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GUADALUPE ORTIZ DE LANDÁZURI

actitud

«Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo en cambio se alegrará.  Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo»

(Jn 16, 20).

Así termina el Evangelio que la Iglesia nos propone el día de hoy y me parece que es muy bonito considerar -en este tiempo en que nos estamos preparando ya para la Ascensión del Señor, terminando el tiempo de Pascua, luego tendremos Pentecostés- que el Señor ha resucitado.

Y que, aunque hemos pasado por cosas negativas de su Muerte, de su Pasión, el Señor ha resucitado y está sentado al lado de su Padre Dios en el Cielo (porque luego Asciende a los Cielos).

En la tierra, nuestra vida es una vida de identificación con Cristo que pasará también por lo mismo: a veces llorar y lamentarse, aunque el mundo sea alegre.

Estaremos, inclusive, tristes pero esa tristeza se convertirá en gozo porque tenemos a Cristo, y a Cristo resucitado.

GUADALUPE ORTIZ DE LANDÁZURI

Hoy nos acordamos también de la beata Guadalupe Ortiz de Landázuri. Y me parece que es súper bonito que éste Evangelio, de que alcanzaremos la alegría después de pasar por un tiempo, tal vez un poco más de pruebas, nos dé un poco de luz para pensar y hablar Contigo Señor sobre esta hija tuya que te dio tantas alegrías.

Porque su vida fue normal y al mismo tiempo llena de Dios. Es un modelo para todos los cristianos, especialmente para los que estamos llamados a santificar las circunstancias ordinarias de nuestra vida en medio del mundo, en una sociedad actual donde hay quienes quieren imponer como el relativismo o, incluso, el egocentrismo autorreferencial.

La vida de la beata Guadalupe es una invitación espléndida para abrirse a los demás. Su ejemplo nos anima a sacudirnos de la comodidad para entregarnos al servicio de los demás.

Y en un ambiente pesimista, el optimismo de Guadalupe nos ayuda a sonreír. En una sociedad que parece alejarse de Dios, la figura de Guadalupe ayuda a descubrir que solo con Dios se puede tener una alegría profunda permanente.

BIOGRAFÍA

Para los que no le conocen, Guadalupe nació en 1916 y estudió ciencias químicas en la Universidad Central en Madrid y en su promoción eran solamente cinco mujeres. Destacó por su seriedad en el estudio y su sonrisa contagiosa.

Después de la Guerra Civil acabó la carrera y empezó a dar clases de física y química en el Colegio de las Irlandesas y en el Liceo Francés de Madrid.

En 1944 conoció el Opus Dei y su primer encuentro con san Josemaría ya la marcó profundamente. Más tarde afirmaría:

“Tuve la sensación clara de que Dios me hablaba a través de aquel sacerdote (…)”.

En ese mismo año pidió la admisión en el Opus Dei y dirigió después algunos centros del Opus Dei para chicas jóvenes en Madrid y en Bilbao.

En 1950 se trasladó a México para empezar el trabajo apostólico con mujeres. Fue una aventura vivida con generosidad y fe enormes.

Entre otras cosas, puso en marcha un centro de promoción humana y profesional para campesinas en una zona rural del estado de Morelos.

En 1956 se estableció en Roma donde colaboró con san Josemaría en la dirección del Opus Dei, pero después de dos años, por motivos de salud, tuvo que volver a España y reemprendió la enseñanza y la investigación; y concluyó su tesis doctoral en química, que fue galardonada con un premio especial.

Fue pionera del Centro de Estudios de Investigación de Ciencias Domésticas (CEICID) y más tarde recibió la medalla del comité internacional por un trabajo también sobre fibras textiles.

HACER LA VIDA AGRADABLE A LOS DEMÁS

Como consecuencia de una enfermedad cardiológica, murió en Pamplona con fama de santidad el día de la Virgen del Carmen del año 1975.  Apenas 20 días después de la marcha al Cielo de san Josemaría; tenía 59 años.

Esta mujer, una mujer que tenía una alegría especial de vivir, que se enfrentó a cosas durísimas a lo largo de su vida, como cuando le fusilaron a su padre o cuando su enfermedad se empezó a agravar.

Sin embargo, una mujer que siempre se destacó por intentar hacer la vida agradable a los demás.

Si hay que destacar uno de los rasgos fundamentales del carácter de Guadalupe, yo creo que tendríamos que decir que su desbordante alegría y su sonrisa habitual, porque era acogedora con todos y eso ayudaba a transmitir paz y confianza a todo el mundo: a las campesinas, a las universitarias o a las señoras de cualquier nivel social, a las alumnas…

Su alegría no era fruto de un esfuerzo humano, sino consecuencia de saberse hija de Dios, de su intimidad con Cristo; es decir, es un don del Espíritu Santo y por eso era constante y serena y eso le facilitó considerablemente su apostolado y su servicio a la Iglesia y a la sociedad.

Cuentan de una joven universitaria que conoció a Guadalupe justo al año siguiente de su llegada a México y comentaba:

“Confieso que tenía curiosidad de conocerla, porque todos me hablaban de la risa de Guadalupe, de su alegría constante y eso es lo que confirmé”.

Su hermano Eduardo describe también los últimos momentos de su vida de esta forma:

“Ese fue el gran secreto de Guadalupe, aceptar siempre como bueno todo lo que le sucedía. A su alrededor, en aquellas horas de angustia mortal, todos quedaron admirados de la misma sonrisa inolvidable”.

ACTITUD

Y es que es una cosa que también tendríamos que pensar nosotros: ¿Cómo hacemos la vida agradable a los demás con nuestra sonrisa pese a que pasemos por momentos un poco desagradables?

Porque a veces la gente nos puede hacer sufrir por las cosas que dicen, por un comportamiento que no nos esperábamos, por una situación que tal vez resulta dura.

Y sin embargo en lugar de resentirse, en lugar de actuar negativo, de perder la alegría, de quedarnos como achicopalados, está justamente esa capacidad de cambiar y de hacer las cosas bien.

De dar esa alegría a la gente que está a nuestro alrededor, con nuestra sonrisa, aunque luego cuando estemos haciendo nuestra oración no salten las lágrimas, no pasa nada, pero hacia los demás vamos a transmitir esa alegría.

Hace poco lo veía en una persona a la que admiro que también había pasado muy mal y se notaba en poquitas cosas, pero en otras con una sonrisa constante, con una actitud que a los demás les cambia también la vida.

El tema de la actitud es una cosa importante porque es lo que marca.

SONREÍR A LOS DEMÁS

En un equipo de fútbol, por ejemplo, puedes tener un jugador que tiene una técnica muy buena, que tiene unos conocimientos perfectos de las reglas, pero que no tiene la actitud necesaria y entonces, no juega tan bien.

Pero uno que, en cambio, tiene los conocimientos y tiene la técnica, pero que tiene la actitud de salir corriendo, de hacer las cosas y tal… la diferencia es completa. Un jugador no sirve para nada y el otro es el crack del equipo.

A veces tenemos la sensación de que tenemos permiso para no actuar bien, para perder la alegría para hacer las cosas que tenemos la técnica, tenemos también el conocimiento, pero luego a la hora de ver la actitud, es un desastre la actitud que tenemos porque no hacemos las cosas que deberíamos.

La actitud correcta pasa por la alegría, por esa alegría de sonreír a los demás, de no darle tanta importancia a las cosas, de no sentirnos ofendidos por tonterías o inclusive por cosas que en principio sí son graves, pero no le damos tanta importancia.

Guadalupe Ortiz de Landázuri, una mujer que hizo muchísimo bien a su alrededor pese a que tenía un carácter fuerte, pese a que tenía mucha autoridad, es una mujer que sabía abrir horizontes, animar, no corregir con ira.

ACOMPAÑAR A LAS PERSONAS A MEJORAR

Una cosa que me llamaba la atención es que cuando ella decía cosas para que se mejoren: “por favor a esta residente o a esta alumna o a esta chica que está empezando sus primeros pasos en el Opus Dei…” y tenía que corregirle, era una mujer que nunca se apoyaba en su autoridad para hacer las cosas, sino que más bien, acompañaba a las personas a mejorar.

Esto es muy bonito porque cuando las otras personas fallaban, ella no les restregaba en la cara: “te lo dije”, sino que intentaba ayudarles con su sonrisa a seguir adelante.

“Señor, te pedimos que nos ayudes a tener esas mismas características de la beata Guadalupe Ortiz de Landázuri. Que sepamos querer a los demás dándoles ese cariño de nuestra sonrisa, de nuestra alegría.

Que nos esforcemos siempre por levantar esos estados de ánimo, que no dependamos de las cosas externas para cómo nos sentimos y a veces cuando nos sintamos mal, que acudamos a Ti y que nos dejemos trabajar por el Espíritu Santo para que demos siempre paz y alegría.

Nunca tristeza ni mala onda o hablar mal de los demás, cosas negativas; al contrario, que sepamos, igual que tu hija Guadalupe, vivir bien la caridad haciendo que los demás encuentren en nuestra sonrisa, la forma de acercarse más a Cristo”.

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