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Conocí a un Santo

san Josemaría y Álvaro del Portillo

El santo de lo ordinario lo llamó la Iglesia en su canonización. Y es que Dios le mostró que todos podemos alcanzar la santidad en medio de las tareas ordinarias del día a día.

Dios le hizo ver, a través del Opus Dei, el 2 de octubre de 1928 que podemos ser santos en medio del mundo, a través del trabajo, sin hacer cosas extraordinarias, sin salirnos de nuestro sitio.

Ahí donde ejercemos nuestra actividad: el hogar, el estudio, la profesión, la actividad que sea.

San Josemaría decía que lo importante es realizar las actividades con amor de Dios, y, por lo tanto, puede ser tan valioso a los ojos de Dios el que realiza un señor que barre la calle como el del académico de la Universidad.

Mi historia

El Opus Dei está extendido en los 5 continentes. Y, a Chile llegó la primera semilla con el sacerdote Adolfo Rodríguez en marzo de 1950.

Yo conocí el Opus Dei en 1957 y pedí la admisión como numeraria en 1960. Muchas personas de mi familia, madres o padres de familia, pertenecen y han pertenecido por la gracia de Dios al Opus Dei.

La primera fue mi hermana Lucía que está desde el año 60, ha trabajando en USA en diversas actividades llevadas a cabo por las mujeres de la Obra en ese país, actualmente vive en Chicago.

También tengo 2 sobrinos sacerdotes del Opus Dei. En el año 1962 me preguntaron si estaría dispuesta a ir a Roma a trabajar: tenía 20 recién cumplidos y por supuesto dije que sí.

Después de la fe y la vocación, ir a Roma fue el regalo más grande que he recibido del Señor: porque pude conocer y trabajar con san Josemaría, desde 1962 hasta 1975 que fue su marcha al Cielo.

Tere y sus amigas

El Opus Dei

Trabajé en una imprenta que funcionaba en los edificios de la Sede Central del Opus Dei, allí vivían personas de los cinco continentes. Y en los días de fiesta, teníamos reuniones familiares con el fundador en las que le contábamos de nuestras familias, o le hacíamos preguntas; eran momentos de Cielo cargados también de buen humor y sentido apostólico.

Durante ese periodo, entre otros muchos trabajos, san Josemaría nos entregó a las que trabajamos en la imprenta, un abundante material de escritos suyos que estaba desde hace años, en espera de ser impreso.

Eran textos relacionados con aspectos del espíritu del Opus Dei, de su historia o sobre temas doctrinales.

Él no solo se preocupaba del contenido, sino también de corregir hasta la última coma de las pruebas de imprenta.

Testigo de san Josemaría

Puedo decir que su persona irradiaba amor a Dios y alegría. De él, aprendí a santificarme en el trabajo, entre otras cosas, cuidando por amor las cosas pequeñas -ahí está el intríngulis de la santidad, escribió con relación a un trabajo que habíamos realizado con “chapuzas”.

También fui testigo de su cariño de Padre: se preocupó de que no pasáramos calor proporcionándonos un aparato refrigerador… y que tomáramos leche para evitar la intoxicación… (entonces se trabajaba con plomo); o cuando terminábamos un trabajo juntos, para agradecernos nos mandaba caramelos.

También fui testigo de su cariño por nuestras familias: a la mía la recibió cuando vino a Chile, eran más de 50 personas. Y a mamá le dijo después en público que “era joven, guapa y la quería mucho, que llevaba ese clan en el corazón”.

Fui testigo de su cariño por Chile, durante un periodo en que en Italia salían carteles en contra de Chile y él sufría, y pedía perdón a los chilenos que recibía por esas actitudes.
Pero por sobre todo fui testigo de su inmenso amor por la Iglesia, nos enseñó que ese es el único fin del Opus Dei, servir a la Iglesia. De hecho, el último día, el 26 a primera hora de la mañana, pronunció un deseo para que un hijo suyo le transmitiera a una persona que tenía estrecha relación con el Santo Padre: “dile que el Padre ofrece todos los días su vida por la Iglesia y mil vidas si tuviera”… ese día lo llamó el Señor a su presencia, después de haber ido a visitar un centro de las mujeres en Castelgandolfo cerca de Roma.

Los últimos momentos de san Josemaría

 

El Señor se lo llevó después de saludar el cuadro de la Virgen de Guadalupe que tenía en su cuarto de trabajo. Nos había dicho alguna vez que si en algo quería que le imitáramos era en su amor a la Virgen y a la libertad.

Estando su cuerpo yacente en Santa María de la Paz, la iglesia Prelaticia, pude rezar 20’ junto a él, le besé la frente y las manos, le agradecí su entrega heroica para hacer el Opus Dei, y le pedí por la fidelidad a mi vocación.

Tenía el rostro inundado de paz. A partir de las 5:30 se celebraron más de 50 misas hasta el entierro, y misa de funeral que fue en san Eugenio, parroquia que desde año 82 la Santa Sede se la confió a la atención espiritual de los sacerdotes del Opus Dei.

Estoy convencida de que es un gran intercesor, padre y amigo; San Pablo VI le dijo al primer sucesor, don Álvaro del Portillo, a los pocos meses:

“yo pienso que es la persona en la historia de la Iglesia que ha sido más fiel a las gracias recibidas del Cielo; me imagino que usted acude a él continuamente para pedirle su ayuda”.

Tuve la suerte en esos años romanos de trabajar acompañando a las visitas que iban a rezar a Santa María de la Paz, donde está el cuerpo de san Josemaría. Van personas del mundo entero, algunas quizá solo porque alguien le ha dicho que vaya, pero una vez ahí, se conmueven y se acercan a los Sacramentos.

Siempre hay sacerdotes disponibles en muchos idiomas.

Favores

 

Podría contar muchos favores que conocí de otros y yo personalmente acudo constantemente a su intercesión y estoy convencida de su poderosa eficacia como Padre desde el Cielo. Alguna vez le oí en su humildad, decirnos que desde el Cielo nos podría ayudar mucho más y así lo experimento diariamente.

Entre esas personas que atendí, una vez llegó un matrimonio sueco –no eran católicos- venían muy felices a agradecer que después de un mes sin saber nada de un hijo que se había ido de la casa, al contarle esta pena a un colega médico del Opus Dei, en un congreso en España, éste le regaló una estampa de san Josemaría para que acudieran a él pidiendo su regreso. Lo comenzaron a hacer y al día siguiente de regresar a Suecia el hijo volvió.

No sabían que el Opus Dei estaba en Suecia y quisieron ir personalmente a Roma a agradecer dónde está el cuerpo de san Josemaría.

Otro favor: le robaron en Roma a una señora colombiana el bolso en la calle saliendo de rezar en la cripta, estaba muy contrariada porque tenía los billetes de avión y todos sus documentos.

Novena a san Josemaría

Le rezó con fe a san Josemaría y fue al consulado a dar el aviso; allí le dijeron que se olvidara porque estaban ocurriendo robos continuamente y era imposible que apareciera algo.

La señora insistió rezando y les dio los datos del hotel para que la llamaran si aparecía.

Efectivamente, ante el asombro de los funcionarios del consulado había aparecido el bolso.

La señora lo abrió y encontró el siguiente mensaje “devolvemos todo menos la estampa, al abrir el bolso me encontré con la mirada de este sacerdote que me decía que estaba realizando un acto malo”.

Iban religiosas a rezarle pidiéndole vocaciones. Vi a párrocos viajar con grupos desde otros países en peregrinación a ver al Papa y rezar en la cripta de san Josemaría.

Un Santo en el mundo

Aunque no le hayan conocido, y tampoco puedan ir a rezarle a Roma, donde yace su cuerpo, como está en el Cielo, y el Cielo es de todos, se puede acudir desde cualquier lugar del mundo.

Él nos decía “si me necesitas llámame” o fulanita “háblame” y eso hago yo y me va muy bien, para cosas materiales, o espirituales, de otras personas o propias, grandes o pequeñas y sobre todo, para pedirle por la Iglesia y la paz del mundo y de nuestro país, que lo conoció y quería mucho.

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