Icono del sitio Hablar con Jesús

LOS BOMBEROS DEL 9/11

DISGNIDAD DE HIJOS DE DIOS

LA VALENTÍA DE LOS BOMBEROS

¿Te acuerdas ese atentado a las Torres Gemelas de Nueva York del 2011? ¡Qué fue tremendo! Cuando se quedaron atrapadas las personas en la parte alta de donde se habían estrellado los aviones llamaron al 911 y pidieron auxilio.

Inmediatamente los bomberos de Nueva York se lanzaron en su rescate y no tuvieron ni una sombra de duda en lanzarse y arriesgaron sus vidas para intentar rescatar a esas personas.

¿Y qué fue lo que pasó? Pues, podríamos decir que fue un fracaso aquel intento de rescate porque se les vino abajo la torre y murieron aplastados. ¡Fue algo tremendo!

Sin embargo, en este mundo marcado por medir la felicidad por el éxito, por lo útil… A pesar de que esos bomberos no rescataron con vida a ninguna persona y que ellos mismos murieron en el intento; pues, nadie, absolutamente nadie se atrevería a decir que su vida no fue una vida lograda, sino todo lo contrario.

O sea, son héroes y les hicieron un monumento ahí en la zona cero. ¿Por qué son héroes? Bueno, porque sacrificaron su felicidad por una sola persona o por todas esas personas que estaban allí pidiendo ayuda, ¿no?

Podríamos preguntarnos: ¿qué fue lo que los llevó a dar la vida? Poner por alto el gran valor de la dignidad de la persona. Como que, por una sola persona, vale la pena dar la vida.

Y esto es lo que hoy, Jesús, encuentro en tus palabras. En el en el evangelio, en el que nos vas contando -sobre todo en este viernes de Cuaresma- nos dices: -Oye, cuándo vas a presentar tu ofrenda al altar espérate tantito y piensa si no tienes algo que hay que arreglar con alguno de tus hermanos.

Y pensamos en hermanos, pero pensamos en amigos… pensamos en todas esas personas con las que convivimos. Jesús, Tú nos invitas a reflexionar: -¡Oye, espérate tantito! Antes de ofrecerme cosas buenas -porque también dice Jesús-

“…luego vuelves y presentas tu ofrenda…, pero antes déjala ahí y vete a reconciliar con tu hermano…”

(cfr Mt 5, 23-24).

EL ARTE DE VIVIR

Es lo que queremos hoy reflexionar un poco. Decir: “Jesús, claro que te agrada la abstinencia, te agradan los sacrificios, pero que todo eso te agrada en la medida en que me lleva a estar cerca de las personas, porque estar cerca de las personas es estar cerca de Ti y, estar cerca de Ti tiene que repercutir necesariamente en estar más cerquita de las personas que has puesto cerca de mí.

Para eso, en estos ratitos de meditación que nos quedan vamos a tratar descubrir un poco más la verdadera sabiduría de la vida, que es: descubrir cuál es la auténtica manera de vivir digna del hombre, o sea, el arte de vivir.

Tener una vida feliz, una vida lograda es vivir conforme a mi dignidad. ¿Y cuál es la dignidad del hombre? Pues que somos hijos de Dios. Al final ese es el fundamento más profundo de nuestra dignidad, que somos hijos de Dios, que para eso se hizo Hombre el Hijo de Dios. Que Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios.

Son unas palabras muy fuertes, que dichas así, a la ligera parecerían como una blasfemia, ¿verdad? Sobre todo, porque todos experimentamos la debilidad en nuestro interior. Pero es que más allá de nuestras debilidades y de nuestros fracasos, Dios nos llama a identificarnos con su Hijo Jesús, para vivir la vida de los hijos de Dios.

¿QUÉ VE DIOS EN NOSOTROS?

A veces parecería, como algo irrealizable, que un día te despertaras y que ya: tuvieras todas tus pasiones en orden y que supieras perfectamente quién eres y a dónde vas y cómo quieres llegar a ser feliz, que ya nada te impidiera -ningún miedo, ninguna tensión- alcanzar eso que deseas. Que tuvieras plena confianza en lo que Dios ha depositado en tu interior, en los demás y en Dios mismo…

Ponte a pensar…: ¿qué cambiarías si un día despertarás así? Y quizá me responderías: – ¿Qué cambiaría padre? Más bien, ¿qué no cambiaría? Porque todos experimentamos desde que nos levantamos la pereza de levantarnos, la pereza misma de salir de la cama y luego, todos los días, pues el resto de los pecados capitales, ¿verdad?

Trata de pensar un poquito, ahorita que estás y que estoy yo contigo hablando con Jesús, que lo estamos mirando en el sagrario o en donde estés: ¿Qué ve Dios en ti cuando te mira? Pues mira, no te lo respondo yo, te lo responde el Papa san Juan Pablo II, dice: “Nosotros no somos la suma de nuestras debilidades y fracasos; al contrario, somos la suma del amor del Padre a nosotros y de nuestra capacidad real de llegar a ser imagen de su Hijo.”

Porque a veces nos pasa, ¿verdad? Pensamos que Dios nos mira como con recelo porque tenemos debilidades y fracasos y, al contrario, Dios nos mira con un amor de Padre, porque es nuestro Padre.

Hay una cita muy bonita que te quiero leer, que está escrita en el prólogo del libro de san Josemaría que se llama Forja. Bueno, pues en el prólogo, san Josemaría escribe lo siguiente, dice:

“Capítulo 0: Prólogo del autor Aquella madre – santamente apasionada, como todas las madres- a su hijo pequeño le llamaba: su príncipe, su rey, su tesoro, su sol.”

Y sigue diciendo, san Josemaría:

“Yo pensé en ti. Y entendí-¿qué padre no lleva en las entrañas algo maternal?- que no era ponderación el decir de la madre buena: tú… eres más que un tesoro, vales más que el sol; ¡toda la sangre de Cristo! ¿Cómo no voy a tomar tu alma -oro puro- para meterle en forja, y trabajarla con el fuego y el martillo, hasta hacer de ese oro nativo una joya espléndida que ofrecer a mi Dios, a tu Dios?”

(Forja, Capitulo 0).

Pues a ver si nos la creemos, ¿verdad? ¡Créetela! Vales más que el sol, esa es nuestra realidad más profunda: que somos hijos de Dios, en el hijo de Dios. Esa es nuestra verdad más íntima.

EL ESPÍRITU SANTO TRANSFORMA

Señor, ayúdanos a vivir conforme a nuestra dignidad y hacer que, el Espíritu Santo pueda realmente transformarnos en esta Cuaresma. Que podamos reconectar con esta realidad: no de que somos personas que tenemos mucho valor, no, no; sino que nosotros, un solo hombre o una sola mujer, hacemos valiosas las cosas.

Solo hay una realidad digna que es la realidad humana y que poseemos un carácter absoluto. Que un solo hombre o una sola mujer no es una parte del universo, es el universo entero. Que el universo carecería de sentido si no existiéramos los seres humanos, y por eso decimos que el universo es antropocéntrico.

Estamos en contra del ecologismo malentendido, que no estamos los hombres hechos para conservar universo, el universo está hecho para que el hombre viva. Y estamos a favor del ecologismo bueno, por eso hay que cuidarlo, ¿verdad? Porque el universo está hecho para que nosotros -que somos lo que más valemos- vivamos en él.

Vamos a terminar pidiéndole a María que nos ayude a redescubrir nuestra dignidad y la realidad que nos rodea y el altísimo valor que tienen las personas que están junto a nosotros, para que podamos reconectar con ellas y que sepamos valorarlas como lo que son: un gran don que Dios nos ha dado.

Vamos a hacer un momentito de silencio para buscar en nuestro interior y redescubrir una presencia viva dentro de nosotros: es Dios que lo inhabita, un silencio que se hace oración, no sólo un silencio físico, sino un recogimiento interior para lograr hacer un viaje al fondo del hombre.

Un viaje hacia el centro del hombre, que es donde está nuestro corazón y donde Dios vive.

Salir de la versión móvil