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LA CARIDAD ARRASTRA LA FE Y LA ESPERANZA

LA CARIDAD ARRASTRA LA FE Y LA ESPERANZA
JESÚS ARRASTRA

El Señor ha resucitado de entre los muertos, como y regocijémonos todos, porque reina para siempre. ¡Aleluya!

Nos cuentan los evangelios que las mujeres fueron al sepulcro. María Magdalena corre. En ella la fuerza del amor es muy intensa. El cariño por el Señor hizo que ese domingo se levantara muy temprano, de madrugada, para servirlo de una manera totalmente desinteresada. Ella solo quiere tener un último detalle con Jesús, sin esperar nada a cambio.

“Señor, ¿será que María va al sepulcro con fe? Creería que no. ¿Con esperanza en tu resurrección? Creería que no. Porque esa fe y esa esperanza habían muerto, Señor, contigo en la cruz”. Pero permanecía el amor.

JESÚS NO ESTÁ EN EL SEPULCRO

Llega al sepulcro y llora porque se han llevado a Jesús. Si ya tenía un dolor muy grande por la muerte, en ese momento su sentimiento es de desconsuelo total. Por lo menos contaba con que su Señor seguía en el sepulcro.

Ahora me quiero imaginar a la persona también que va a llorar a la tumba de su amado, de su amada. ¡Qué dolor! ¡Qué tristeza! Pero por lo menos está allí, delante de la lápida, sabe que los restos mortales descansan allí.

“Pero cuando llega María al sepulcro, no estás Tú, Jesús; no estás”.

Y de repente:

“Mujer, ¿por qué lloras? -Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dijo Jesús: -Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: -Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré (necesito el consuelo de tener el cuerpo muerto de Jesús). Y en ese momento Jesús le dijo: ¡María! Ella, volviéndose, exclamó en hebreo: ¡Raboni! (que quiere decir Maestro)

(Jn 20, 13-16).

Y en ese instante ¿qué pasa en María? Renace la fe y la esperanza; resucitan la fe y la esperanza, no había muerto el amor, el amor permanecía.

EL AMOR A JESÚS ARRASTRA

“Por eso Jesús, el amor que tiene María por ti, arrastra tras de sí la fe y la esperanza que antes parecían ausentes. Quiero, Señor, que este sea el tema de este ratico de oración; que el amor nuestro arrastre tras de sí, la fe, la esperanza”.

Lo mismo les pasa a las otras mujeres, lo escuchamos hoy en San Mateo:

“Las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: ¡Alegraos! Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante Él”

(Mt 28, 8-9).

“Me imagino, Señor, tu sonrisa. Reconociste que ahí estaban esas mujeres, que no habían dejado de amarte. Sí, comprendes que haya muerto su fe, su esperanza -claro, Señor, habías muerto Tú como el peor de los delincuentes. Había llegado una gran oscuridad, las tinieblas, y eso sobre todo ocurría en sus corazones, en sus almas. ¡Qué sufrimiento, qué dolor, qué soledad, qué miedo, qué incertidumbre!

QUE NO TAMBALEE NUESTRO AMOR

“Pero llega la victoria. Después de todas las páginas amargas de tu vida, Señor, llega la victoria. Y por eso Tú estás sonriente, asombrado. Contemplas el amor, y la fe, y la esperanza, renacidas en esas mujeres. Y te sorprendes, Señor, sonríes. ¡Qué alegría tan grande experimentamos y qué gran alegría experimentas Tú!

“Por eso, Señor, ante los problemas, incertidumbres y miedo, que no abandonemos tu amor. ¡Perdón si tambalea nuestra fe y nuestra esperanza! Sí te pedimos que no tambalee nuestro amor. A Ti y a los demás”.

Que el amor permanezca intacto, porque el amor se encargará de arrastrar todas las virtudes, especialmente la virtud de la fe y la esperanza.

ABANDONARSE EN EL AMOR DE DIOS

¡Qué buena es esa jaculatoria breve! Quizá ya te la he contado muchas veces:

“Señor, en tu misericordia abandono todo lo pasado, en tu providencia abandono todo mi futuro y el presente lo abandono en tu amor”.

Al abandonar todo en el amor de Dios, la fe y la esperanza están allí también. Pueden estar un poquito apagadas, dormidas, pero ahí están. Y el amor hace que reviva, que florezca.

¿Cuántos santos ha hecho la fe, la esperanza? Sí, muchos. Pero ¿cuántos santos ha hecho el amor? “Todos los santos son fruto de tu amor, Señor, y han querido corresponder con su amor a tu amor”.

Amor con amor se paga. Los santos, sobre todo, han querido responder en su vida con amor, y ese amor nos ha llevado a ser muy santos.

CORRESPONDER CON AMOR

¡Cuántas historias de amor!

En estos días un sacerdote amigo que ahora vive en Ecuador, me contó una anécdota preciosa, bellísima. Se lo había contado un amigo suyo, también sacerdote, don Eduardo.

El padre Eduardo llevaba en su pueblo, en su vereda, todos los viernes la comunión de los enfermos. Y el domingo se sorprende porque ve llegar a la iglesia a una viejita que tardaba dos horas en llegar a la iglesia y que a duras penas podía caminar.

La vio casi arrastrarse. Entonces se acercó y le preguntó por qué había venido, por qué estaba allí. Ella le contó que estaba muy mal de sus pies, de sus piernas, de sus rodillas, y que realmente tenía muy difícil venir a la iglesia.

Le dijo: Entonces ¿por qué viniste hoy? Me hubieras llamado y yo los viernes te llevo la comunión. -Sí Padre, eso seguiré haciendo, pero quise venir hoy porque ya no vendré más y quería despedirme de Jesús.

¿Tú crees que Jesús no nota el amor en esa mujer? Que llegó hasta ahí casi arrastrándose y que sabía que ya no iba a poder volver más porque sus piernas no le daban -ya no tenía fe en sus piernas podríamos decir. Pero el amor la lleva hasta la iglesia. Con unos dolores y con un cansancio… pero llega. Ya no vendré más. Quería despedirme de Jesús.

LA MARCA DEL AMOR ES LA CRUZ

“Señor, la marca grabada a fuego en nuestra alma del amor es la Cruz. Tú has muerto por mi Señor”.

Me sorprendió mucho en la ceremonia del Viernes Santo, la piedad de las personas al acercarse a la adoración de la cruz. “Señor, ¡cómo te miraban! No podían besarte porque la pandemia todavía impide besarte, Señor, por bioseguridad mejor no. Pero cómo se postraban ante ti, cómo hacían la genuflexión, muchas personas con las dos rodillas.

Cuando llegué a mi casa había un poco de broma porque uno de los más mayores se había lanzado a hacer la genuflexión y ¡oh, sorpresa! se cayó, porque es muy pesado.

“Pero bueno, Señor, por lo menos intentó manifestarte ese amor, arrodillarse delante de ti. Ahí está el amor.

LA CRUZ Y LA RESURRECCIÓN

La marca grabada a fuego en nuestra alma es el amor a la Cruz. La de la fe y la esperanza, la Resurrección”.

La cruz y la resurrección. Siempre presentes en nuestra alma, estampadas a fuego.

De nuestra parte podemos poner el afán sincero de buscar al Señor, también cuando parece que se ha ido. Es lo que hicieron María Magdalena, Juan y Pedro: buscaban todavía a Cristo.

“Te buscaban, Señor. Querían ofrecerte un servicio por más que pensaban que seguías muerto. Y tú, ¿cómo les recompensas ese amor? Con la Resurrección. Te vuelven a encontrar vivo.

“Señor Jesús, Tú que eres el crucificado resucitado, haz que no nos dejemos robar la esperanza de una nueva humanidad, de los cielos nuevos y de la tierra nueva, donde enjugarás toda lágrima de nuestros ojos y no habrá ni llanto ni dolor, porque lo antiguo ha pasado y seremos una gran familia en tu casa de amor y de paz”.

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