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AL CIELO, CON EMPEÑO

Seguro que estamos preparando, qué bueno tener la mirada puesta en esta fiesta grande de un par de días más, el primero de noviembre: Todos los Santos.  ¡Qué cantidad de Santos, qué alegría ahí en el Cielo!

Y uno se puede imaginar un coro (para el que tenga más oído musical) un coro increíble de gente cantando contenta, de gente cantando cosas preciosas, de gente cantando con el corazón feliz.

Como un coro precioso unido al de los ángeles, como un espectáculo más visual.  Quizás más nos fijamos en las sonrisas, en lo que sea (pero bueno, eso ya será tema de nuestra oración el uno de noviembre).

Qué bueno poner ya los ojos ahí, ahora mismo que estamos estos 10 minutos conversando con Jesús, por decirlo así, meternos ya en esa alegría poco a poco.  Que no nos caiga como de improviso el primero de noviembre, sino ya ahora irla pre-gustando.

EL QUE SABE, SABE

“Y ahora, en estos minutos contigo Jesús, ir viviendo ya esa alegría.  Dificultades seguro que hay, pero contigo Jesús qué fácil, qué fácil también lo difícil”.  Parece contradictorio, pero aquí a veces se usa ese refrán: “El que sabe, sabe”, que parece también alguna obviedad; incluso casi una tontería, pero es verdad: el que sabe, sabe.

El que sabe, el que conoce a Jesús, “Jesús, contigo qué fácil también lo difícil, también lo que cuesta; Señor contigo qué fácil y qué fácil conversar ahora”.  Ya luego podemos mirar el Evangelio del día, pero qué bueno así, sencillamente, poner los ojos, poner el corazón en Jesús, en la Virgen santísima -que es nuestra mamá-, qué fácil también conversar contigo Jesús de cualquier cosa, de todo.

Quizá algunos estén más enterados o menos; según Wikipedia, hoy es el cumpleaños de Diego Armando Maradona.  Uno puede ser más afín a este jugador o menos, pero es que la típica pregunta, por lo menos en el mundo futbolero, una definición: ¿Maradona o Pelé? O incluso otra definición: ¿Maradona o Messi?

CONVERSAR CON JESÚS

Y de esto de conversar con Jesús.  ¿Y por qué no? ¿Por qué no conversar con Jesús de todo? Pero ¿de Maradona o Pelé? ¿De Maradona o Messi?  De eso y de lo que uno quiera.  Si no te interesa ese tema, quizá no lo conversas con el Señor y, si te interesa, ¿por qué no?

Al Señor le interesa, al Señor le atrae.  “A Ti Jesús te gusta todo lo que hay en mi corazón, todo lo que hay en el radar de mis intereses.  Jesús, contigo qué fácil todo, qué fácil conversar”.  Por decirlo así, qué buen escuchador es Jesús, qué fácil, porque uno ve con los ojos de la fe y con los ojos del corazón.

Ahora mismo, ayudados por el Espíritu Santo, uno puede ver con qué sonrisa tan acogedora, tan amable, tan cálida, escucha Jesús.  Con qué ojos nos mira, con qué cariño nos atiende.

LLEGAR AL CIELO

“Jesús, contigo qué fácil conversar, qué fácil contigo todo.  Por eso, qué ganas de llegar al Cielo.  Jesús, qué ganas de vivir el Cielo con un corazón enamorado ya aquí en la tierra”.

Y a propósito de eso, así como de desear el Cielo, de vivir ya el Cielo ahora, el relato del día de hoy, del Evangelio de san Lucas dice:

“Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén”

(es lo típico de san Lucas, quizás ya lo hemos escuchado mil veces, cómo san Lucas tiene este esquema del camino de Jesús hacia Jerusalén).

Y cuenta san Lucas en el capítulo 13:

“Uno le preguntó: Señor, ¿son pocos los que se salvan?”

¡Qué pregunta! Igual que ahora, seguramente, quedaría como quizá el silencio denso en torno a esos que rodeaban a Jesús esperando una respuesta.  Tú, yo mismo, se lo podemos preguntar ahora al Señor: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?”

Y cuenta san Lucas la respuesta de Jesús (el Señor no dijo: sí, mira, tal porcentaje o el Señor no respondió: sí, no, con tal y tal matiz, ¡no!):

“Esfuércense por entrar por la puerta estrecha, porque les digo que muchos intentarán entrar y no podrán”

Es decir, porque se van a asustar, porque la puerta es estrecha, el camino es empinado.  La puerta está abierta, pero por este matiz de esfuerzo, de empeño, de jugársela y ahí Jesús, sobre la misma -como se dice-, una imagen, una parábola para comprenderlo, para retenerlo fácilmente en la memoria, sigue respondiendo con esa sonrisa que tenía, con esa fuerza, con esa calidez en la voz:

“Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, se quedarán fuera y llamarán a la puerta diciendo: Señor, ábrenos.  Pero él les dirá: no sé quiénes son.  Entonces comenzarán a decir: hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas”.

Pero sigue diciendo Jesús:

“Él les dirá, no sé de dónde son, aléjense de mí todos los que obran la iniquidad”.

Y sigue contando Jesús (como se dice, hablando al pan, pan y al vino, vino):  Dios quiere que todos los hombres se salven, pero las cosas claras.

Dice Jesús:

“Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, pero ustedes se vean arrojados fuera.  Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios”.

Al final eso de:

Señor, ¿son pocos los que se salvan?

Mira la respuesta de Jesús llamando a la vigilancia, a estar atentos, a desear el Cielo, a jugársela en esta tierra por ir por la puerta estrecha.

Pero esta frase del Señor:

“Mira, vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur”,

esas imágenes tan prácticas, tan la “rosa de los vientos” digamos y

“se sentarán a la mesa en el Reino de Dios”

es un montón de gente.  De todos lados, de toda la gente, de todas las providencias y el Señor termina diciendo esto:

“Miren, hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”,

(Lc 13, 22-30)

sigue de nuevo esto: “vigila atento”.

Me acordaba ahora, quizás te acuerdes tú también, de esa tertulia que hubo después de la beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri, hace ya varios meses en Madrid.  Después hubo un encuentro, una celebración, una tertulia con algunos números, shows… muy simpática, muy alegre, muy cordial, muy de familia, conversando con el prelado del Opus Dei.

Y, en un momento, al final de ese encuentro, una se levanta y comparte con el prelado de la Obra, le dice cómo le zarandeaba en el corazón dentro esa expresión tan frecuente en las cartas, en los textos que se conservan de Guadalupe, ese “tan contenta” lo decía una y otra vez.

Un año y otro año, en una cosa y en otra, tan contenta.  Así vivió Guadalupe, poniéndole empeño, poniendo una sonrisa, adaptándose, siendo súper fiel, súper disponible en las manos del Señor.  Entrando por la puerta estrecha, pero tan contenta.

Pidámosle al Señor, hablemos con el Señor de lo que sea, deseemos ir ahí al Cielo y poniéndole empeño por la puerta estrecha, pero como Guadalupe, tan contenta.

 

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