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LA CIENCIA DEL AMOR DE DIOS

santa teresita

El 1 de octubre se celebra la memoria litúrgica de santa Teresa del Niño Jesús, también conocida como santa Teresa de Lisieux o santa Teresita.  Para distinguirla de otra santa carmelita cuya memoria litúrgica se celebra catorce días después, el 15 de octubre: santa Teresa de Ávila (santa Teresa de Jesús).
Esta santa, al igual que santa Teresa, fue proclamada Doctora de la Iglesia. Es la tercera mujer que recibe ese título después de santa Catalina de Siena y la propia santa Teresa de Jesús.
Es curioso advertir cómo, siendo una jovencita que tan solo fue a la escuela durante cinco años -nunca recibió ningún título formal de estudios primarios, secundarios y jamás pisó el aula de ninguna universidad-, haya sido proclamada Doctora de la Iglesia por el Papa Juan Pablo II en el año 1997.
Doctora de la Iglesia significa que su doctrina, su mensaje, es para todos los cristianos y es un mensaje absolutamente garantizado que lleva a la santidad.
Cuando el Papa san Juan Pablo publicó la carta apostólica con la que la nombraba Doctora, quiso comenzar con las palabras: Divini amoris ciencia, como para que esas tres palabras caracterizaran así de manera muy, muy resumida, el mensaje de Santa Teresita.

DIVINI AMORIS CIENCIA

¿Qué significa eso? Que ella es la Doctora en la ciencia del amor. Lógicamente, esta verdad la han repetido todos los santos, todos los místicos, pero ella lo pone como totalmente y absolutamente central, al grado de que invita a que nunca se haga nada si no es asegurando que se hace por amor.

Decía, por ejemplo:

“Recoger un alfiler por amor puede convertir a un alma. ¡Qué gran misterio…! Solo Jesús puede dar un valor tan grande a nuestras acciones. Amémosle, pues, con todas nuestras fuerzas”

(Carta 143, Santa Teresa de Lisieux).

Se decía de ella que era una persona totalmente traspasada por el amor a Dios, muy consciente de su debilidad, de su pequeñez:

“Solo soy una niña impotente y débil -decía-; no obstante, esta misma debilidad es la que me ofrece la posibilidad de ser víctima de tu amor ¡oh Jesús! Antes solo las hostias puras y sin mancha eran aceptadas con agrado por el Dios fuerte y poderoso […] Pero a la ley del temor sucedió la ley del Amor y el amor me ha escogido a mí, débil e imperfecta criatura”.

Para que el amor quede plenamente satisfecho, es necesario que se abaje hasta la nada y se transforme en fuego.

CIENCIA DEL AMOR

La vida de santa Teresita nunca tuvo, a diferencia de la vida de santa Teresa, nada extraordinario. No tuvo éxtasis, ni transverberaciones, ni raptos, ni visiones de ningún tipo. Pero precisamente por eso, su gran aportación es haber descubierto el valor que a nuestras obras confiere la realidad del amor.

Decía ella:

“¡La ciencia del amor! ¡Oh sí, estas palabras resuenan dulcemente en el oído interior de mi alma! Esta es la única ciencia que deseo. El amor es el único bien que deseo”

(Manuscrito B, 1rº y 1 vº).

Sabemos que esta conciencia de ser amados y de amar es un don, es característica del Espíritu Santo, que precisamente esa es su esencia. Y cuando un alma como la suya se deja invadir plenamente por la acción del Espíritu Santo, entonces se realiza este prodigio. Todas las obras, aunque sean las más pequeñas, como ella dice: «recoger un alfiler del suelo», Jesús le da tal valor que se proyectan en la eternidad.
Y por eso estaba siempre preguntándose: ¿Hay puro amor en mi corazón? Y le pedía a Jesús que, si no fuera así, Él hiciera ese milagro, como de purificar completamente su corazón para que solamente existiera el amor.

Ella muere el 30 de septiembre de 1897, pronunciando estas sencillas palabras:

“¡Dios mío, os amo!”

Mirando el crucifijo que apretaba entre sus manos. El papa Benedicto decía:

“Estas últimas palabras de la santa son la clave de toda su doctrina, de su interpretación del Evangelio.

Este acto de amor, expresado en su último aliento, era como la respiración continua de su alma (algo como para que todos nosotros lo pensemos, oremos; digamos: a mí qué me mueve, qué me hace hacer las cosas; y es muy posible que encontremos realidades que no van precisamente por esta línea), como el latido de su corazón. [El amor a Jesús o decir simplemente] “Jesús, te amo”, están en el centro de todos sus escritos”

(P. Benedicto, Audiencia General miércoles 6 de abril de 2011).

AMAR AL AMOR


Su tarea, su misión, su intuición de lo que hará en el Cielo, es precisamente eso: hacer amar el amor. Vamos a hacer la prueba, vamos a hacernos amigos de ella.
Vamos a tratar de invocarla, de pedirle su ayuda, de saberla muy cerca, de saberla efectivamente como nuestra maestra, nuestra doctora, porque ella no tenía otro deseo. Decía que no descansaría hasta el fin del mundo para hacer amar al amor.
Que a su pobrecito ser, decía y el ser de todos nosotros, si no tuviéramos la conciencia de que somos amados en cada instante por Dios, nuestro ser volvería a la nada.
En otras palabras, lo que nos hace ser, lo que nos da consistencia a nuestro ser, lo que nos da también la energía para hacer las cosas, es el amor de Dios, el creer que somos amados infinitamente y el responderle también así, sabiendo que existe una única ciencia: la ciencia del amor.
Hay quien ha dicho que santa Teresita no escribió mucho sobre la santísima Virgen y no es exacto porque sí escribió. Escribió varias poesías, le tenía un gran amor que se lo habían inculcado en su familia.
He tenido una imagen muy querida para ella que se llamaba la Virgen de la Sonrisa. Y, sin embargo, a veces se preguntan por qué no habló más sobre la Virgen. Y la respuesta de los expertos es: Lo que pasa es que se parecen. Lo que nosotros encontramos en Teresa es exactamente lo que encontramos en María. No tenía que hablar, digamos, ella era como la repetición o la revivencia de la santísima Virgen sobre la tierra.
María está toda traspasada de amor. Santa Teresita también. Y ese es su doctorado, esa es su enseñanza, ese es su mensaje. Y nosotros, como decía, podemos acudir a ella y pedirle que nos acompañe, que nos recuerde, que nos lleve siempre por ese camino, que nos rectifique cuando nos hemos separado de esta única razón por la que Dios ve nuestras obras y les da todo el valor de eternidad.

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