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CONFIANZA EN DIOS

LA PIARA DE CERDOS

Hoy día celebramos en la Iglesia a los primeros mártires. Justo después de san Pedro y san Pablo, hacemos este recuerdo, agradecido, lleno de fuerza en la oración también pidiendo hoy fidelidad y fortaleza para la Iglesia; porque como hace muchos años -siglos- también hoy hace falta, necesitamos esa fortaleza. Hermanos nuestros que sufren, sufrimos con ellos esto mismo.

Y en el Evangelio aparecen dos personas que sufren, que también sufriendo van a tener la ayuda de Jesús, la luz del Señor, la fortaleza del Señor. 

Cuenta lo siguiente san Mateo:

“En aquel tiempo llegó Jesús a la otra orilla

-están en el lago, en el norte, donde está el Mar de Galilea- 

y Jesús cruza

-dice

llegó a la otra orilla, a la región de gadarenos”

(Mt 8, 28).

Ahora cuenta san Mateo:

“Desde los sepulcros, dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Y le dijeron a gritos: ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo? A cierta distancia, una gran piara de cerdos estaba paciendo.

Los demonios le rogaron: Si nos echas, mándanos a la piara. Jesús les dijo: Vayan. 

Salieron y se metieron en los cerdos; y la piara entera se abalanzó acantilado abajo, al mar y murieron en las aguas. Los porquerizos huyeron al pueblo y contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces, el pueblo entero salió donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país”

(Mt 8, 28-34).

Esta escena nosotros la conocemos, y quizá ahora la oración, estando estos 10 minutos con Jesús, la queremos contemplar.

EL DEMONIO CONFUNDIENDO

Llama la atención cómo salen estos endemoniados y, como en otros momentos del Evangelio también, personas endemoniadas, es como si estuvieran haciendo un acto de fe público, reconociendo la dignidad, la fuerza de Jesús, cosa que muchos no reconocieron, no alcanzan a ver. Estos sí, y parece que están haciendo un acto de fe. Es patético o es muy llamativo, porque uno diría es lo último que uno espera del demonio, uno esperaría lo contrario, que ocultara.

Claro, es que lo que el demonio está haciendo, parece que está reconociendo la gran dignidad, la maravilla de Jesús, porque le llama Hijo de Dios. Pero lo está haciendo de manera tan torcida para torcer lo que el Señor de verdad es. Porque lo presenta como alguien.  Dice:

¿Qué tenemos que ver nosotros contigo

y ahora viene-

el Hijo de Dios?

Pero a continuación, demoníacamente: 

¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?

Como si Dios fuera alguien que atormenta, como si Dios fuera alguien de quién más vale desconfiar.

Y eso es marca registrada del demonio. Parece que están reconociendo la maravilla de Jesús, le están llamando Hijo de Dios, en otros momentos del Evangelio también, pero ¡qué torcido! ¡qué falso!

¿De dónde que Dios o Jesús -que habla en nombre de Dios, que es el Hijo de Dios- atormenta a alguien?  Dice:

¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?

¡Qué falso esto!

En cualquier caso, ¿cómo es esto de “antes de tiempo”? ¿Cómo que, por decirlo así, hay tiempo para tener a esos dos pobres hombres que estaban endemoniamos? Como si hubiera tiempo para eso y ya cuando se cumpla el tiempo entonces los dejamos tranquilos.

CONFIAR SIEMPRE EN DIOS

¡No! La lógica del Señor es totalmente otra. Es la lógica que también tuvieron esos primero mártires, primeros testigos de Jesús con su sangre, igual que el Señor. De los primeros y de los de hoy también y de los de toda la historia, es la lógica de: solo Dios es Dios y Dios es Padre y es Amor.

Esta es la lógica de los mártires. Esta es la lógica que impugnan o que, de manera torcida, de manera insincera, falsaria, quieren tergiversar estos demonios. Primero como presentando a Dios y ahora que estamos haciendo oración le podemos decir:

“Señor, ayúdame a no caer en este juego nunca, en ningún tema, en ningún aspecto que cada dos por tres es así”.

Es la misma historia del Génesis, con Adán y Eva: la desconfianza hacia Dios, o el si le entrego esto a Dios, vaya a saber después cómo termino. Eso es tan profundamente falso. Al revés, es tan profundamente luminoso, siempre, estar con Dios, el ser generosos con Él, el ponernos en sus manos, de verdad, de manera plena, como un niño. Eso sí que es profundamente verdadero.

Y uno experimenta, lo hemos experimentado seguramente nosotros, la profunda libertad, la profunda luz que de eso brota.

EL TIEMPO: UN TESORO QUE DIOS NOS DA

¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo? 

¿Antes de tiempo? “Si todo el tiempo es para Ti, Señor; todo el tiempo que tengo, me lo das Tú, Señor”.

Sino ¿de dónde brota mi tiempo? ¿Por qué tengo yo tiempo, que he tenido tiempo de vida? ¿Por qué tengo tiempo ahora entre las manos para vivir? ¿De dónde brota este tiempo? ¿Me lo he dado yo mismo?

“¡No Señor! Me lo has dado Tú y te lo agradezco. Quiero vivirlo contigo y quiero entregártelo, como en otras palabras del Evangelio, devolvértelo, por decirlo así, con mucho fruto. Tú me lo confías, me lo encargas; es Tuyo, pero me lo confías para que yo lo administre.

“Señor, yo lo quiero administrar. Te agradezco esta confianza y que pongas este tiempo, estos recursos, esta cultura, el cariño que me rodea, en mis manos. Y, Señor, te lo agradezco. Ayúdame, dame Tu ayuda ahora, en el tiempo, para sacarle fruto y entre los dos hacer cosas preciosas”. Esto sí que es sentido del tiempo.

Hay una de las cartas famosas de Séneca a Lucilio. Séneca es contemporáneo de Jesús. No es el Evangelio esto, pero son palabras muy sabias.

Decía Séneca: 

“Del mismo modo que en el atavío de un cuerpo pequeño cabe un hombre cumplido, así en un tiempo pequeño cabe una vida cumplida. Los años se cuentan -dice Séneca- entre las cosas externas como el vestido. El tiempo que yo exista, no es cosa mía. Que mientras dure mi existencia yo exista realmente, sí es cosa mía. Lo que debo exigirme que no recurran mis años oscuramente, como entre tinieblas. Que coja las riendas de la vida, que no las deje pasar de largo”.

Mira qué razón tiene Séneca. Esto sí que es tiempo. Porque el tiempo es de Dios; es un tesoro y, si quieres, oro. Es gloria, decía san Josemaría, amor de Dios. Darle gloria a Dios; vivirlo con amor, como vibración, en el tiempo, de eternidad.

Quizá podemos ahora aprovechar este ratito de oración, ya terminando en verdad, a propósito, admirar como estos demonios, primero subyugan a estos dos pobres hombres a los que el Señor libera, verdad.

Pero ver también cómo el demonio tantas veces, como a ellos, a nosotros de manera quizás más sutil, nos engaña. Aquí intentaron los demonios no sólo mantener subyugados a aquellos dos pobres endemoniados, sino también desconcertar, despistar a los que estaban con Jesús, a los apóstoles. Meter cierta desconfianza; falsa.

No. Nosotros ahora, con la intersección de san José también, que supo ver siempre la verdad de Dios, la luz de Dios, la alegría en la entrega, en la confianza en Dios. San José lo vio siempre: partió para Egipto, volvió de Egipto, trabajó en Nazaret no sé cuántos años, siempre con una confianza, con un corazón tan transparente, tan confiable, tan alegre.

Nosotros podemos pedirle eso también hoy al Señor. Podemos pedirle fortaleza para su Iglesia, fortaleza para todos los cristianos. Quizá especialmente para que nos ayude, como sucesor de Pedro, para el Papa, porque gran responsabilidad tiene él. El Señor lo cuida. Que nos lo siga cuidando.

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