es una gran oportunidad para pensar que necesitamos de más pastores. El Señor lo dice, se da cuenta qué es tan grande el trabajo que hay que desarrollar, y tan pocos los que le siguen:

“la mies es abundante pero los trabajadores son pocos, rogad pues al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”

(Mt  9, 37-38).

Vamos a pedirle al Señor, ahora mismo, por esas vocaciones al sacerdocio, esas vocaciones a la vida religiosa, al celibato apostólico; hombres y mujeres que están dispuestos a llevar la cruz de Cristo.

También que tú y yo estemos dispuestos a trabajar para construir ese Reino de Dios, para devolver el mundo a Dios y para eso: la conversión. La conversión de cada día, caminando hacia Belén, hacía ese 25 de diciembre vayamos de la mano de nuestra Madre Santísima, también con San José.

CRECER EN SANTIDAD

Aprovechamos para pedirle a nuestra Madre Santísima que nos ayude a crecer en humildad, que nos ayude a crecer en santidad; a lo mejor que nos decidamos a seguir a Dios más de cerca. Que no, únicamente, sea en un momento determinado, en una necesidad, no… ¡Siempre!

Que queramos, en primer lugar, tener a Dios cerca de nosotros. ¿Cuántas cosas grandes va a operar, a realizar el Espíritu Santo, a través de ti y de mí? No, tal vez, como a los doce discípulos, a los que el Señor escoge, y les da autoridad para expulsar demonios y curar enfermedades.

Pero con esa caridad, ese amor con el que tratamos a las demás personas, en nuestra casa, en nuestro trabajo, con nuestras amistades; con ese consejo, con ese ayudar, por ejemplo, a un amigo a que se acerque a Dios: que se confiese, que vaya a misa, que haga un rato de oración… ¡Cuántas cosas grandes vamos a hacer!  Que se dejen de vivir una vida lejos de Dios y una vida cerca de nuestro Señor.

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