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LOS DISCÍPULOS NO HACEN AYUNOS CUANDO ESTÁN CON JESÚS

Saulo

En estos 10 minutos con Jesús, como siempre, comenzamos pidiéndole ayuda al Señor para hacer la oración -como es algo que nos excede- y recordando aquello del Evangelio, de sin mí no podéis hacer nada, mucho menos rezar.

Por eso, necesitamos esa especial ayuda del Espíritu Santo a través del don de piedad, para que nos asista; y le pedimos a Jesús que interceda, que hable con el Espíritu Santo y que le pida, para nosotros, ese don de piedad para poder establecer un rato de comunicación con Él.

Que cada ratito, mientras vamos escuchando esta reflexión sobre el Evangelio, le digamos: “Señor te quiero; quiero estar cerca de Vos; ayudame; dame esto, dame aquello; te pido perdón por tal cosa; te agradezco tal otra…”

Que estemos en comunicación permanente con Jesús, con frases cortas, muy medidas, muy concretas, como la gente que en el Evangelio vemos que le pedía ayuda:

“Señor, si querés, puedes limpiarme”

(Mt 8, 2).

Hay un leproso que le pide así a Jesús.

La gente no le pasa currículum largos o fichas y le explica quién es y le da discursos, simplemente le pide, muy sencillamente, lo que necesita y Jesús se lo concede inmediatamente.

Por eso nosotros a lo largo de este rato de oración, también le pediremos a Jesús que nos conceda esta especial ayuda.

EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS

En el Evangelio se lee lo siguiente:

“En aquel tiempo, los fariseos y los escribas le dijeron a Jesús: “Los discípulos de Juan ayunan a menudo y rezan; los de los fariseos también; en cambio, los tuyos se dedican a comer y a beber”.

Jesús les dijo: “¿Acaso pueden ayunar los invitados a la boda mientras el esposo esté con ellos? Llegarán los días en que les será arrebatado el esposo; entonces sí van a ayunar”.

También les puso otra parábola: “Nadie corta una pieza de manto nuevo para ponérsela a un manto viejo, porque si lo hace así, el nuevo se rompe y al viejo no le cuadra la pieza del nuevo.  

Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque si lo hace, el vino nuevo reventará los odres y se derramará y los odres se estropearán.  A vino nuevo, odres nuevos””

(Lc 5, 33-38).

El Señor, con este ejemplo, nos recuerda que cuando estamos con Él, de alguna manera, no estamos ayunando, estamos festejando.

ESTAR CON JESÚS ES UN MOMENTO DE ALEGRÍA

Estar con Jesús es incompatible con la penitencia, en un cierto sentido.  En el sentido de que, en el momento del encuentro, es lógico que estemos festejando.

Por eso Jesús pone ese ejemplo: mientras los invitados están con el esposo -como en cualquier fiesta de casamiento- no hacen ayuno.

Uno se imagina el casamiento más cercano que hayamos tenido de algún familiar y lo lógico es que disfrutemos de todo lo que se nos sirve en el casamiento (obviamente con medida, con lógica).

Es un momento de disfrute, estamos encantados por lo que está pasando, estamos felices compartiendo con aquel hermano, primo, amigo, que se está casando y, por lo tanto, disfrutamos, estamos compartiendo un momento de alegría.

Estar con Jesús es un momento de alegría.  

Jesús nos recuerda que vivir con Él es vivir momentos de alegría; por lo tanto, en esos momentos de alegría no podemos ayunar en el sentido de sufrir, estamos llamados a disfrutar esos momentos de encuentro.

Como es ahora el momento de la oración, como serán los muchos momentos de la comunión en los que, a lo largo del año, vamos a recibir y estar con Jesús eucarístico.

En esos momentos lo que va a primar va a ser el gozo.  Cuando nos toque la hora de llegar al Cielo, vamos a vivir en una alegría permanente y, por eso, en el Cielo no hay espacio para el dolor, porque vamos a vivir en esa boda continua.

¿POR QUÉ EN EL CIELO NO HAY ESPACIO PARA EL DOLOR?

Porque estaremos con Dios.  El Señor nos pone exactamente ese mismo ejemplo: cuando ustedes estén conmigo, no hay manera de que sufran, no van a poder sufrir, todo será alegría, todo va a ser como en una fiesta de casamiento.

Es bueno imaginarnos esos casamientos en los cuales de pronto está el abuelo del que se casa, ya muy mayor y se llena de alegría al ver a su nieto preferido, a su nieto más chico casarse. 

O la madre de la chica que se casa que, de pronto la ve encaminarse hacia un mundo muy bonito, porque se está casando con un tipo bárbaro.

Esos momentos en los casamientos en los que se ve gente que se lo está pasando fenomenalmente bien, que están disfrutando muchísimo, porque la persona con la cual se están casando, es una persona maravillosa y ese matrimonio va a ser inmensamente feliz e inmensamente fecundo.

Esa idea de ver, de imaginarnos, de recordar esos casamientos a los cuales hemos asistido, en los cuales hemos visto esas personas enormemente felices; exactamente esa pintura, ese cuadro, es el que quiere Jesucristo que lo tengamos en la cabeza para imaginarnos el Cielo.

Por eso, en el Cielo no habrá ningún tipo de llanto, no habrá ningún tipo de sufrimiento, no se derramarán lágrimas.  Todos los ejemplos que pone Dios sobre el Cielo son ausencia de cualquier tipo de dolor, de cualquier tipo de sufrimiento.

En el Cielo no vamos a ayunar, no vamos a purificar.  

Cuando estemos con Dios, estaremos disfrutando, estaremos como esa gente que está en la boda -los novios en primer lugar y después la gente que los quiere- mirándolos y disfrutando; llenándonos de alegría, porque están en un momento de gozo muy grande y están haciéndose dueños de algo muy bonito que es el matrimonio, ese estado en el cual unos van a cuidar del otro de por vida.

TIEMPO DE PURIFICACIÓN

Es un momento lleno de belleza, cuando alguien le dice a otra persona: yo me hago cargo de vos, en las buenas y en las malas, para siempre, sin condiciones.  Tu felicidad será mi felicidad; tus problemas serán mis problemas; tus dolores serán mis dolores; quiero vivir para vos.

El amor es tan bonito que genera una alegría inmensa cuando lo vemos concretado, cuando lo vemos de frente, cara a cara.  En el Cielo no vamos a ayunar.

En este periodo en el que estamos con un Dios que no vemos, que no disfrutamos tanto, cara a cara, sí tenemos que ayunar.  

A nosotros se nos aplica lo que dice el Evangelio, cuando les será arrebatado el esposo, como nos pasa a nosotros.

Después de la Ascensión, Jesús nos fue arrebatado, entonces vamos a ayunar, estamos en un tiempo de purificación, vamos a pasar por un largo periodo de purificación para ir curando todas las lastimaduras que el pecado nos ha ido haciendo en el corazón.

Para que podamos disfrutar de Dios, para que el corazón esté capaz de Dios, capaz de disfrutar de la presencia de Dios, de la belleza de Dios, de la hermosura de Dios.

Tenemos que restaurar todo aquello que ha sido dañado en nosotros, como esas personas que con el covid han perdido el olfato y lo han recuperado poco a poco mediante adiestramientos.

El corazón necesita ser recuperado a través de la purificación para que podamos disfrutar de Dios; sentir lo que Dios quiere que sintamos, devolvernos esa capacidad de Dios.

Por eso, aprovechemos este tiempo que nos ha sido dado para purificar el corazón a través del servicio, a través de la penitencia… de tantas maneras en las que podemos abajarnos para que los demás se lo pasen mejor.

Causar la felicidad de otra persona es una manera de purificar el corazón muy buena y para eso tenemos que pisotear nuestro propio yo.

Ponemos estos deseos en manos de María.

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