Icono del sitio Hablar con Jesús

APRENDER A DECIR SÍ Y NO

sígueme, decir si y no

“No juren, a ustedes les basta decir sí o no. Lo que pasa de allí; viene del maligno.”
(Mt 5, 37)

Dice un versículo del Evangelio de hoy. De niños, cuando aprendimos en el catecismo los mandamientos de memoria, decíamos en el segundo mandamiento: No jurar su santo nombre en vano.
Y nos enseñaban que se podía jurar solo en lo que era de suma importancia, como un juicio o en la ceremonia del nombramiento de una autoridad que juraba en nombre de Dios cumplir con el cargo.
No está bien tomar el nombre de Dios como testigo de cualquier cosa, es una mala costumbre.

ESO NO ES JURAR

Cuando alguien que quiere que otro crea lo que está afirmando, y le diga: ¡te lo juro! ¡te juro por Dios! Eso No está bien.
Hay que tener en cuenta, que solo es juramento cuando se pone el nombre de Dios, y no se puede poner el nombre de Dios por cualquier cosa.
Poner a una persona o alguna cosa como testigo, no tiene que ver con el segundo mandamiento. Eso no es jurar.
Algunas veces se ve en las ceremonias, cuando una persona no es creyente y tiene que jurar, lo hace por otros motivos.
Por ejemplo: por el pueblo, por los más pobres, por la justicia… y en esas ocasiones, más que un juramento, se expresa un deseo y un propósito de ayudar con el esfuerzo personal, para que ese deseo se cumpla.


El juramento es un acto de fe, Dios tiene que estar de por medio es una promesa que se hace a Dios y se cuenta con el mismo Dios para poder realizarla.
Los sacerdotes, por ejemplo, juramos enseñar la doctrina correcta, y tenemos el deber de cuidar la doctrina, estudiándola siempre y viviéndola, dando ejemplo.
El juramento nos ayuda a ser fieles y a No traicionar ni a Dios, ni a las almas.
En el Evangelio de hoy, el Señor, después de decirnos que no juremos, nos dice: “A ustedes les basta decir sí o no”
Recuerdo que el beato Álvaro del Portillo nos decía, que todo se resolvía en el sí y en el no.
Lo que pasa, es que tenemos que acertar. Hay cosas en las que tenemos que decir que sí y otras cosas en las que tenemos que decir que no.
Hay un punto del libro Camino, de san Josemaría Escrivá, que dice: “Acostúmbrate a decir que No:”

DECIR QUE NO

Es que hay muchas cosas en el día, que de pronto se presentan y tenemos que decir que no, y no podemos hacerla, no está bien que las hagamos. Por ejemplo: las tentaciones.
El diablo nos tienta todos los días, las tentaciones son trampas. El diablo siempre miente, nunca dice la verdad y nos promete una felicidad que nunca podremos alcanzar.
Por eso, la tentación es como la que le ocurrió a Eva, cuando el diablo la engañó diciéndole que, si comía de ese fruto, ese fruto prohibido, iba a ser como Dios. Eva se lo creyó, fue engañada por el diablo.
Con el diablo no se puede dialogar, nos conoce y sabe dónde está nuestra debilidad, nuestro punto frágil, él sabe perfectamente y se va a meter por allí, insiste siempre en lo mismo.
¡Decimos que no, cuando huimos de la tentación! Cuando no visitamos a esa persona que nos hace daño, cuando cerramos ese libro que nos puede confundir, cuando no vemos ese programa de televisión que no está bien…
O cuando no entramos a ese link que aparece en la computadora y que está dirigido a nosotros, para hacernos caer.
Decir que no, y salir rápido, es algo que tenemos que hacer con mucha frecuencia. No quiero malograr mi vida, no quiero salirme del camino, quiero ser fiel a Dios, por lo tanto: No a esas invitaciones que no son buenas.
También nosotros tenemos que saber decir que no a las ocasiones de pecado, a aquellas circunstancias que cuando se dan, nos pueden hacer caer.
Cada uno debe saber cuáles son esas ocasiones de pecado que tiene que saber evitar, por ejemplo: ese programa que no nos conviene ver.
O visitar a esas personas que, por su conducta, podrían influirnos negativamente. Aunque ahí está la tentación: quiero ir a verla, pero nos aconsejan que no.
Tenemos que saber bien qué cosa estamos haciendo. ¿Cómo decidimos en ese momento?

CUIDAR NUESTROS AFECTOS

Para un alcohólico pasar por una cantina podría ser una ocasión de pecado, para uno que no es alcohólico No, pero para el alcohólico Sí.
Hay situaciones que son ocasiones de pecado y tenemos que saber conocerlas, tenemos el deber de cuidar nuestra alma y nuestro corazón, cuidar nuestros afectos,
para querer lo que debemos querer.
Debemos querer con orden, porque el corazón nos puede traicionar, el corazón se apega y de pronto con ese apego, nos tiene como prisioneros y no queremos soltar aquello.
San Josemaría nos recordaba la anécdota de un niño, que todos los días rezaba y decía: Señor te ofrezco mis ojos, te ofrezco mi nariz, te ofrezco mis orejas, te ofrezco mi boca, te ofrezco todo mi ser.
Pero un día, a ese niño le regalaron un conejito, y empezó su oración igual: Señor te ofrezco mis ojos, te ofrezco mi nariz, te ofrezco mis orejas, te ofrezco mi boca, todo mi ser… ¡Pero, el conejito NO!
¡Se había apegado al conejito! Y decía san Josemaría que eso nos puede pasar a nosotros.
Nos puede pasar que de pronto nos puede aparecer algo… un afecto desordenado hace que cambie nuestra vida.
Tenemos que saber cuidarnos para que no ocurra eso, para ser siempre fieles.


En el diario trajinar, aparecen otras cosas en las que debemos decir que Sí. El Señor aparece en nuestra vida de distintas maneras.
Puede ser a través del consejo de nuestros padres, de la ayuda de un maestro, de algún ejemplo de un amigo que hace las cosas bien y es ejemplo, y nos advierte, ahí tenemos que decir que Sí, aunque nos cueste.
Decía san Josemaría:

“Ningún ideal se hace realidad, sin sacrificio.”

ESFUERZO Y SACRIFICIO

El sacrificio siempre está presente para las cosas buenas, si queremos ser buenos profesionales tendremos que estudiar, decir que sí a esas horas de estudio que son de esfuerzo y de sacrificio.
Saber decir que sí al planteamiento de lucha que nos va a ayudar a quitar un defecto, a corregir un error, a enfocar mejor nuestra vida, si es algo que valga la pena.
Es el Sí al esfuerzo, al trabajo, al espíritu de sacrificio, el espíritu de servicio, porque vemos que la gente que está cerca de nosotros, necesita de nosotros.
Si alguien necesita de nuestra ayuda tendremos que dejar cosas y decir que Sí a esas ayudas, a ese consejo que tenemos que darle.
Lo vemos en la parábola evangélica del Buen Samaritano, que le dice que sí al esfuerzo que tiene que poner, para ayudar al herido que se encuentra en el camino.
Él no busca un beneficio, no busca que le paguen, al contrario; él paga sin tener obligación de hacerlo.
Él dice que sí a ese reto que se encuentra para ser generoso, para dar de sí, buscando que la otra persona se recupere, se recupere cuanto antes.
Hoy, cuánta falta hace decir que sí a tantos retos que nos encontramos en la vida, y que nos piden ser generosos; dar de lo que tenemos, dar de nuestro tiempo.
Sobre todo: darnos nosotros mismos, sin buscar ninguna paga, ninguna recompensa.
Hay muchas cosas que podemos hacer, como decía san Josemaría:

“De que tú y yo nos portemos como Dios quiere -no lo olvides- dependen muchas cosas grandes.” (Camino, 755)

Darnos, como se dio nuestra madre la Virgen, que se calificaba a sí misma como la esclava del Señor. Una esclava generosa que hace las cosas con amor, para corresponder al amor.

Salir de la versión móvil